sábado, 26 de enero de 2008

SEÑOR TÚ ERES LA LUZ QUE NOS ILUMINA

La melancolía invade mi ser y se clava como puñal doloroso en mi corazón de humilde sevillano. La profunda herida del recuerdo no termina de cicatrizar. La pena me acompaña desde el ya lejano anochecer en San Lorenzo el Sábado Santo del año del Señor de 2007. La llegada a la Plaza de una Madre en Soledad al pié de la Santa Cruz era presagio incuestionable de que la realidad de un sueño se apagaba en la profundidad de un Templo que cerraba sus puertas a Sevilla. Un año más apoyé mis manos suavemente sobre el portón de la Parroquia que con gloria lleva el nombre del Santo Mártir que la protege celosamente. Pedí por la salud de los hombres, por el fin de las guerras, por un Mundo sin rencores………….”Dios mío que más puedo pedirte………si Señor te pido que acortes la espera y que ese profundo sueño no se eternice para siempre, que en apenas unas horas despierte y vuelva a sentir que es Primavera”. Aquellos pajarillos que despertaron la mañana del Viernes Santo para anunciar la llegada del Señor no volvieron a aparecer aquella fría noche. Dormían arropados en las copas de los árboles de la hermosa Plaza que hace de pórtico a la Casa del Dios Poderoso que se quedó a vivir para siempre en la Tierra de su Madre Santísima. Los pajarillos no volvieron a despertar como aquella mañana que en inexplicable milagro transformaron sus trinos en las más hermosas melodías al dulce compás de las voces de los ángeles que custodian al Señor. Esa Plaza por un año permanecerá anhelante ante la llegada de la llama misteriosa que encienda la antorcha de las almas dormidas de la Sevilla que se enamora de sí misma cada Primavera y que cerca está de ver la Luz. Sevilla madurará y de su fruto germinarán suaves florecillas de azahar que anunciarán que muy pronto una alfombra de pasión cubrirá el oscuro tapiz de la Sevilla soñadora y ahí estará de nuevo presente el Divino Rostro del Dios que mora en San Lorenzo. Esa noche no caminaré a su encuentro, mis rodillas no se clavarán delante de Él en su altar de Gloria. Me aferraré a esa noche, lucharé por ella como lucharon nuestros antepasados concepcionistas en la defensa del más Sagrado Dogma de María, pediré a Dios con todas mis fuerzas que esa noche única se inmortalice en el tiempo y que nunca muera, porque Dios mío esa noche serás Tú quien salgas a mi encuentro, recordaré que en mis muchas caídas acudiste como Cirineo para levantar mi errante cuerpo del suelo. Me hiciste comprender que la Majestad de Dios es bondad y amor infinito. No faltarán aquellas mujeres cargaditas con el duro peso de los años. Esa Madrugá percibirán aromas de eterna juventud, con el paso de las horas sus espíritus se fortalecerán y tirarán con fuerza de cuerpos que empiezan a caminar a paso racheao por el cansancio. Se verán reconfortadas ante la presencia del Señor de Sevilla, durante una larga noche de emociones y sentimientos pedirán por todos, sus oraciones no olvidarán a nadie. Su última mirada hacia el Señor irá acompañada de una justa petición “Gran Poder te pido de corazón que me des fuerzas para que el año que viene vuelva a estar contigo y caminar a tu lado”. Algunas de estas mujeres se ausentarán la próxima Primavera atadas a la inmisericorde prisión de una enfermedad, será entonces el Señor quien acuda a rescatarlas de su cautiverio. Otras habrán merecido ser llamadas para siempre a su presencia y esa hermosa Madrugada ocuparán un lugar de privilegio en La Plaza que Dios reservó en el Cielo a los que amaron profundamente a Sevilla y creyeron incondicionalmente en Él.

1 comentario:

el aguaó dijo...

Ya te dije. querido amigo, que era digno de ser publicado.

Sencillamente sublime y hermoso.

Un fuerte abrazo.