sábado, 31 de diciembre de 2011

DOS BESOS EN TU SAGRADO TALÓN, MI SEÑOR

          

DOS BESOS EN TU SAGRADO TALÓN, MI SEÑOR

Embargado por la emoción de mi última visita al Gran Poder en este difícil 2011 os dejo la imagen que a bien representa la universal devoción al Señor. En esta ocasión, espero me perdonen mis hermanos, no trasladaré mi testimonio a la palabra. Difícilmente podría transcribir lo que he sentido cuando mirada al Señor en la altitud de su Reino de San Lorenzo. He besado por dos veces el Sagrado Talón del Gran Poder. He plasmado mi beso y otro en remembranza de mis hermanos en la memoria, de los que sufren una enfermedad, de los que la carga del peso de los años les impide caminar hacia la Basílica y por último de quienes viven lejos del corazón de Sevilla, aunque su amor al Señor los transporta cada instante a la inmortal Plaza.

He pedido por todos, por mí no tengo acostumbrado pedir, pues al estar tan próximo a Él, todo lo tengo y nada me falta. Al sentir su aliento sufro la bendita amnesia del olvido de todo lo malo que pudo pasarme. Este viernes ha sido especial, el Templo volvió a verse desbordado por la incesante riada de fieles que cincelaron moldeado fervor sobre los fríos mármoles. Se sucedieron escenas de autenticidad en el imperceptible diálogo de las miradas en los pocos instantes que los fieles permanecían junto a Dios. Aproveché un mínimo respiro para situarme justo detrás de mi Señor para rezar un Padrenuestro por todos mis hermanos y devotos del Gran Poder, cuando de repente pude oír la voz del celebrante y las primeras palabras de la oración que Jesús nos enseñó. Me uní en la plegaria a los fieles, sediento de espiritualidad y fortalecido por el Amor de los amores.

Tenéis delante de vosotros una imagen de este mediodía que recoge el portentoso Talón del Gran Poder justo después de ese beso que quise forjar por todos vosotros. Os pido que lo miréis con los ojos de la fe y que vuestros corazones alcancen el final de la excelsa escalera. Los besos del alma nos elevan hacia el Señor de Sevilla y nos hacen sentir el gozoso tacto con la Divina Madera.


viernes, 30 de diciembre de 2011

ÚLTIMO VIERNES DEL GRAN PODER - AÑO 2011 -



ÚLTIMO VIERNES DEL GRAN PODER - AÑO 2011 -

Me apresuro, mi Señor, a repetir el ritual de cada viernes del año. Será un momento especial y que quiero vivir en íntima soledad con el Dios de la Ciudad. Ha sido un año difícil, en el que se marcharon a poblar la eterna Plaza seres muy queridos. Se inicia para los devotos del Gran Poder una nueva era, vertebrada en torno al Señor y buscando siempre el horizonte del anhelado Parasceve de la santa Madrugá. Asumidos quedaremos en el insomnio que envuelve el permanente plenilunio que nos acompañará hasta alcanzar el momento cumbre: la apertura de las puertas del Templo para dar paso a la Cruz de los atributos pasionales que preceden la zancada del Que Todo lo Puede.

Difícilmente podré retener las lágrimas en mis ojos o articular palabra ante el Prodigio de los tiempos, pero indudablemente no desobedeceré al corazón que me pide insistentemente subir los peldaños que llegan al Cielo para besar la reliquia descalzada enquistada por los besos que acarician la más sutil textura. Algunos de nuestros hermanos, tantas veces, arrodillados ante Él, tomaron otro rumbo para alcanzar un mismo fin. El tiempo ha transcurrido a gran celeridad desde aquella negra Madrugá de truenos y lluvia, en la cual nuestros sueños perecieron antes de ver plasmado sobre el empedrado el desenlace más deseado.

Los vacíos de la Plaza al partir de los desolados devotos y los desgarradores silencios en el interior de la Basílica arremetieron con crueldad sobre nosotros. Bastaban las miradas apenadas, las lágrimas y la quietud para comprender que el Señor se quedaría en el Templo. No así su alargada huella que se proyectaría sobre todo la Ciudad atravesándola de costado a costado. Percibimos angustiados los silencios de Dios que nos asolan cuando el dolor nos embarga. El Señor disipa toda duda y vuelve a ofrecernos sus manos como mayor consuelo.

Realmente merece la pena la espera, algo más de 90 noches nos separan de un nuevo sueño. Los armarios contienen nuestro gran tesoro. La túnica de ruán espera ocupar su lugar, como nuestra segunda piel, en el momento oportuno en el que formaremos parte de la cofradía de los hermanos y devotos del Gran Poder. Los relojes de arena comenzarán a desgranarse lentamente sobre la superficie del continente, esparciendo su contenido desde la hora cero del nuevo año hasta llegar a la cima del Jueves Santo. Hablaremos de un antes y un después a partir de ese instante.


Jordi de Triana

sábado, 24 de diciembre de 2011

Nacerá en Triana


NACERÁ EN TRIANA
Las calimas del atardecer reposan su velo color cenizas desde Castilla hasta el Altozano. Se palpa el cercano milagro de la Luz en las orillas de la Zapata y relucen los candeleros en el Puerto Camaronero. Las horas se precipitan lentamente reposadas sobre el reloj de arena que pende desde el trianero Templete del Cielo. El Niño Manué retoñará en nuestros corazones como aterciopelada caricia de salvación. Su pequeña luz se encenderá de Madrugada y nuestros espíritus quedarán fortalecidos ante su misericordia. Desterramos de nosotros las pesadumbres que nos embargan y clamamos profundos cánticos y sentidas oraciones al Cielo, al tiempo que el ave peregrina de nuestras añoranzas retomará el vuelo, que a pasos decididos nos llevará hasta la anhelada Madrugá de nuestros sueños.

Celebraremos su llegada a este Mundo en la Misa del Gallo, instantes después de haber compartido con nuestros seres queridos la cena más especial del año. Notaremos los vacíos a uno y otro lado de la mesa. Las remembranzas nos llevarán a ocupar cada uno de esos asientos de recuerdos y vivencias. Soñaremos despiertos para encontrar respuesta a las ausencias en nuestra Madre marinera. No murieron nuestros seres queridos, simplemente tomaron otro camino bajo la aureola de una misma Esperanza, la Madre buena que los acuna en su regazo y sus imborrables rostros encontramos en el atardecer trianero cuando retoma la senda de nuestro Barrio tras haber conquistado el corazón roto de Sevilla.

Arrorró la abuela Señá Santa Ana acunará a su nietecito entre los brazos al calor del cisco de la Plazuela, los angelitos dormidos de la Cava despertarán de su leve sueño al son de las zambombas y los repiques sigilosos de las campanas de San Jacinto anunciarán la buena nueva. Dios está con nosotros y llega a nuestro Barrio como ancla de redención. En sus ojitos, luceros del alba, reposan nuestros sueños y anida la Esperanza que nunca nos falta. El Niño se hará hombre entre fraguas, alfarerías y cerámicas. En su destino está escrito que por tres veces caerá en el sendero y que tres veces levantará para mostrarnos el camino.

Laten acelerados los corazones trianeros, enamorados de una mirada, dulce embelezo que como imán nos atrae en la blancura almidonada de las saladas paredes prendidas de cal que envuelven a la Capilla de los Marineros. Emanuel apura sus últimos instantes adormecido en el seno maternal de la Virgen. La noche opaca de la Nochebuena se hará luz en el Puente, las barcas de antaño alumbrarán con sus faroles al Rey de Reyes y las almas inmortalizadas se asomarán a las temblorosas barandas que miran al viejo Guadalquivir para cantar a la Virgen conmovedoras alabanzas “Dios te salve dulce María, Señora de Triana y Reina de los Cielos, hoy en Ti nacerá nuestro Mesías y gozosos alcanzaremos nuestros anhelos”.

Será una noche de luces y sombras. Muchos de nuestros hermanos sufrirán la soledad de las ausencias, el vacío de la amistad o incluso no tendrán un techo donde refugiarse. Su única riqueza es la pobreza que tan generosamente no dudan en compartir con quienes tienen a bien dirigirles una palabra o una mínima sonrisa. Esta noche no debemos olvidarlos. En su sufrimiento y en la tristeza de sus miradas se refleja el verdadero rostro de Nuestro Cristo Caído. Nuestras oraciones deben ir acompañadas de actos de generosidad, en otro caso quedarán vanas de contenido.


Felices Fiestas.

EL QUE ESTÁ POR NACER


                              EL QUE ESTÁ POR NACER
 
Como el recóndito Miserere entonado por voces penetrantes de monjes ocultos bajo el soterramiento lapidario del pasado, puedo oír angustiosas plegarias que imploran piedad al estremecedor alud de los mármoles basilicales. La sequedad de nuestra existencia recobra el ansiado aliento al beber del manantial inacabable de fervientes aguas que brotan de los labios del Señor. La tenebrosa oscuridad del temor a lo oculto trasciende de la milagrosa madera para aflorar en nuestro interior y fortalecernos confiadamente en el Que Todo lo Puede. Un nuevo viernes nos despojamos del rutinario transitar de la existencia para experimentar el gozo temprano del Adviento que clama como rumor entre cálices y la luz de la inminente Pascua, la venida del Dios eterno que se proyecta desde la Plaza a toda la Ciudad.

Desvanecidos en el esfuerzo y ávidos en la esperanza, al divisar el último tramo de la vía que nos lleva hasta el absorbente firmamento del encarnado Mentor de todo lo creado, nuestros cuerpos se elevan contemplativamente, sustrayéndose de lo intrascendente y palpando milagrosamente la intangibilidad del alma y la palpable realidad de la belleza más excelsa. Nos postramos ante el Dios que nos hace recobrar la paz ante la tormentosa cotidianeidad que nos envuelve amargamente cada instante y alzamos la vista para buscar en los pies descalzados del Señor la primera zancada que nos devuelva a recobrar la estela de la Luz. El Gran Poder surca los recónditos retiros de nuestra íntima morada anunciándonos la buena nueva de su cercana presencia, que emerge como compasiva caricia de Salvación.

En la profundidad de la mirada encontramos motivos sustanciales para aferrarnos al Credo cierto de nuestra fe. La atroz traviesa que oprime el hombro del Gran Poder le hace perder fuerzas, pero en ningún momento logra hacerlo desfallecer. Vencerá nuestro Señor y alzará sus manos sobre el indefinible Universo que trazó como prueba irrebatible del mayor Poder e Imperio cimentados.

Contemplamos el pulcro Belén de la Parroquia del Santo Mártir y buscamos en el pesebre la reminiscencia del “Que Está por Nacer” para hacernos recobrar el pulso acelerado de nuestros corazones y buscar líricos Parasceves. Anidarán los vencejos que despertarán al Niño Grande de La Ciudad del primer sueño y claudicaremos ante la dulzura que prenderá de su Rostro. Las imperceptibles manijas del tiempo se eternizan impasibles ante la inmutable verdad de Dios que sella nuestras horas. El Alfa del entronado Mesías nos infundirá el espíritu de Dios, que se hará Hombre abrazándose al Leño Redentor y nos mostrará el camino de las certezas absolutas en la Omega, al alba de la Resurrección.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

BAJO EL CIELO DE TU MIRADA


                         BAJO EL CIELO DE TU MIRADA

Como era de prever, Sevilla acudió al reclamo de la Esperanza Macarena. Un año más descendió la Señora del Camarín, entre líricas alabanzas y glorificada por los cánticos de los jubilosos ángeles del Cielo macareno. Viejas estampas de San Gil renacían en la remembranza de los tiempos. Los naranjos arrullados bajo las sombrías campanas de la vieja Parroquia despuntaban figurados ramilletes de azahar al tiempo que una nubecilla de incienso aireaba un embriagador perfume desde el interior del Templo. El Arco de los sueños nos transportaba a noches de insomnio al relente de los albores de la anhelada primavera. Las arterias subyacentes al más profundo sentimiento macareno confluían vertebradas al punto álgido del corazón de la devoción del Barrio. Se destapaba el tarro de las esencias, esparciendo sutiles fragancias y aromas sempiternos, que se plantaban en los frondosos jardines del alma. Como afluentes del más caudaloso río convergían los fieles al anhelado Mar de pasiones encendidas en los ojos de la Spes Nostra.

Latían los corazones a ritmo acelerado, contenida permanecía la respiración y desgarrador replicaba el grito apasionado del silencio entre los nebulosos resquicios de siglos de pisadas. El Cielo macareno abría las puertas que apuntan al Gozo. Tomados de la mano de los recuerdos y envueltos en nubes de plegarias de eternas Madrugadas, los devotos de la Virgen aderezaban sus afligidos cuerpos para tomar hospedaje en la antesala de la Gloria. A cada paso sobre los gélidos mármoles, que desde el Atrio, antesala del prodigio, llegan hasta el egregio Atril de la más sublime belleza, se acrecentaba el hiriente palpitar interior de los privilegiados fieles de la Señora. Como herederos, de los elegidos predios del verde Paraíso, tomaban posesión de sus parceladas haciendas del Goce.

Miles de sevillanos contorneaban embelesados los bancos de la Basílica para al fin alcanzar el Altar de la excelentísima Gracia. No besaban únicamente los labios sedientos, ávidos de beber de las aguas del manantial de hermosura destilado por la Esperanza Macarena, lo hacían las miradas que como un clamor se concentraban en la venerada Señora de Sevilla. Entreverados los piropos que ensalzan las virtudes de la Esperanza y las lágrimas que fluían por los rojizos ojos que buscaban en Ella la indeleble huella de quienes descansaron para siempre reposados en su maternal regazo, las notas de fina pedrería plasmadas en los pentagramas por el maestro Pedro Morales y los desgarradores profundos sonidos de la marcha de Cebrián, afloraban como vestigios del ayer, ahondando en las heridas entrañas de quienes encuentran en la Esperanza el consistente puente que los lleva a alcanzar al Señor de la Sentencia.

En desgarrador paralelismo, los labios cautivos de los enfermos soterrados en las celdas de crueles enfermedades, derribaban los muros infranqueables de la distancia material para alcanzar a las manos de la Macarena. No existen distancias ni barreras ante el desborde de sincera devoción del pueblo de Sevilla. Allí donde mora el dolor anida la Esperanza. Sobre las lápidas de los cementerios están escritos los nombres de quienes se forjaron en el amor a la Virgen. Ellos habitan las resplandecientes callejas del Cielo, y al tiempo, ocupan un lugar de privilegio en el corazón de quienes buscamos en la Reina de nuestras vidas un atisbo de luz que borre de nosotros la amarga reminiscencia del adiós.

Al fin la Esperanza Macarena es un caudal de hermosura, siempre asomada al balcón de Sevilla, que tiende sus manos al Pueblo, que espera en Ella el incesante milagro del encuentro. Nuestras alabanzas tornan en parabienes que acrecientan nuestra fe y fortalecen los consistentes cimientos de una devoción universal que trasciende de lo físico a lo mental y espiritual. Nacemos acunados bajo el regazo de Tu manto, soñamos con perennes madrugadas para despertar ante el rojo palio que adormece Tu belleza inmaculada y morimos bajo Tu Cielo para vivir en Tu mirada.

Fotografía: Luis Manuel Jiménez
Texto: Jordi de Triana




viernes, 16 de diciembre de 2011

Y EN DICIEMBRE: LA ESPERANZA


Y en Diciembre: La Esperanza

La pureza de María es proclamada entre aireadas campanas que vuelan presurosas sobre azoteas y plazuelas. Gozos de la Cava pregonan a su blanca Inmaculada entre primorosos trazos y sublimes perspectivas. Tras la Torre de Santa Ana, asoma la más excelsa belleza humana conocida, en admirable contemplación divina. Bajo la espadaña de Pureza enmarcados están los versos que mejor alaban a María. Las estrofas están escritas en la hermosura que la Reina de nuestras vidas va destilando por doquier. “Altozano centinela, abre tus puertas a Sevilla, que cercanos están los días, que esperamos bien despiertos, asomados al zaguán de los recuerdos, para no dejarlos morir entre las oscuras cortinas de la melancolía”.

Las añoranzas retoman su camino descalzadas de amarguras y aferradas a las bondades de nuestro palpitante pasado. Imborrables son las huellas de quienes nos entregaron el más firme legado. Seguiremos vuestros pasos con firmeza y sin desdeño. Vuestros nombres están escritos en el interior de sutiles vasijas y en los barnices que consolidan la mejor madera. Con orgullo entonamos vuestro canto, y plegarias por bandera, para decirle a Sevilla, no mueren los trianeros porque viven para siempre asomados al balcón de su Esperanza.

No existen muros infranqueables para nuestra Madre. Su amor es una puerta abierta a un futuro rebosante de vida. Noviembre es un oscuro túnel que nos devuelve al pasado y a retomar con mayor consistencia la senda del camino junto a nuestros seres queridos moradores de la Gloria. En Diciembre proclamamos el dogma de la Inmaculada Concepción de María. Una fiesta que ensalza a nuestra Madre y que predica en la Santísima Virgen la virtud frente a la ausencia de pecado. Encontramos verdadero sentido al sacrificio de Jesús y a la Redención que nos libera de las sogas de la más absoluta imperfección humana. Expectantes con María esperamos anhelantes la llegada del Mesías.

La Madre de nuestro Santísimo Cristo de las Tres Caídas es portadora de la esperanza teologal que nos fortalece ante la dificultad y nos abre los ojos ante la predicada Resurrección de Jesús. La piedra angular de nuestra fe toma consistencia ejemplarizante en la figura de María. Llenamos nuestros labios de piropos y parabienes para Ella, y entre todos, nos emociona especialmente, pronunciar tan musical como concluyente nombre: Esperanza de Triana.

Quiero apresurarme al pórtico de mi Triana y sentir tus caricias como anhelos que alcanzamos en desvelos. Tu mirada es el puerto navegante entre olas de amor donde anclamos nuestros sueños. Entre brisas de bonanza bordeamos rumbo cierto. Nuestras vidas pasajeras fondearemos en orillas de tu Mar sereno. Atrás quedan las quimeras. Son tan reales tus destellos, que cegados quedamos al aprehenderlos en tus ojos. Bajarás del Atril de la Capilla de Los Marineros hacia la alfombra que pisamos como errantes prisioneros desterrados en la cárcel de tu amor. “Carcelero libérame de estas rejas que quiero ser su costalero para llevarla a ese Cielo que pregonaron sus anhelados hijos trianeros”.

Pronto volveré a sentirte tan cercana que creeré encontrarme ante un nuevo milagro de tu Hijo. Tan próxima presencia poblará mi corazón de sinceros sentimientos y elevará mi alma en mística levitación. Viejos aromas de San Jacinto y Santa Ana, entre luces, candeleros, tapices y lámparas recrearán inmemorables pasajes impresos en los anales de nuestra Hermandad. Un derroche de luz y el mejor marco contextual posible encuadrarán las líneas perfectas de nuestra Virgen marinera. Reposará su vuelo sobre el viejo árbol del Templo dominico el ave peregrina del ayer y nuevas trazas se dibujarán sobre la Calle Larga del Viejo Arrabal. Entre nanas de Señá Santa Ana al pasar por la Plazuela ahondaremos en el corazón de Triana para avisar entre brisas de Guadalquivir nuestro faro, luz y guía: Esperanza de Triana.


A nuestros hermanos en la memoria que durmieron en la paz de nuestro Santísimo Cristo de las Tres Caídas y Nuestra Señora de la Esperanza de Triana.

ENTRE ÁNGELES DEL CIELO


ENTRE ÁNGELES DEL CIELO


Muy vivos los ecos de la celebración de la Inmaculada Concepción de María, festividad de profundo arraigo en nuestra Ciudad, nos disponemos a elogiar la Expectación del parto de la Santísima Virgen María. En el vientre de la Señora de Sevilla late un pequeño corazón rebosante de amor que prenderá como llama en el interior de sus fieles hijos macarenos. Resplandecerán sus ojos como luceros y en la profundidad de su divina existencia estará marcada la más injusta Sentencia. Abnegadamente, nuestro Señor, aceptará los mandatos del Padre, entregará su vida para redimirnos de las tachas que nublan nuestros senderos y seremos nosotros quienes con nuestro fervor apartaremos espinas y hojarascas de su perenne transitar por las callejuelas de nuestras esencias.

Ávidos de la cercana presencia de nuestra Madre de los Cielos y de sus terrenales caricias, disponemos nuestros corazones para vivir grandes emociones. Un sin fin de acontecimientos se irán sucediendo y los verdaderos sentimientos macarenos comenzarán a desgranarse por las calles del viejo Arrabal y como casi imperceptible rumor de fresca brisa se irá esparciendo por toda la Urbe.

Buscaremos en unos ojos luminosos y en la profundidad de una mirada, certeras respuestas a nuestras incertidumbres existenciales. Su manto matiz celeste Cielo, huella irrefutable de la Tota Pulchra Virgen María, es la patina externa que transluce la curtida blancura que germina en el talle de la más sublime Flor. Pronto la hallaremos ataviada con un manto del color de ese otro Cielo que cada Madrugá de Sevilla se perfila en los aterciopelados lienzos que envuelven al Parasceve.

Sonarán maitines en el pardo firmamento y Madre Angelita asomará a una ventanita para anunciar la buena nueva a sus niñas meditantes en el Coro del Convento "asomad queridas hijas mías que a punto está de bajar la Madre Superiora del camarín del Gozo".

Descenderá custodiada por ángeles y la musicalidad de los cánticos, plegarias, y oraciones que clamarán ante el milagro de la cercanía. Las lágrimas inundarán los gélidos mármoles de la Basílica y los eternos macarenos despertarán para asomarse a la cancela custodiada por el gran macareno Abelardo, portador de las llaves del portalón que los devuelve cada momento a su Esperanza.

Miles de fieles acudirán embelezados, conformando auténticas mareas humanas, ávidos de beber de la inagotable fuente de la gracia y del hiriente manantial de pena que mana por sus rosáceas mejillas y que como crisol cristalino cala en lo más hondo anidando en el alma. La indescriptible belleza de la perfección divina bajo hechuras de mujer prende bajo la espadaña que anuncia orgullosa “aquí vive la Esperanza”. Besar sus sagradas manos ofrecidas en señal de amor a Sevilla es como alcanzar las bienaventuranzas del Cielo en vida.

Buscamos calificativos que merezcan ser esparcidos entre versos o acunados en la incuestionable prosa que pregona su nombre a cada instante, pero volvemos a descubrir que existe un único Atril al que asoma su mirada y que sus labios son el Templo de la voz. No existe más hermoso pregón que el escuchan nuestros oídos al traspasar el umbral Celeste del Atrio Macareno. Bendito Arco, Puerta del Cielo, que abre sus brazos a nuestros sueños y nos hace traspasar como flecha de inmortal herida los costados de la más firme devoción mariana.

Fotografía: Luis Manuel Jiménez
Texto: Jordi de Triana

miércoles, 30 de noviembre de 2011

A TU MEMORIA


A Tu Memoria
(a mi suegro Manuel Ortiz Ojeda)

Embargado por la tristeza y abrumado por las añoranzas, me envuelvo en unas torpes, pero sentidas líneas, para mostrar mi gratitud hacia un gran ser humano. Han sido muchos años de convivencia y amistad. Sin lugar a dudas hago referencia al mejor abuelo que la vida pudo ubicar en el camino de mis niñas: Sara y Myriam, el mejor padre para mi mujer: Pilar, y por supuesto, el mejor suegro para mí. A lo largo de sus años de existencia fue fiel a sus principios, leal a los suyos, abnegado en el esfuerzo y desprendido con quien requirió su ayuda. Nacido en la calle Pureza transcurrido el primer tercio del siglo pasado, vivió toda su vida anclado a su Barrio de Triana. Dignificaba con sus actos el generoso legado de sus padres Manuel y Rosario, que hasta hace pocos días lo esperaban en el Cielo. Precisamente en los últimos instantes, cuando llamaba al umbral del reencuentro, no paraba de nombrarlos, del mismo modo que a su hermano Francisco. La oscura guadaña de la muerte sesgó de raíz sus sueños. Las añoranzas lo transportaban cada instante a Moguer de la Frontera y a las maternales caricias adormecidas frente al mar. El inalcanzable anhelo de los mortales es milagro alcanzable para quienes elevan el alma hacia el glorioso Templete Celeste. Sus padres y su hermano Francisco le recibieron en el zaguán de su casa de la eterna Calle Pureza con la mejor sonrisa.

La separación física de Manuel supone un punto de inflexión en el devenir de quienes a bien recogimos los buenos frutos de su generosidad. Queda un lugar desocupado en nuestra mesa de celebración en las venideras fiestas navideñas y baldías habitaciones en su trianera morada, pero ante todo quedan despoblados nuestros corazones de su cercana presencia. La próxima Madrugá será distinta para todos nosotros. Nos faltarán sus lágrimas en la Cava de los Gitanos a la llegada del Señor de las Tres Caídas, nos faltará su sonrisa al ver a su nieta Sara aparecer junto a la Cruz de Guía de nuestra Hermandad repartiendo estampitas y caramelos. Será grande el vacío que sentiremos en nuestro interior, o tal vez, volveremos a verte como siempre cuando miremos a la Esperanza de Triana. Su recuerdo queda plasmado en sus vivencias de niño en la Calle Larga de Triana, en el Altozano de su alma, perdido por las estrecheces de Fabié o Valladares junto a su hermano Vicente, correteando por la Zapata junto al Guadalquivir o paseando por el Puerto Camaronero ante la mirada de su hermana Demetria. Bajo Triana late un corazón grande de cerámica y cincelados en sus adentros quedan esculpidos a fuego los nombres de tantos trianeros buenos. Sus nombres están escritos en letras pequeñas o no aparecen en los anales impresos de su Historia, aunque sin lugar a dudas son los grandes forjadores de su Leyenda. El niño educado en los Salesianos de Triana, creció apegado al Barrio y fue portador de sus más nobles esencias, llevando su nombre a honor y por bandera.

Quiero rescatar en Tu mirada, Señor mío de las Tres Caídas, a tu hijo Manuel, el cual destiló bondad y generosidad cada día de su vida y llevó siempre impreso en sus labios el nombre de su Barrio. La muerte parece un muro infranqueable para quienes lloran por la ausencia del ser querido. Eres Tú bondadoso Protector nuestro, quien derriba con amor todo obstáculo que aparece en nuestro camino. Como Tú, Manuel llevó sobre sus hombros el cruel peso de una Cruz y como Tú venció a la muerte alzando su mirada hacia un trocito de Cielo bautizado por los ángeles buenos de la vieja Cava como Triana. La vida sigue, aunque salpicada por el amargor del adiós, para quienes lloramos por tu ausencia. Queremos ocupar con tantos buenos recuerdos el enorme vacío que dejaste en nuestras vidas. Lejos de reprochar a nuestro Señor la marcha de Manuel, le damos las gracias con toda la fuerza de nuestros corazones. La llegada de un ser tan especial a nuestras vidas únicamente pudo ser obra de nuestro Señor. Creemos en la fuerza del destino y de la Divina Providencia de Dios. Profesamos fe incondicional a ese inquebrantable Destino que por Tres Veces topó con el empedrado sendero en nuestro Barrio de Triana en la Santa Madrugá de los sueños. La muerte llega como liberación ante tanta angustia. El dolor empezaba a ser demasiado cruel para él. Su familia con entereza ha asumido que llegó la hora de la efímera despedida. Dios puso sus manos sobre el corazón de su hijo y lo llamó al Paraíso prometido.


Abrigados por el manto protector de la Esperanza de Triana pretendemos aferrarnos a la certera virtud teologal que envuelve su hermoso nombre. No caeremos en el más absoluto desánimo y en la cegadora tristeza, ni buscaremos palabras imposibles que supongan un mínimo consuelo por tan irreparable pérdida. Buscaremos ciertas respuestas en Dios, nos esforzaremos en seguir el legado de amor de Manuel junto al gran amor que encontró en su camino, su mujer Concepción, y la mejor herencia en sus hijos Manuel, Pilar e Inmaculada, quienes fueron los mejores cirineos en los momentos que la cruel enfermedad hizo quebrar a su desgastada humanidad. Educaremos a sus nietos Ainoa, Sara, Javier y Myriam en el recuerdo del abuelo que no cesó en el empeño de lograr la mayor felicidad para ellos.

Te has marchado dándonos una lección de bondad, luchando con todas tus fuerzas en conservar el don más preciado. Podemos pensar que el último esfuerzo resultó estéril. Aprehendidos en tal suposición nunca caminaríamos más alejados de la senda de la realidad. El valor destilado por Manuel los últimos meses de su vida queda como innegable reminiscencia del hombre que no cesó en el empeño a la hora de alcanzar sus propósitos, y ante todo, queda como imborrable huella a seguir por quienes luchan y lucharán en el futuro frente al mismo mal que lo aquejó. Para muchos enfermos tu ejemplo y tu prestación a la ciencia médica en la búsqueda del remedio más eficaz en la lucha contra el cáncer supondrá la curación, o al menos, más llevadero el camino hacia la despedida.

Espero que estés oteando estos surcos entre tintados sentimientos asomado al pretil de la Triana de ensueño. Lágrimas esparcidas junto a las temblorosas barandas de nuestros sentimientos recorren como ríos las calles del viejo Arrabal sevillano y toda música que acompañe desde hoy a sus bien queridas dolorosas nos sonarán a compases fúnebres de Font de Anta, a las profundas notas de Cebrián o a los desgarradores pentagramas plasmados por el maestro Gómez-Zarzuela. Tañen enlutadas las campanas en San Jacinto y replican apenadas sus hermanas del Templo Grande de Santa Ana, enmudece el murmullo de la brisa del herido Río y oscurece Triana oculta entre las sombrías cortinas cartujanas. Desaparece en el horizonte envuelto en brumas la cornisa aljarafeña de Gines y Aznalcóllar encubre el son acompasado del discurrir de sus arroyos. Llora Triana buscando entre lejanas estrellas la sonrisa de su niño salesiano que triste noche de noviembre se marchó a vivir la vieja Triana allí donde anidan las quimeras que se hacen realidad junto a la inmortal Plazuela.


Fotografías: Luis Manuel Jiménez
Texto: Jordi de Triana Fundacec

domingo, 27 de noviembre de 2011

PRELUDIO DE RUÁN Y ESPERANZA


Bajo las opacas bambalinas de la eterna Madrugá de Sevilla y al trasluz del Parasceve renacen certeros augurios del prodigio de los tiempos. Se acelera el ritmo de la Ciudad bajo la aureola del cercano milagro. La noche de los más sublimes contrastes renace en el ocaso de un espléndido Jueves Santo. La Virgen del Valle y los conmovedores sonidos que acompañan a su inconsolable llanto nos transportan al pasado. La Sevilla imperecedera retoma su pulso vital en el culmen de la primavera.

Transcurren el tiempo y el paso de los sevillanos, no obstante queda la esencia. Se repite año tras año una misma Historia, y no por ello, deja de sorprendernos. La Giralda, vieja centinela, asomada al ventanal que alza al Cielo sevillano pregona piropos que mueren a orillas del escarchado Guadalquivir. Los más hirientes silencios penetrantes se clavan en la inmortalidad del alma. La niña adormecida en el regazo de la maternal Sevilla está a punto de despertar del sueño profundo del preludio. El Dios del milagro, que nos resguarda ante la adversidad cotidiana, alargará su zancada poderosa sobre cada palmo de la Ciudad.

Estremece el gentío ante el rufar de destemplados tambores macarenos que hacen tambalearse a los sólidos cimientos de la vieja Híspalis. Pertrechados de corazas de amor y escudos de fe apresuran las legiones del Imperio del Atrio. Reguero de plumas al viento y decididas pisadas entre costeados vaivenes acarician los alfombrados senderos del Gólgota sevillano. La invicta Centuria Romana inicia el camino de la pacífica reconquista del corazón de Sevilla.

Enmudece la Plaza partiendo el alma de la Ciudad en dos mitades simétricas. Lúcidos ruanes de la nostalgia entre copas anidadas de vencejos asoman al zaguán de la memoria. Trémulas callejuelas entreveradas de morados y verdes alzados terciopelos fluyen hacia el anhelado Paraíso macareno.


Hirientes escalofríos bajo los baldíos balcones del pasado, temblorosas manos descansadas sobre el pretil del último sueño y suspiros que pueblan el ánima. Esencias de pura sevillanía destilan por doquier por San Lorenzo y San Gil.

Duelen las ausencias, inquieta el silencio desgarrador de la enmudecida muchedumbre, ciega el destello de los candiles y ensordece el murmuro de la brisa que susurra a la cercana arboleda.

Huelgan las palabras, afloran los sentimientos y la eterna Ciudad alcanza su mayoría de edad ante la mirada del Gran Poder de Dios. Se paralizan los corazones y la arena del tiempo comienza a vertebrar las primeras cuentas de una nueva era.

Emerge de sus raíces el más profundo sentimiento macareno. 365 días de amor a la Esperanza y una única Madrugá de reencuentros con quienes fueron y seguirán siendo parte de nuestras vidas. Los devotos del Señor descalzan sus pies para acariciar los gélidos mármoles de la fervorosa admiración. Chirrían los portalones al tañido de campanas y comienzan a desgranarse emociones ante siglos de miradas. Todo acontece a la hora esperada y en lugar exacto, Sevilla siempre Sevilla, a los pies del Gran Poder y la Esperanza.



Fotografías: Enrique Ayllón González
Texto: Jordi de Triana Fundacec

viernes, 21 de octubre de 2011

CRISTO HA MUERTO EN EL BARATILLO


CRISTO HA MUERTO EN EL BARATILLO




A Pedro Dormido

Asoma la tarde de Miércoles Santo en el Arenal Torero. Las brisas del Guadalquivir acarician entre tapices de encaje y espumas de viejo Río su cara aterciopelada de niña guapa. Perfumes de jazmín y aromas de azahar peinan sus dulces cabellos de alma marinera.

Los labios de la nostalgia pregonan poesías en el recuerdo. Asoman al balcón del eterno Arenal cuadrillas de costaleros en la memoria atentos a la llamada de arrugadas manos de capataces que a pesar de haber marchardo siguen estando muy presentes. Guardan silencio los tendidos maestrantes y suenan mudos clarines entre agitados pañuelos.

Túnicas nazarenas y pies descalzos sobre la arena del Coso Baratillero, lances de Muerte en un Lirio que va dormido en los brazos de una Rosa y rejones hirientes que atraviesan el alma de un Barrio torero, van pregonando suspiros del Arenal entre compases de roncas guitarras asomadas a las cornisas de la Giralda.

La suerte está echada. Verónicas y volapiés de pasiones, ecos lejanos de torería y pases profundos al pecho de la pena que embarga a la más tierna Azucena, Caridad de mis entrañas. Parejas azuladas van cincelado molduras devocionales entre los angostos empedrados, sueños anidan en las ventanas entornadas que dejan entrever los primeros suspiros de saetas prisioneras entre barrotes de rotas gargantas.

Misericordia y Piedad visten de luto el Cielo a la otra orilla del Río. Languidece el torso moreno de mi Cristo vencido a la Muerte que reposa inerte en el Regazo de la Madre que llora sin consuelo. “Llama con temple capataz ¿no ves que va dormido? “Más despacio costaleros, al son de cornetas y tambores y abriendo el compás al murmullo de atriles y pentagramas”.

Claveles color sangre a los pies del Señor, puñales penetrantes en el pecho de la Virgen y una sinfonía de sueños que yacen en la compasión de una mirada conforman enternecedor Misterio.

¿Fueron los pinceles de Murillo, los compases de Turina o las rimas de Bécquer quienes recrearon la más hermosísima sinfonía visual, poética y sonora que aflora como lienzos, estrofas o pentagramas de excelsa elegancia tallados sobre la cal del Museo baratillero?

Una enlutada abuela con sus ojos envueltos en lágrimas va pregonando por estrecheces y callejuelas “Cristo ha muerto en el Baratillo”, “lo traen a la Catedral por Adriano”, “silencio que no despierte, Sevilla está de luto, puedo escuchar sus silencios maestrantes”.

“No es la Muerte el fin que persigues, Tu semblante lo dice todo Padre Mío, cercano está tu desplante y la vuelta a la vida”. Languidece el torso desnudo del Señor envuelto entre las sábanas de las calimas del atardecer y reposa su abnegada humanidad en paz sobre el cuerpo de la Piadosa Madre.

“Es tu paso un barco que navega al compás de olas pasajeras en búsqueda de un profundo Mar color celeste. A ese que iremos todos para volver a estar Contigo”.

Viene la Caridad por el Postigo, filigrana entre varales de plata, molde de porcelana y pasiones encendías. Se marchará su palio al compás de la música, se marchitarán las flores, se consumirá la cera y Sevilla quedará rendida a sus encantos.

¡Oh apenada Soledad que acompañas tu dolor con amargas lágrimas cristalinas! ¡oh cruel tempestad que embargas la calma en nuestra sosegada orilla! ¡Oh Caridad que me estremeces asomada entre cimbreadas bambalinas! ¡Oh cruel puñal que atraviesas impiadoso su delicado pecho!

¡Oh giraldillas saetas que brotáis de trovadores del ayer! ¡Oh notas etéreas que rebosáis delicada musicalidad! ¡Oh espíritu del recuerdo que tornáis al anochecer! ¡Oh hermosas Rosas Baratilleras que perfumáis al inerte Lirio marchitado por Amor! ¡Oh Misericordia Divina que dignificáis la muerte en el madero! ¡Oh anhelado pasado que volvéis a ser carne del presente! ¡Oh Ciudad de mi alma que arrojáis en mis manos la más dulce Primavera!

Quiero ser toda mi vida niño baratillero para llevar en mi pecho dos rosas esculpidas y sentir en mi corazón el flechazo del Dios de la Misericordia. “Déjame llevar en mis manos un cirial para mostrar luz sobre Tu Luz y permíteme dormir tu sueño rebosante de vida, cuando el Capataz Eterno llame por última vez al martillo de mi existencia”. “Maestro Rafael arría la parihuela hasta que los zancos del palio besen el suelo, que quiero mirar a esos ojos que me llevan prendío y ver asomado al balcón de Tu Cielo al niño nazareno que en tu pecho va dormío”.


A Pedro Dormido


Fotografía: Nacho Baratillero

Texto: Jordi de Triana

domingo, 16 de octubre de 2011



PETICIÓN AL SEÑOR POR SUS PEQUEÑOS ÁNGELES RUTH Y JOSÉ


Señor, Tú que eres la Luz que resplandece en el horizonte de los oscuros senderos.


Padre mío, Tú que nos regalaste a nuestros más cercanos seres queridos.


Gran Poder, Tú que todo lo alcanzas y que llenas nuestros grandes vacíos.


Rey de Reyes, Tú que mitigas nuestras dolencias y nos apartas de la tristeza.


Dios Nuestro, Tú que moras en el Paraíso y que nos esperas tras el último sueño.


Te suplicamos intercedas con Tu infinita misericordia, y ayudes a los pequeños Ruth y José a retomar el camino de la felicidad. No existe mayor sufrimiento que la ausencia de unos hijos y la incertidumbre por tan dolosa desaparición, ni mayor tristeza que contemplar la sonrisa apagada en los rostros inocentes de nuestros niños.


Tú sabes más que nadie de calvarios y angustias. En Ti necesitamos conocer el Dónde y el Por qué. Unimos nuestros corazones en un único latido y en Tu mirada buscamos bondad y compasión.


Te rogamos, Amor verdadero, que ayudes a recobrar la razón a quienes perdieron el juicio y actuaron conducidos por la maldad. Eres justo con quienes vuelven al redil tras haber caminado muy alejados de tus sagrados mandamientos. Has recobrar la voz a quienes con su silencio ocasionan mayor dolor a los desconsolados familiares de Ruth y José.


Es nuestra súplica justa y necesaria, y eres Tú, Maestro bueno, milagro perpetuo de nuestra existencia que acude en nuestra ayuda cuando la carga de nuestra propia Cruz nos vence hasta hacernos caer por completo.


Todos somos Ruth y José, y tantos niños que viven o sueñan alejados de sus seres más amados.


Vuestro hermano en el que Todo lo Puede Jordi de Triana

martes, 13 de septiembre de 2011

SOLEDAD


SOLEDAD


Diez varales de madera sustentaron el primer palio de Sevilla. La más sutil caricia de envejecida belleza mostró su esplendor bajo un techo de terciopelo negro bañado de sedas, plata y oro. Nacía para nuestra Ciudad el mejor marco que abarcar pudiera la hermosura de la Reina de los Cielos. Benditas hechuras entronadas bajo bambalinas bordadas entre finas puntadas de amor que pasean con elegancia el anclado profundo dolor de la Madre del Salvador. La alfa de la máxima expresión de armonía que representa un paso de palio nació para abarcar a la eterna Soledad.

Con el paso del tiempo la Bendita Rosa de San Lorenzo descubrió su paso para mostrarse a los pies de la Santa Cruz y ante la imborrable huella de Nuestro Señor Jesucristo descendido del madero. Con el transcurrir de los años la justa medida de Sevilla ha dado el lugar que merece a la Soledad de San Lorenzo. Su última mirada hacia el pueblo de Sevilla es el epílogo de nuestra Semana Santa.

                           

El rostro que mejor refleja la ternura de la Madre inconsolable ante el insufrible dolor que incrustó profundo puñal en su corazón es el bálsamo eficaz que mitiga el sufrimiento de tantas madres desposeídas de la caricia de sus hijos. Los vacíos de las ausencias que no podremos llenar sino con los recuerdos del pasado y la mirada aferrada en el futuro del reencuentro encuentran en la Madre Perfecta el certero destello de luz al que mirar. Ella es el faro que guía nuestros pasos inseguros, propios de nuestra torpe humanidad, que nos hacen caminar hacia ninguna parte. Sin Ella, nuestra vida perdería sentido y el futuro sería como el inalcanzable oasis que tratamos de encontrar entre las arenas de un interminable desierto.

La Soledad mejor acompañada de Sevilla y los silencios del anochecer me hacen entender que las últimas cuentas de un rosario doloroso se consumen irremediablemente entre mis manos. La postrera saeta brotará peregrina desde un lugar de la Plaza abriendo de par en par el portalón del Templo del Santo Mártir y susurrará al tímpano del crepúsculo que todo se consume y que el infalible final volverá a eclipsar la belleza fugaz de la semana pasional.

                         

Alzo la vista a un horizonte desvanecido entre nubes de incienso, que apenas me permite despedirme de Ti, mirando a esos ojos empañados de nácar y a las rosadas mejillas hermosamente envejecidas que se dibujan en el conmovedor lienzo de tus blanquecinos perfiles. Se cierran por completo las pestañas de los ojos entreabiertos del Templo de San Lorenzo y entre rasgados contraluces trato de alcanzar a contemplarte.

Has vuelto a pasar Soledad con la fugacidad de cada Sábado Santo. Invadido por la melancolía vuelvo a pensar que todo se acaba, se consume la ansiada realidad como la cera que queda esparcida por el empedrado de las últimas calles de la estación de penitencia de tus hijos. El sueño de todo un año de espera muere en escasos instantes. Los versos mejor escritos vieron morir su última rima. La exacta medida encuentra su fin en la última palabra que se repite puntual en las reminiscencias del Parasceve que anida en la espadaña de la Morada del eterno Gran Poder: Soledad.

                              

No existen las casualidades, es el destino providente de mi Dios quien me llevó a llamar al dintel de Tu puerta abierta a mi morada final. Ese Día que me marche quiero estar a solas contigo Soledad. No quedarán lágrimas por derramar ni sueños que despertar. Junto al Señor y a Ti todo lo que siempre anhelé alcanzar por fin podré abrazar. No necesitabas palio que cubriese tu llanto, es el Cielo de Sevilla perpetua bambalina que se mece al son de oraciones y plegarias que resuenan entre coros de ángeles y en labios de sevillanos en la memoria.


A la familia Jiménez Díaz




sábado, 30 de abril de 2011

LOS ARMAOS DE LA MACARENA EN SAN LORENZO



LOS ARMAOS DE LA MACARENA EN SAN LORENZO

La Plaza esperaba al Señor entre lágrimas, emociones contenidas y con la expectación propia ante el amenazante plúmbeo cielo que la cubría. El sueño de los devotos del Señor se desmoronaba por momentos, el anhelo se desvanecía entre promesas y rogativas, pero la fe en el Dios del Milagro permanecía inalterable y sin fisuras. Los ojos rasgados de la Ciudad comenzaban a humedecerse y la Giralda miraba hacia ninguna parte en búsqueda de un inalcanzable Parasceve. Negros ruanes alcanzaban la Basílica y el Templo de San Lorenzo, caminando entre estrecheces y siempre bajo la atenta contemplación de los fieles que quedaban sobrecogidos a su paso. La noche que envuelve la Ciudad entre cíngulos y espartos, musicalidad y silencios, algarabía y luto, reposaba sus manos con arrogancia, sembrando incredulidad en cada plaza, callejuela o avenida.

El Credo cierto prendía su mirada hacia las puertas del Templo buscando al otro lado del umbral siglos de encuentros y prerrogativas. La prodigiosa zancada del Señor se alargaba en los palpitantes corazones de sus fieles y devotos que comenzaban a percibir sobre sus rostros la translúcida caricia de esas manos poderosas que nos soportan, y al tiempo, alivian nuestras carencias existenciales.


El eco de los tambores de la Centuria Macarena, como inquietante murmullo, comenzaba a hacerse notar en la Plaza. Su resonancia se acrecentaba y se percibían los primeros rumores de metales. Llegaron los Armaos de la Macarena y la Tierra se estremeció. Un redoble destemplado del cabo Hidalgo provocó un compartido suspiro entre los devotos del Gran Poder. La Centuria Macarena atravesó el corazón de Sevilla en honor a "su Gran Poder" partiendo la Madrugá en dos mitades simétricas; La que reza a diario al Dios de San Lorenzo y la que se conmueve al mirar a los ojos de la Esperanza. La Basílica abría sus puertas al piadoso ejército de San Gil que a punto estaba de iniciar su anual y pacífica reconquista del corazón de Sevilla.

Se marchaba la Centuria destilando amorosamente esas notas excelsas que dictó en inigualable Madrugá la Reina de Sevilla al oído del maestro D. Pedro Morales y que éste templando sus manos plasmó sobre pentagramas de ensueño. Nuevamente las lágrimas se apoderaron de las miradas de los privilegiados invitados a una nueva Concordia entre devotos del Señor e hijos de la Esperanza.

Momentos fugaces y etéreos que cada anochecer de Jueves Santo preconizan la inminencia del milagro. Instantes que quedan esculpidos por la fina gubia del Señor de Sevilla en los corazones sedientos de su misericordia. Bendita Centuria Macarena, hijos privilegiados del Atrio, Heraldos de la Señora de mayor belleza y pregoneros excelsos de la más dulce poesía envuelta en la más sublime prosa que conocerán los siglos.

Conmovedores silencios penetrantes de Sevilla y sutil fragancia macarena que va destilando amor y fervor por cada sendero que van surcando por la empedrada realidad sus Legiones Romanas. Se marchan Los Armaos acelerando el paso para cubrir el más privilegiado honor que todo buen cofrade que se preste soñará siempre alcanzar. Amarrarse a las manos de su Señor de la Sentencia y abrir paso a los verdes terciopelos que nos llevarán al más deseado Atril de hermosura: Nuestra Esperanza Macarena.

Blanquecinas nubes algodonadas entre corazas, destemplados sonidos descendidos de la Gloria y macarenos asomados al azul Atrio bajo la ansiada Espadaña se eternizaban sobre la faz del Gólgota sevillano. Sevilla volvía a llorar como llora cada vez que mira a los ojos de su Esperanza Macarena. La transustanciación Divina de la noble madera quedó en el interior de la Basílica buscando otra Madrugá distinta a la esperada, esa Madrugá que llega cada día a habitar los balcones vacíos de la memoria; a curar las heridas de la desesperación y del olvido; y a tejer con finas puntadas de amor la creciente e inquebrantable devoción al Gran Poder.

La angustia se apoderó de toda una Ciudad que cercana estuvo de acariciar con sus manos su mayor Gloria. Corazones rotos en mil pedazos por las crueles aguas que rebosaron a destiempo sobre las paredes de la sutil vasija que cobija nuestros sueños. Sevilla vuelve a retomar con firmeza el pulso perdido y torna su mirada hacia la Señora de su vida y hacia su Dios, nuestro amado Señor, por siempre Gran Poder.

Texto: Jordi de Triana
Fotografías: Rogelio Fajardo y Tomasz Mroz

sábado, 16 de abril de 2011

VIRGEN DEL VALLE



VIRGEN DEL VALLE


No necesito mirar al Cielo para buscar un rayo de luz entre nubes y claros que preconicen una Semana Santa plena de emociones y hermosas estampas. He podido ver ese Cielo dibujado en los ojos de la Virgen del Valle. Las desgarrantes notas que brotaron desde las entrañas de la Anunciación me hicieron ver que no existe amor sin dolor, ni Dios sin sufrimiento. La belleza de nuestra Virgen es etérea e insustancial si camina en distinto sendero que esos cristos vivos que a diario visten la túnica de la incomprensión y el olvido por nuestras calles. La Virgen es la fiel imagen del desgarro envuelto por el incesante llanto que surca sus rosadas y frágiles mejillas.

Cada Viernes de Dolores la Hermandad del Valle vuelve a su pasado y abre sus puertas a Sevilla para proclamar el amor a su Madre. En la cima de un monumento de luz y armonía asoma la belleza incontestable de la Virgen del Valle. Es su rostro un poema de amarguras y anhelos que se cumplen en cada mirada que prende hacia la solemnidad del majestuoso altar de cultos que converge hacia la Gloria.

La Función Principal de Instituto en honor de Nuestra Señora del Valle representa la más solemne expresión de culto a la Madre de Dios. La majestuosidad del evento queda envuelta bajo la genial aureola sonora compuesta en pentagramas de ensueño por el maestro compositor y devoto de la Señora, Gómez Zarzuela. El acto de Protestación de Fe de los hermanos de la Archicofradía nos devuelve a la Sevilla nostálgica e imperecedera que renace cada año en el ocaso de la Cuaresma y en los albores de la Semana Santa. Cada pisada es un misterio, cada palabra un deseo y cada gesto un tesoro resguardado en las cavernas del alma. La fortaleza de quienes acuñan casi un siglo bajo sus hábitos nos hace sobrecoger y sentir cuanta certeza duerme en la inclinada caricia de la Virgen del Valle.

Las lágrimas de la Dolorosa son afluentes del más conmovedor río de hermosura que lejos de morir en un mar de sueños, revive en el latido de cada uno de los corazones de sus fieles y devotos. He vuelto a caminar hacia ti, mi Virgen del Valle, y has vuelto a conquistarme por completo. He sentido sobre mi pecho el dolor que te oprime y he vuelto a gozar con tu presencia.

La cofradía del Valle volverá a surcar las entrañas de Sevilla en el anochecer del Jueves Santo. Volverá a habitar los balcones vacíos de las ausencias y a ser preludio cierto de la noche por excelencia de la Ciudad. El incesante llanto que embarga a la Virgen conmoverá a los hijos de la Ciudad y como desgarrador quejido llegará hasta el mismo Cielo. Serás tú Reina del dolor quien haga asomar entre las primeras cortinas de la Madrugá a la ansiada Luna del Parasceve. En cada nota que nazca de las entrañas de la música sentiré que se me marcha la vida y al mirarte, Madre mía, creeré alcanzar la Gloria con mis manos.

Las esencias del más puro clasicismo sevillano destilarán pureza y elegancia por los empedrados senderos que surcan la Ciudad. Todo en la Virgen del Valle es un alarde, como alarde es su palio y el poema sinfónico que todo lo envuelve. No necesito mirar a ese Cielo porque volveré a encontrarlo dibujado en los ojos de la Virgen del Valle.




Dedicado a quienes se marcharon de esta vida y alcanzaron la eternidad del Jueves Santo junto a la Virgen del Valle.


martes, 22 de marzo de 2011

LA PRIMERA COFRADÍA ESTÁ EN LA CALLE


LA PRIMERA COFRADÍA ESTÁ EN LA CALLE

(A la FUNDACIÓN FUNDACEC -CUIDAR EN CASA- y a la memoria de mi amigo Iñigo Sopeña)



Recién asomados al balcón de las ansiadas vísperas miramos al pasado con nostalgia. Ramilletes de azahar adivinados entre copas de naranjos preconizan la inminente llegada de las más hermosas Flores caminando entre varales de amor, nuestra Ciudad volverá a ser el preciado lienzo sobre el que los pintores celestiales dibujarán los más hermosos paisajes de pasión y muerte.

La penúltima Luna llena se asomó entre estrellas costaleras por el añil firmamento que nos gobernó el pasado sábado. La próxima brotará entre blondas de espumas y cortinas de seda y bajará como sutil saeta para anidar en las miradas de las dos esperanzas de la Madrugá, aterciopeladas caricias que llegarán desde los dos viejos arrabales sevillanos embebidas de fresca brisa.

Buscaremos en nuestros sueños el descender de niños nazarenos pertrechados de hábitos inmaculados y espartos por la rampa del Divino Salvador y la Cruz de Guía de la Hermandad de la Paz, blanquecina caricia del Porvenir, abriendo de par en par el portalón de una nueva Semana Santa.

Reabriremos las puertas del Templo de San Lorenzo para recobrar los pasos de la anhelada Soledad, veremos a Dios caminar por las calles de Sevilla y madrugar a los ángeles dormidos de San Román para asomarse a la ventanilla del recuerdo al compás del Señor de la Salud.

En el Cielo de Triana imaginaremos ese Sol radiante que cada Domingo de Ramos es eclipsado por la resplandeciente Luz de la Estrella y de la guapa niña que duerme en su regazo, lo alcanzaremos el Miércoles Santo en el Puente de San Bernardo en la bellísima conjunción de metales que nos acercan al Señor de la Salud y a su Madre del Refugio.

Trataremos de adivinar cada palabra en el más hermoso diálogo de Sevilla entre notas de Amarguras, ojearemos el mismo Cielo que busca la mirada anclada del Cachorro en su eternizada agonía o buscaremos entre un bosque de blanquecinas plumas, las manos amarradas del Señor de la Sentencia.

Nuestros sueños se desvanecen entre hermosas estampas del pasado y se acrecientan en la ilusión de una inminente nueva Semana Santa. Una densa nube de oscuras cenizas nos impide ver la Cruz de Guía de la primera cofradía que recorre las calles de nuestra Ciudad. Interminables tramos de agonizantes nazarenos que buscan con su mirada la ternura de nuestro Dios en el Cielo, penitentes que cargan con la última Cruz de sus vidas, costaleros de vencidas cinturas que a penas fuerzas tienen para enderezar sus agotados cuerpos y notas tristes esparcidas sobre desgarrados pentagramas.

Dios nuestro Señor muere en cada mirada, sus llagas se abren en cada quejido y nuestra Bendita Madre es plegaria en cada lágrima que resbala por las enfermizas mejillas de sus hijos.

Tambores destemplados llaman al dintel de nuestros corazones. La cofradía de la Luz y la Esperanza a punto está de inundar nuestras calles de anhelantes sutiles caricias de parasceves de misericordia. Cada hermano de tan magna procesión es un Cristo vivo errante por un camino de amarguras que busca la ayuda cirinea del prójimo.

Áspero itinerario entre cardos, hojarascas y espinas que conducen al lecho del último sueño. Saben bien que han iniciado el camino de su penúltima estación de penitencia, la próxima eterna cofradía los hará alcanzar la Santa Morada junto al Padre. Esta penúltima estación penitencial debe quedar como dulce reminiscencia para ellos y para quienes les acompañan en el sufrimiento. Con nuestra solidaridad y amor sembraremos rosas y comprensión en su camino.

Seamos como esos benditos ángeles vestidos de blanco que dejan corazón y alma en cada gesto, palabra o mirada en las habitaciones de nuestros hospitales y en cada lugar necesitado de caridad y amor, irrefutables caminos que nos llevan al Señor.

La primera cofradía ha puesto su Cruz de Guía sobre los adoquines de Sevilla, abramos puertas, ventanas y balcones y dejemos pasar a cada Cristo vivo hasta la profundidad de nuestros hogares.


jueves, 17 de marzo de 2011

PRELUDIO MACARENO


PRELUDIO MACARENO

Es Tu ausencia, vacío que anida en mi alma. Vivir en Tu cercana presencia me lleva a encontrar la ansiada calma.

El anclado pasado es camino transitado y el bienhallado presente palpable relente que mira hacia el cercano futuro de frente.

El preludio del encuentro es primorosa espera, aspirada delicia, haz de primavera e impoluta caricia de un serafín destello.

Hermosura perfilas en sublime sonrisa, elegancia destilas en cristalina brisa y desgarro es Tu pena, doliente espiga.

Entre lienzos de ensueño se dibujan tus morenos perfiles. Es Tu palio pincel que se recrea en la estrechez de Placentines.

Busco Tu mirada entre los callejones de la nostalgia y entre los balcones de la memoria. Por fin logro alcanzarla en las plazuelas del recuerdo.

Beber de tu fuente es bálsamo eficaz que mitiga las corpóreas dolencias y que desvanece las lágrimas por las ausencias.

En una esquina esperan en dulce palpitar centenares de corazones macarenos. Embebidos de vivencias en delirio reclinar asoman a Tu cadencioso revirar.

Lloran hasta las azucenas de la Catedral al presenciar la más excelsa revirá que conocieron los siglos, en Relator cortina de encaje y, en Parras caricia de Cielo sobre pies de costaleros.

Se consume la cera y se marchitan las flores, se inclinan los metales y la mañana asomada al Atril de Tu belleza te implora profundos poemas de amor.

Duele el quejío que brota de la saeta asomada a un balconcito cercano a la Gloria, conmueven las lágrimas de la niña que mira a la abuela y el contagioso escalofrío del impresionado gentío.

Quiero sentirte llegar entre varales de plata, oler el incienso que precede tu pisada y oír las primeras notas de la sublime sinfonía de compases destilados en pentagramas de ensueño.

Pero no quiero verte pasar Macarena y perderme en el horizonte de tu lejano manto, para con ello sentir que de mi vida te separas y que nada me queda.

Lúcido desvelo en el anochecer, opaca soledad de la espadaña que te espera despierta y lágrimas de nácar del Arco, Puerta del Cielo.

El Atrio es alfombra bañada de ilusiones que habitan en el regazo del preámbulo de la inminente Madrugá.

Tambores destemplados que suenan por la Resolana recuerdan a Abelardo y al Pelao. En el Reino celestial una niña morena llama a su Virgen guapa.

Nos queda esperar que en noche de luna llena una nueva Madrugá baje del Cielo para besarle las manos a la Esperanza Macarena.


Texto: Jordi de Triana
Fotografía y dedicatoria: Luis M Jiménez y a su madre.