domingo, 25 de febrero de 2018

PRELUDIO DE RUÁN Y ESPERANZA


                                 PRELUDIO DE RUÁN Y ESPERANZA
Bajo las opacas bambalinas de la eterna Madrugá de Sevilla y al trasluz del Parasceve renacen certeros augurios del prodigio de los tiempos. Se acelera el ritmo de la Ciudad bajo la aureola del cercano milagro. La noche de los más sublimes contrastes renace en el ocaso de un espléndido Jueves Santo. La Virgen del Valle y los conmovedores sonidos que acompañan a su inconsolable llanto nos transportan al pasado. La Sevilla imperecedera retoma su pulso vital en el culmen de la primavera.

Transcurren el tiempo y el paso de los sevillanos, no obstante queda la esencia. Se repite año tras año una misma Historia, y no por ello, deja de sorprendernos. La Giralda, vieja centinela, asomada al ventanal que alza al Cielo sevillano pregona piropos que mueren a orillas del escarchado Guadalquivir. Los más hirientes silencios penetrantes se clavan en la inmortalidad del alma. La niña adormecida en el regazo de la maternal Sevilla está a punto de despertar del sueño profundo del preludio. El Dios del milagro, que nos resguarda ante la adversidad cotidiana, alargará su zancada poderosa sobre cada palmo de la Ciudad.


Estremece el gentío ante el rufar de destemplados tambores macarenos que hacen tambalearse a los sólidos cimientos de la vieja Híspalis. Pertrechados de corazas de amor y escudos de fe apresuran las legiones del Imperio del Atrio. Reguero de plumas al viento y decididas pisadas entre costeados vaivenes acarician los alfombrados senderos del Gólgota sevillano. La invicta Centuria Romana inicia el camino de la pacífica reconquista del corazón de Sevilla.
Enmudece la Plaza partiendo el alma de la Ciudad en dos mitades simétricas. Lúcidos ruanes de la nostalgia entre copas anidadas de vencejos asoman al zaguán de la memoria. Trémulas callejuelas entreveradas de morados y verdes alzados terciopelos fluyen hacia el anhelado Paraíso macareno.

Hirientes escalofríos bajo los baldíos balcones del pasado, temblorosas manos descansadas sobre el pretil del último sueño y suspiros que pueblan el ánima. Esencias de pura sevillanía destilan por doquier por San Lorenzo y San Gil.
Duelen las ausencias, inquieta el silencio desgarrador de la enmudecida muchedumbre, ciega el destello de los candiles y ensordece el murmuro de la brisa que susurra a la cercana arboleda.
Huelgan las palabras, afloran los sentimientos y la eterna Ciudad alcanza su mayoría de edad ante la mirada del Gran Poder de Dios. Se paralizan los corazones y la arena del tiempo comienza a vertebrar las primeras cuentas de una nueva era.
Emerge de sus raíces el más profundo sentimiento macareno. 365 días de amor a la Esperanza y una única Madrugá de reencuentros con quienes fueron y seguirán siendo parte de nuestras vidas. Los devotos del Señor descalzan sus pies para acariciar los gélidos mármoles de la fervorosa admiración. Chirrían los portalones al tañido de campanas y comienzan a desgranarse emociones ante siglos de miradas. Todo acontece a la hora esperada y en lugar exacto, Sevilla siempre Sevilla, a los pies del Gran Poder y la Esperanza.
Fotografía del maestro Enrique Ayllón.

sábado, 11 de noviembre de 2017

CERCA DE TI, SEÑOR


CERCA DE TI, SEÑOR

Me duele en lo más recóndito,
Señor mío saber que has caído.
Si bien lejos de perder has vencido,
reinando tu victoria hacia el infinito.

Del dulzor de tus labios brotará el grito
que nos devuelva al camino perdido,
apartándonos del dolor más temido:
navegar lejos de nuestro Dios bendito.


He deambulado lloroso y sin abrigo,
alivio hallé cuando tendiste tu mano
y honraste mi vida al ser tu testigo.

Clamo a viva voz el sueño que persigo,
que cuando me aparte de lo humano

vuelva a gozar la dicha de estar contigo.

viernes, 20 de febrero de 2015

LA CONVERSIÓN DEL ATEO



LA CONVERSIÓN DEL ATEO

¡Dios que no existes!, ¿Por qué llamas a mis puertas en primavera? Prende el azahar en los naranjos que moran junto a mis ventanas. Sufro el vértigo desde la azotea en la caricia de la brisa que airea mis nublos pensamientos. Trato de entender y entender no puedo, trato de sentir y sentir no puedo. Concibo el castigo cruel de los inquisidores pensamientos que me embargan en la soledad de las mazmorras infinitas del ocaso. Veo hombres arrugados por el transcurrir del tiempo que caminan con la firmeza de zagales. En el silencio de la noche percibo voces roncas, el tañer rotundo de un martillo y el deslizante rachear de alpargatas que arrastran cajones sobre los que emergen siluetas fantasmagóricas. En la cima de la urbe, los olivares de El Aljarafe hermosean los ojos de la Ciudad en la puesta de Sol. Algo misterioso se trama en la obscurecida atmósfera que resguarda el sueño de los mortales. Las campanas de la torre alta tañen distintas, se desvelan espectros luminarios y se encienden luctuosos presagios. La mañana se abre con la pureza de los jazmines y la sutil resonancia de las fuentes. El embrujo del Barrio de leyenda se filtra por los resquicios de las forjadas portezuelas. Las calles son un ir y venir de incansables seres oscuros, barnizadas sus frentes por cenizas. ¿Pescador de hombres? ¿Acaso, no nacimos para pescar y no ser pescados?
  
¡Oh Dios, que no existes! Te empeñas en hacerme cordero manso de tu rebaño. Mi destino no tiene más dueño que la soledad del último aliento y el atroz zarpazo de la guadaña. Nada habré que encontrar tras la partida, ni espíritu ni materia, sólo tristeza y olvido. Tanta transfiguración me aturde y el murmullo de la gente me inquieta. Miel en los dulces de los escaparates de las confiterías y miel en los labios contemplativos que miran en las profundidades de los templos a un ser inerte que llaman Cristo. Desde los goznes observo figuras de mérito labradas sobre madera y barro. Centellean preciados metales fundidos, sutilmente embellecidos por hojarascas, frutas y otros ornamentos barrocos. Montañas de cera y el incienso embriagador del atardecer, conforman un paisaje majestuoso e incomparable. Lágrimas en las miradas de las abuelas que bajan la pronunciada rampla y sonrisas en los niños que acarician tiernamente. Cuanta desmedida en los gestos y en el camaleónico entorno trasversal que contornea las siluetas de las plazas de los renombrados Juanes: Mesa y Montañés, autores inmortalizados por quienes ven vida más  allá de la madera.

Todo resulta tan incomprensiblemente hermoso como lejano a la realidad que nos ocupa. La enajenación transitoria alcanza el punto álgido cuando una Luna que buscan como el niño a la cometa enredada en los ramajes de un árbol, aparece como peineta castaña sobre las sienes de Sevilla. Siluetas oscurecidas y silenciosas, cual sambenitos saboreando el amargor del martirio circunscriben las estrecheces de las pavimentadas arterias en reclamo de un corazón que late en los más recónditos retiros. Espartos ceñidos al talle, altos los capirotes, descalzados o provistos de sandalias o alpargatas desaparecen como sombras por los contraluces. En las antípodas destellan morados y verdes capirotes, lúcidas vestimentas y el rumor estridente y confuso de la muchedumbre enaltecida. Dos mundos paralelos y distantes que buscan encontrarse en la llamada Cruz de la Campana para a posteriori apretarte por las angosturas de la calle de las Sierpes.

No puedo conciliar el sueño, despierto destemplado por el sonido de unos tambores y desciendo a encontrarme con la faz de la noche, me deslizo por los callejones contiguos a la Muralla y observo atónito la restauración del Imperio de Julio César. Válgame el cielo, que estos romanos son distintos. Llevan el sol resguardado en las corazas, caminan marcial y armoniosamente. Un mar de blancas plumas inunda el caudal central ocupado a uno y otro lado de la vereda de sendos tramos de creyentes extasiados. Afiladas lanzas y semblantes irradiados de esperanza, llantos en los balcones. En la distancia, brazos de hierro se extienden por entre las barandas y los ahorcados geranios, tratando de desatar de manos al que pregonan entre saetas y salves, Señor de la Sentencia. Interminable goteo de ropones albinos y capirotes verdes que desfilan por delante de los macarenos y al fin reluce una estrella revestida de verde  sobre un lienzo rojo. La Stella matutina reinando en noche entre gris y tinieblas, otro destiempo que sumar a desbordante desmedida. Divagante y prisionero de las tan punzantes dudas existenciales atisbo algo más que madera en un perfil sonriente y lacrimoso. El diálogo de las miradas devora ferozmente mis tímpanos. Incrustadas mis retinas en tan sublime aparición, hombre de piedra en mi fachada, llanto siento en mis adentros. Mis ojos otrora alienados a la incredulidad se someten al pasar La Macarena.

Retorno al encierro de mi claustro, sombría primavera, jubiloso y sonriente. Divagante en unos pensamientos irreconciliables con el sueño, vuelvo a calzar mis pies en búsqueda de más miradas. La noche cabalga como el jinete que muestra el camino al Señor que cae por La Magdalena tras haber dejado a las espaldas a Triana. Entre mares de Esperanzas se hizo la Madrugada. Guadalquivir de cristal y encajes para una Señora de ojos grandes y negros. No anda el palio sino navega sobre un río profundo y la brisa que acaricia su cara gitana. Espíritus de alfareros y mareantes custodian el cofre sagrado de la mayor belleza. Todo transcurre tan deprisa como la sombra de un Hombre dramáticamente muerto, que cuelga de un madero, al que nombran como Calvario. Realmente asombra y duele la crudeza de tan desgarrada aparición.

A punto de desperezar la alborada la mirada se me pierde en una zancada y el sutil vaivén de las vestiduras de un ser poderoso que con templanza en un minúsculo parpadeo surca los entresijos de un estrangulado camino, para alcanzar la Plaza. La luz de su trono destella sobre la arboleda y hace despertar a los dormitados vencejos que revolotean como las desaparecidas golondrinas de Bécquer. Cantan al Señor con el dulzor de los ángeles que lo acompañaron en su peregrinar de 7 horas por veredas de ensueño. Su rostro de tinte ciscado dilata pupilas y hace hablar hasta a los que duermen el sueño eterno. He visto esa cara sufriente en otros muchos lugares, en portales desabrigados, en gélidos bancos abandonados, deambulando sin destino cierto, asechados por la pobreza. Y ese leño que abate su hombro, lo pude ver doblegando a enfermos en hospitales, a humanos vacíos por ausencia de sus seres queridos en tanatorios y camposantos.

Es éste, mi Señor y no otro. Dios en el que desconfié y ahora creo. La pieza perdida del desarraigado puzle de mi existencia se encuentra en esas sus manos poderosas que mueven el mundo. Sea en el ser supremo, Dios Padre, la fuerza ordenadora que da sentido al complejo sistema Universo. Entienda la razón humana que tras la hecatombe de lo humano, se eleve el alma inmortal como la nubecilla de incienso que en la oscuridad, oculta la silueta del que a bien dicen Todo lo Puede. Gran Poder, poderoso e imperial Rey del Cielo y de la Tierra. Astillas somos de su madera, espigas de trigo esparcidas por el pan de la abundancia amorosa del Cristo humanizado que murió como sacrificado cordero para liberar nuestras manos de culpas.

¡Oh Dios, que moras en el interior del corazón de tu hijo pecador! Llévame por el sendero de tu Gloria y cuando las fuerzas me falten y mi existencia decline en el último hálito, aparta la Cruz de tu hombro, que yo apartaré cardos y espinas de tus pies, tómame de la mano y llévame a ese Cielo que pregonan tus labios de miel y sangre.

sábado, 10 de enero de 2015

A D. ALFREDO ÁLVAREZ MENSAQUE, NUESTRO HERMANO MAYOR.



A D. ALFREDO ÁLVAREZ MENSAQUE, 
NUESTRO HERMANO MAYOR.

Hoy, Padre mío de las Tres Caídas, has llamado a Alfredo a tu lado. El sueño de cada nueva Madrugá de Viernes Santo será una auténtica realidad en su sentir del día a día. Queda una huella imborrable esculpida en el ancla que llevamos en el corazón. Parte de mis años perteneciendo al grupo joven de la Hermandad se marchan al Cielo contigo. Quedan tu humanidad y abnegación en la entrega por todos tus hermanos. Lejano a todo protagonismo, entregaste lo mejor de ti por convertir nuestra Hermandad en una gran familia. Miles de latidos unidos en sístole y diástole en la grandeza emocional y espiritual que conlleva pertenecer a la Hermandad de la Esperanza de Triana.

Sentimos el abrazo de nuestro Cristo, que levanta de su Tercera Caída para hacer de su bondad el pan nuestro de cada día. Naufragar en unos ojos negros que iluminan desde San Jacinto o Pureza a las naves que contornean por las espumas blancas del viejo Río, compañero inseparable de añoranzas. Duele ver como tu existencia marcha por otras veredas, pero bien ha querido Cristo que el insufrible peso de la cruz se apartara de tu cuerpo, para fundir tu alma revestida de verde Esperanza y alzarla allá más arriba del lugar que ocupan las lejanas estrellas. Comenzar a contemplar otros verdes paisajes en la misteriosa eterna Triana adornada de geranios, damas de noche y lustrosos azulejos. Esa gran vasija de porcelana que contiene en su interior la justa medida del amor más grande al Dios bendito jurado por los hijos de Triana que duermen el sueño de los justos.

Llevará nuestra Esperanza tu nombre dibujado en sus lágrimas y nuestro Cristo en su rostro dulce y templado. Capirotes morados y verdes, música de ángeles y un lazo negro de riguroso luto en los varales de nuestra Madre. No podemos disimular nuestra tristeza en este frío y grisáceo anochecer. Nuestros titulares permanecen inmutables al paso de los siglos y nosotros pasamos como sombras de nazarenos caminando por las oscuras callejas de la Ciudad. Alfredo no pasará, pues no existen límites ni muros infranqueables para la Esperanza. La que nunca abandona a sus hijos y consuela a los que lloran por la marcha de un ser querido no permitirá que te apartes para siempre. Hoy estarás en el Paraíso por nuestro Cristo de las Tres Caídas prometido, gozando de su misericordiosa presencia. Descansa querido Alfredo, rezaremos por ti y por tu alma, arrodillados ante el semblante de nuestro Cristo de tez morena.

Te llevaremos siempre en el corazón y en las remembranzas de los brillosos amaneceres que anuncian la vuelta a Triana de nuestro Cristo. Y el admirable paisaje de una luz que destella y resplandece admirada por la contemplación excelsa de la belleza más imperial de todas las Dolorosas de Sevilla, que toma la Avenida mecida por marineros que reman bajo su verde palio, nao también revestida de verde como el manto de su Capitana soberana, Reina del Cielo y Esperanza de Triana.


domingo, 21 de diciembre de 2014


 
                                        MACARENA QUE BAJAS DE LOS CIELOS

Un gozo profundo recorre como inquietante escalofrío el cuerpo de los macarenos. La que nació hace más de 2000 años vuelve envuelta por una aureola dorada para situar su mirada frente a un goteo incesante de fieles. Heridos de amor cicatrizan sus heridas, bastando únicamente unos segundos frente a Ella. La caricia de labios sedientos que buscan beber de la fuente de la gracia, colman de parabienes sus corazones destemplados.

Las niñas grandes que esperan más pronto que tarde reencontrarse con los suyos, que duermen hace tiempo en el regazo de la Esperanza, acuden con la ilusión de niñas vestidas de primera comunión. La Virgen que sale cada día de su casa para atemperar el camino espinoso de los que sufren en hospitales, tanatorios, cementerios y de quienes también padecen la condena de la soledad o viven atadas a su propia cruz de madera.


La historia de la Hermandad está envuelta de misterios y tristes sucesos. Las gubias que labraron tan hermosos perfiles jamás serán descubiertas. Sólo el Señor que ata sus manos para desatar las nuestras pecadoras y Ella, conocen tan recóndito secreto. Sabemos que cumple años cada primavera y que florece como jazmín de Madrugada cuando la luna se hace palio sobre un cielo color tinieblas. Sabemos que Sor Ángela pasa esa noche insomne e inquieta junto a sus niñas de pardo hábito. Sabemos que las callejuelas del arrabal macareno se convierten en arterias pavimentadas que apuntan al Camarín que es lienzo terrenal bajado del mismo Cielo.

Se abren radiantes de Sol y brillo las puertas del Atrio tras atravesar el Arco por excelencia de la añeja urbe romana. Pasará la Macarena dejando su irrefutable huella en cada lugar forjado por un sentimiento inenarrable. La pasión se vive por dentro, se escenifica en ocasiones en sonrisas y lágrimas gemelas a las que relucen en los perfiles mejor cincelados del Universo. La fe de toda una Ciudad puede intuirse en las miradas que convergen hacia un único punto, atril de la más excelsa poesía.

Revuelo de palomas invisibles sobre la espadaña cuando los pentagramas airean las notas desgarradas de Cebrián, la marcha susurrada por la Esperanza al oído del maestro Morales días después de que mi madre me regalase el don más preciado o Pasa la Macarena, como pasa cada instante orillando por entre los recónditos rincones ávidos de sus caricias. Etéreas y pasajeras son los amaneceres que alumbran la basílica Macarena, duradero el paso de la Señora por nuestras vidas. Principio y fin del ocaso fugaz de nuestra terrenal existencia.

sábado, 13 de diciembre de 2014


                                               DULCE PUERTO DE ESPERANZA

Agonizante la noche del alma, se encenderá la llama del lucero del alba. Brotarán la hermosura y la gracia, acariciando descalzada un gélido mármol de sal marinera. La virtud teologal enclaustrada, tras las rejas aflora y se erigirá la columna más realzada. En tus manos la llave que abrirá la celda de mis desdicha, mi corazón parecerá morir en vida y mi alma elevarse a tus ojos brillosos.

Cada lágrima que brota de tu caudal de hermosura es mar celeste y faro donde perdidos navíos encuentran tierra firme. Anhelantes tus hijos besarán tus manos expuestas, haciendo reales sus anhelos. María eres custodia íntegra de nuestra fe y puente seguro para las barcas que vuelven a Triana navegando aireadas entre brisas mañaneras.

Venerada Esperanza, sin edades ni tiempo, tu juventud permanece inalterable a los relojes. Como en marcada Madrugá de primavera quiero sentirte caminar por las empedradas calzadas que convergen al Altozano y ser uno de tus verdes heraldos nazarenos. La vida se me apaga, presiento más cercano el fin que el inicio. Cuando llegue mi hora no quiero lágrimas ni tristeza, porque nada me hará más dichoso que vivir para siempre a tu lado.

sábado, 6 de diciembre de 2014

                                               LA SOLEDAD DEL ARTISTA                              (al maestro Navarro Arteaga)

La soledad acompaña al artista en su taller, es su silenciosa compañera en momentos de profunda reflexión. En el vértigo del primer golpe de gubia, ceniza profética de todo un mundo por descubrir, el autor crea un muro a su alrededor, obviando lo superficial y buscando en el amor infinito de Dios para hallar la inspiración necesaria para transformar la madera en las hechuras del Divino Redentor. El sueño lentamente deja de ser quimera para mostrarse como palpable realidad ante unos ojos ciertamente sorprendidos. Deja de lado el instrumental para ceñir entre sus manos con total suavidad, el atisbo del Cristo sufriente que tras ser consagrado será venerado por generaciones de fieles. Será tesoro en el corazón de quienes buscan la misericordia de Dios en una talla, encarnadura reflejo de la humanidad del Pescador de hombres.

Percibirá una suave brisa en las noches de insomnio al contemplar unos labios implorantes que se dirigen al artista en un lenguaje ininteligible para los oídos, únicamente codificado en el lenguaje universal de la fe. No llegará nunca el imaginero a forjar en sus adentros los confines de su acabada creación y la repercusión que llegará a tener en quienes colman la sed de su espíritu con tan inagotable manantial de bondad. La familia y la fe son los sólidos báculos que sustentan al tallista en los momentos que navega sin rumbo cierto, por las inconexas lagunas de la otra soledad, que lejos de contextualizar un paisaje de paz, lo embarga en los vacíos existenciales del alma.

El Cristo de Pasión y Muerte nace fruto del apego del maestro Navarro Arteaga por su oficio y su afán de superación. De hacer realidad el sueño de un joven e ilusionado artista, valiente en tan delicado menester. Que mejor modelo que el Mentor de la humanidad para propagar el catecismo en la belleza estética de la ternura de un Cristo, que lejos de la quietud de los imprescindibles legados entintados, va conformándose en la tridimensionalidad del ser humano. Algunos dicen que vive, otros que duerme e incluso que reposa inerte e ingrávido. Extiende sus brazos que portentosamente cargaron con la Cruz para entregar su último aliento enclaustrado en sus celdas martirizantes. La dulzura de su declinado rostro nos apena, pero en cambio su Luz radiante nos hacer ver más allende de lo humano y nos eleva como místicos condescendientes al milagro de la vuelta a una vida eterna y hermosa.

No necesitamos acariciar sus llagas ensangrentadas para creer en Él. Como buen Pastor su rebaño le sigue confiado e incondicionalmente. El culto diario, las miradas envejecidas que se clavan en su rostro, los cristos vivos que son alimentados de pan y amor en su nombre, y los hijos que durmieron para despertar a su lado dan sentido a la Imagen de nuestro amantísimo Señor atado de clavos e instrumento de evangelización. Un único Dios que Sevilla muestra en distintos momentos de su Pasión, Muerte y Gloriosa Resurrección bajo distintos trazos de notable belleza.

El imaginero posee inalienablemente el derecho moral a la paternidad de la obra, que incluye la integridad, conservación y respeto de la misma, independientemente de existir un contrato de cesión o venta. Trascendiendo de los derechos que le amparan según ley, merece el trato que como creador de la más sagrada esencia de la Hermandad se ha hecho merecedor.

Con estas líneas trato de hacer justicia con un hombre de bien, que está dejando en nuestra Semana Santa y en otros lugares allende nuestras fronteras una huella que perdurará en el tiempo para el goce de futuras generaciones.


Un necesario ánimo reconciliador me hace abrir una puerta al entendimiento. Me duelen las cosas de mi Ciudad y todo aquello que cause tacha entre quienes comparten conmigo el credo que proceso. La complejidad del ser humano lo lleva a la enemistad con el semejante, su simplicidad a amar sin límites. Los católicos como seguidores de Cristo somos sus herederos universales y las antorchas que apagamos o encendemos con nuestros actos cegando o alumbrando a quienes no tuvieron la fortuna de encontrar a Cristo en su senda amorosa.

Paz y bien a todos mis hermanos.
                       

domingo, 26 de enero de 2014


PRELUDIO

Velan los sueños las reminiscentes sombras pasionales, resuenan en los tímpanos de la melancolía redobles acelerados. La brisa serena del Guadalquivir acaricia las forjadas barandas de los balcones que esperan abrir de par en par sus almas transparentes. Tiznan la anochecida los ciscos incendiados y relucen en las calles los candiles refluentes del ayer. Buscamos en las copas de los naranjos el inigualable olor balsámico que nos alcanza al pórtico de la dicha plena. Comienza a despuntar un nuevo amanecer en el barrio de Triana. 

Laten en nuestras calles y plazas los corazones de los hijos que vuelven al calor de la Madre en la majestuosa Madrugá de Sevilla. La Esperanza nos cubrirá con su manto protector y borrará con su mirada todo dolor profundo de nuestros adentros. Florecerá la Flor entre las flores en el jardín de los anhelos y germinarán las semillas devocionales en el fruto del amor. La metáfora de la luz avivará las llamas apagadas de las tinieblas existenciales. El anual milagro de la espera reposará sus alas como ave peregrina en las azoteas y en el horizonte de Pureza vislumbraremos la belleza más absoluta. 



viernes, 22 de noviembre de 2013

DOS AÑOS Y MYRIAM SIGUE ESPERANDO


DOS AÑOS Y MYRIAM SIGUE ESPERANDO

Piensa la pequeña Myriam que entre nubes de terciopelo duerme su abuelo. Sigue esperando que vuelva desde el Cielo curado de la triste enfermedad que oscureció su sombra en la soledad de un sillón. Las primeras semanas de ausencia, como ángel custodio, defendió ese lugar en el salón de la casa repitiendo categóricamente aquello de ¡no te sientes ahí que es de mi abuelo! No entendía nada, demasiado dolor tras una simple y rutinaria visita al hospital. 

Apostada a la cómoda de la entrada esperaba la pequeña el chirriar de la puerta y el retorno a casa del abuelo enfermo ¡No, pequeña mía, ya no volverás a verlo entrar! ¡Quisiera explicártelo con palabras, sería imposible! Cada día que pasa percibo que eres tú quien mejor ha entendido todo lo que ha pasado. Hablas de él en tiempo presente, como si nunca se hubiese marchado. Lo cual no deja de ser cierto, su sombra es demasiado alargada como para oscurecerse. Formó tan entrañablemente parte de nuestras vidas, que difícilmente podríamos desprendernos de su cercanía, a pesar de la inexorable fugacidad del paso del tiempo y de la distancia. 

Contornos de miradas cansadas y yuxtapuestas en un único pensamiento llenaban cada lugar de recuerdos. La pervivencia del alma alejada del cuerpo quebrantaba el llanto inconsolable de los que quedaron buscando en un rincón de la gloria el fraternal abrazo con el ser querido. Quedan vivencias enmarcadas en la memoria y el agradecimiento por el inmejorable legado que dejó como irrefutable huella. 

La vida, querida Myriam, es como aquel triste día que te llevamos a la guardería con una sonrisa, todo transcurría con normalidad, por la noche mientras soñabas quedó dormido el abuelo, apartando de su senda las amargas espinas que fueron clavándose en su noble corazón trianero los últimos años. Lo esperaban sus padres y Francisco para iniciar una nueva vida juntos.

Transcurridos dos años del triste desenlace, oteamos nostálgicos el pasado para entender mejor el presente e iniciar con ilusión el futuro. El tiempo cicatriza heridas y la justa memoria ni yerra ni olvida. Hoy más presente que nunca volvemos a sentir tus caricias, a oír tu voz y darle mil gracias a nuestro Dios por regalarnos tantos años en tu compañía. 

Si mi querida Myriam, entre nubes vive tu abuelo, blanquecinos algodones, que para ti quiso fuesen de caramelo.

SÓLO TÚ, MI ESPERANZA


SÓLO TÚ, MI ESPERANZA

Madre he tornado a perderme en el océano de tu mirada, he vuelto a sentir la sal sobre mis pies descalzos. El corazón late acelerado, vislumbro luces entre sombras, los candiles a punto de prender en la orilla. Tu faro vuelve a iluminar nuestro camino, la paz apacigua la tempestad de la tristeza. 

No puedo dormir ante el desvelo que me oprime. Se dilatan las extasiadas pupilas que te contemplan, la soledad que te espera apretada queda entre el gentío que te encuentra. 

Esperanza que llenas mis vacíos y elevas mi alma en imperceptible levantá hacia un Cielo de arcilla moldeado por las manos templadas de Dios, dame valor para seguirte y vida para abrazarte. Quiero caer por tres veces en tus redes soberanas y besar los pies de tu Hijo postrado en la amarga calzada de un sendero de caldos y espinas. 

Anhelo despertar cada amanecer tras noches de destemplanzas anclando mi existencia en el único puerto que me lleva a descubrir la plena felicidad.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Joselito y Belmonte. Una revolución complementaria (1914-1920)


Joselito y Belmonte. Una revolución complementaria (1914-1920)

Sevilla cuenta desde octubre hasta mediados de diciembre con la exposición  de “Joselito y Belmonte. Una revolución complementaria (1914-1920)”. Dicho evento, celebra conjuntamente los centenarios de las alternativas de los dos toreros sevillanos e invita al visitante a vivir  Edad de Oro del toreo.

Desde el martes 15 de octubre hasta el domingo 15 de diciembre. La exposición estará abierta de martes a sábado en horario de 10 a 14 h y de 17 a 20 h, en el Espacio Santa Clara de la calle Becas y en el Castillo de San Jorge  en la Plaza del Altozano. Los domingos el horario se reduce, abriendo sus puertas de 10 a 14 h.  

La exposición, organizada por el ICAS, evoca los seis años de apogeo del toreo en Sevilla. En ella se ha querido plasmar el deseo de renovación de la ciudad y que la aparición de José Gómez Ortega “El Gallo” y Juan Belmonte “El pasmo de Triana” al año siguiente, hicieron posible. Esta revolución no se dio sólo en los ruedos, sino en todos los campos del ser humano. Una revolución complementaria que se ha dado a conocer como “La Edad de Oro de la Tauromaquia”.

Joselito y Belmonte, considerados por muchos como los fundadores del toreo moderno, crearon una amigable rivalidad profesional que hizo que la popularidad de la tauromaquia llegara a cotas nunca vistas antes ni después en la sociedad española.


Joselito sentía desde temprana edad un inmenso fervor por la Macarena, en la exposición podemos contemplar una saya de la Virgen realizada con el bordado de oro de un vestido de torear regalado por Joselito.

Belmonte era maniguetero del palio de la Virgen del Patrocinio. En la muestra encontramos un manto de camarín de la Virgen del Patrocinio bordado con el oro de un traje de torear del diestro. La exposición cuenta también con dos valiosas fotografías de la Fototeca Municipal en la que aparece Juan Belmonte en la cofradía del Cachorro. El día de su muerte, la familia decidió amortajarlo con la última túnica con la que desfiló en el año 1961.

En definitiva, la exposición nos acerca a dos maestros del toreo relacionados con la Semana Santa. Belmonte y Joselito sentían un especial fervor por las imágenes más veneradas por los sevillanos en la actualidad y la muestra deja entrever con algunas piezas, la devoción y entrega de los diestros.


Parece que destino, casualidad y Providencia tomaron partida en este trascendente momento de la historia de la Tauromaquia. Sin lugar a dudas la incursión de estas dos figuras convergentes en la Plaza, divergentes en el sentir de dos sectores de la afición claramente definidos por uno u otro, muestran a las claras el espíritu dual de esta Ciudad. La tragedia marcó el final de dos vidas apasionantes, dignas de elogio y firmemente cinceladas en el alma de Sevilla. Imposibles casualidades llevaron a Joselito a perder la vida en Talavera de la Reina ante las lágrimas de su cuñado Ignacio Sánchez Mejías, habiendo cumplido tan solo un cuarto de siglo. Belmonte atravesado por el acero de la desesperación a un lustro de cumplir los tres cuartos de siglo marcó el camino de la leyenda. Realmente la gloria de la puesta en escena fue efímera en el tiempo, perdurables el sabor y la esencia. 


José Gómez Ortega “Joselito el Gallo” nació el 8 de mayo de 1895 en Gelves y falleció el 16 de mayo de 1920 en la Plaza de toros de Talavera de la Reina compartiendo cartel con Ignacio Sánchez Mejías, acabando con su vida el toro “Bailaor”. Tomó la alternativa en Sevilla el 28 de septiembre de 1912 de manos de su hermano Rafael Gómez “El Gallo”.


JOSELITO EL GALLO

Pervive Joselito el Gallo como eterno ángel macareno en un viejo tapiz de la Esperanza ataviada de riguroso luto. La muerte del joven torero recorrió como rumor desgarrador las calles de la Ciudad desembocando en la Alameda de Hércules y San Gil, desbordándose la tristeza a raudales. Reposa su cuerpo bajo el portentoso paisaje escultórico que representa con majestuosidad el descanso del torero sobre hombros inclinados y rostros abatidos. 

Sin lugar a dudas lejos de morir, Joselito renace en el lenguaje de las silenciosas miradas admiradas por la obra elevadora a la metáfora del paralelismo de dos arquitecturas dispares: mármol, bronce y barro frente a humanidad, acero y albero.

Prematuramente destapó el tarro de las esencias del arte del Toreo acunado en los lazos consanguíneos de generaciones de toreros y genes de otros artes españoles por excelencia. Sin duda era un torero perfeccionista, de amplio recorrido en los movimientos, enérgico en la entrega, dominador de las distintas suertes del toreo, mandando con la muleta, efectivo en el manejo del acero, portentoso y lustroso en la suerte de banderillas. 

Quedará abierto un interrogante misterioso de lo que pudo ser de Joselito, trazo fugaz y perfecto de torería escrito con letras de oro de no haberse cruzado en su camino los hierros del infortunio y la fatalidad. Joselito bebió de la fuente inagotable de recursos de Belmonte, aparición enriquecedora para Gallito que pronto alcanzó la cima del éxito. La vida del hijo de “el Gallo” transcurrió por la senda del triunfo y un afán continuo de superación, sin desdeñar los consejos de su hermano, consejero y componente destacado de su cuadrilla y de la recopilación de “bienaventuranzas” toreras de Belmonte.

Joselito abrió la Puerta de la Gloria como el Arco de la Macarena “Puerta del Cielo” abre sus puertas la Santa Madrugá para ser moldura envolvente de la obra más perfecta de Sevilla dibujada sobre el lienzo rojo de un palio juanmanuelino. Desde entonces dicen que son más amargas las lágrimas de la Esperanza Macarena y más dulce su sonrisa, dolor y sangre en la Plaza, alegría en un cielo teñido de albero. Llegó al Atrio del Paraíso como nazareno de luces de la Madrugá ensoñadora de Sevilla, vestido con túnica y capa de la Hermandad de la Macarena.


Juan Belmonte García nació en Sevilla el 14 de abril de 1892 y falleció en Utrera el 8 de abril de 1962. Tomó la alternativa el 26 de octubre de 2013 en Madrid con Machaquito de padrino y Rafael el Gallo como testigo.

JUAN BELMONTE

Cada día, vigilante desde su faro en el Altozano, Juan Belmonte clava su mirada en la Plaza de Toros de la Real Maestranza, como un “Rodrigo de Triana” de su tiempo avistó la “Tierra Prometida” para los hijos ensoñadores del barrio. A modo de valeroso almirante de luces surcó ríos de albero al mando de tres lustrosas naos “Triana”, “Patrocinio” y “Cachorro” colonizando innumerables plazas a su paso. Sus pies bañados de Guadalquivir caminaban templados al contrapunto de un lejano pasodoble, la brisa de la anochecida volaba su montera entre escalofriantes pases que llevaban a temblar las forjadas barandas del Puente y el alma del torero se elevaba a los confines de las eternas arenas que pregonaban la gloria como inquietante murmullo.

Belmonte era un revolucionario emprendedor del arte del toreo, llevándolo a su máxima expresión, arrimaba el talle hacia los más contiguos contornos del animal, enterrando las zapatillas sobre el albero y marcando los tiempos con elegancia. Muy despacio en la faena y sembrando las arenas de semillas perennes de torería. La quietud ante los lóbregos encastados y el inquietante derroche de valor llevaron a cambiar conceptos y tiempos. De una percepción de la Fiesta ciertamente rígida pasamos a la elegancia; del mando del toro en el ruedo a la iniciativa del matador, que no teme sino a los vacíos y silencios de los tendidos. 

Los 6 años que rivalizaron en los carteles, mantuvo una simbiosis excelsa con el joven matador Joselito el Gallo que enriqueció el diálogo Triana-Macarena, diálogo que alzó sus miras a los más altos confines de la Fiesta Nacional. Sin duda, la repercusión actual de los Toros en España y en Sevilla, se debe en gran medida a los dos genios sevillanos que subieron al Paraíso amortajados con su hábito nazareno.

La metáfora inverosímil del “Pasmo de Triana” esculpida a golpe de autoridad, tarde a tarde, lance a lance, despojó de prejuicios a los incrédulos poetas que claudicaron ante la poesía desnuda asomada a temples de verónicas, la rima acelerada del atrevimiento de Belmonte,  fugaces estrofas al natural y la continua incursión en el cauce del recorrido del toro. De la negación sistemática de la tauromaquia como arte pasamos a una predominante necesidad. El museo envolvente de la plaza pasó a ser teatro cuasi trágico, las faenas del torero de Triana el mejor argumento y la suerte de la espada el desenlace. Cruzó la puerta grande de la Gloria atravesado por las astas de un toro menor que creció enormemente en sus pensamientos. Se marchó vestido de negro y blanco como tantas tardes de Viernes Santo acompañando para siempre al Cristo de "El Cachorro" y a la Virgen del Patrocinio".


Cinco maniguetas,
rachear de costaleros.
Cuatro en la tierra
y una en el Cielo.

Clama una saeta
teñida de albero
la quinta manigueta
 la lleva un torero.

Desalmado penetra
atravesado el acero
el corazón aprieta
del forjado trianero.



Pasmo de Triana
reposa malherido:
apenada la mañana,
silencioso el tendido.

Sangre que mana
como quebrado lirio;
Sevilla lo aclama
Patrocinio su destino.

Belmonte derrama
en la plaza delirio
Joselito lo llama
"la Gloria es tu sitio"