Con mucho dolor te hemos acompañado en tu último paseo por Sevilla. Nos queda un vacío enorme que jamás podremos llenar. Sabes bien querido amigo, permíteme mejor que te llame hermano, padre o maestro que nunca te olvidaremos. Todo nos recuerda a ti. En estos momentos de tristeza difícilmente podemos encontrar palabras para expresar tanto agradecimiento por todo lo que has hecho por nosotros y más complicado nos resulta transmitir la mucha pena que nos embarga por tu inesperada ausencia. Has sido un ejemplo para todos nosotros, tú como nadie has conseguido que todos estemos unidos y que ningún motivo por muy significante que nos pudiese parecer haya servido para distanciarnos. Querido amigo del alma si hoy día podemos presumir de haber conformado esta otra gran familia ha sido por haber encontrado en ti el padre perfecto, el amigo inquebrantable, el hermano que nos acompaña en los momentos difíciles y en fin el espejo en el que todos debemos mirarnos. Eres nuestra alma y no dudes que continuarás siéndolo. Desde hoy pondremos todo nuestro empeño en seguir tu estela, aunque difícilmente lo conseguiremos.
Hace pocos días me acerque a Santa Rosalía para visitar al Señor de Sevilla. Le recé tres Padrenuestros: el primero por el descanso eterno de tu alma, en el segundo le pedí porque fortalezca a los tuyos en el duro camino de sus vidas sin tu presencia y en un tercero para agradecerle con todo mi corazón el haberme regalado tu incondicional amistad. En la mirada del Señor he comprendido que ya te encuentras junto a Él, no tenía dudas de que sería de este modo, aunque me agradaba adivinarlo en la profundidad de su penetrante mirada. Como dice mi pequeña niña, estarás dormidito en el Cielo junto al Señor, de ese modo también lo entiendo yo, en otro caso no encontraría en este mundo consuelo que pudiese aliviar el mucho dolor que siento por haberte perdido para el resto.
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Hasta siempre amigo del alma. Que Dios te bendiga y encuentres en Él descanso eterno.