martes, 18 de noviembre de 2008

400 años Caído por Triana

La mañana se abría paso por las calles de Triana, desde Castilla pasando por Alfarería, San Jorge, Callao, Altozano, San Jacinto, Pagés del Corro, Rodrigo de Triana, Pelay Correa y Pureza hasta llegar a la Plazuela y adentrarse en Santa Ana. Oscuridad en la Catedral de Triana, al final del pasillo central que se inicia en el Coro se divisaba la hermosura incomparable de la Reina de Triana. San Pedro que tomó prestados el rostro y las llaves del Mudo de Santa Ana atónito se quedó al mirarla a la cara. Don Juan y Don José se frotaban los ojos en el Cielo, Don Manuel su privilegiado heredero tomaba el testigo con el agradecimiento de su corazón. La postal que muchos trianeros anhelaban se hacia realidad a los pies de Señá Santa Ana. Cuantos trianeros soñaron y seguirán soñando con esta imagen y el reencuentro con el esplendor del otro Templo grande de Triana. Esperanza y Estrella en Cuaresma volverán a darse la mano prolongando en el tiempo el saludo pasajero y eterno del Viernes Santo por la mañana. La Virgen Capitana vestida de luto por sus hijos difuntos a pocos pasos de su Madre y junto a Ella el Hijo de sus entrañas, sólo, con la túnica bordada, en recuerdo de la original del inolvidable Juan Manuel, sobre un pequeño paso alumbrado por cuatro candelabros de guardabrisas con cirios morados y dos faroles sobre un monte de lirios. Interminable trasiego de fieles hasta el mediodía cuando el portalón se cerraba.

Por la tarde el Cristo de las Tres Caídas caminaba en silencio, un silencio roto por un murmullo de plegarias, ruegos y oraciones. El almanaque retrocedía en a penas un par de horas cuatrocientos años en su tiempo. Vuelta atrás en la Historia hasta llegar al principio y a un rejuvenecido Convento de la Encarnación. Los ojos de las monjitas mínimas encerradas en la clausura del Convento atravesaban los muros para contemplar a la perfección los maravillosos perfiles del Rey de los corazones de Triana. Los ojos del alma alcanzaron a ver el milagro de Dios en el umbral de sus vidas. Vuelco de corazones y suspiros de ángeles en la Cava. Las monjitas dormidas en la profundidad del sueño eterno despertaron para acariciar a su Cristo Moreno. El tiempo se detuvo en Triana, las errantes vidas encontraron rumbo cierto en su camino, los débiles de espíritu la fuerza para levantarse y los hijos lejanos retornaron a su paraíso de niños. Cristo Caído en la alfombra de Triana, añoranzas de viejas postales que murieron en sus entrañas. Abuelas vestidas de negro lloraban sin consuelo tomando de la mano a sus nietecillos “abuela no llores más que me rompes el alma”.

Amores soñados en la Cava volvieron a reencontrarse al anochecer. Aromas y esencias puras de Triana perfumaban unas calles totalmente abarrotadas de fieles entregados en cuerpo y alma a la fría y hermosa noche de este lado del Río. Se hicieron viva presencia recuerdos de gitanos y civiles de la Cava, de corrales de vecinos con olores de jazmín y de romero, de mareantes perdidos en el azul océano, alfareros y ceramistas del pasado, betuneros y carboneros en el olvido, hombres que madrugaban para cruzar el puente de barcas en busca del pan de sus hijos y tantos trianeros que durmieron para siempre para seguir soñando. Sabor a viejo Barrio, lágrimas en el recuerdo, emociones por el momento y esperanzas en pos del reencuentro. Vacíos y ausencias en la Calle Larga de Triana. Pureza no esperaba como en la verde Madrugada, trataba de ver y no veía, trataba de llegar y no llegaba y trataba de sentir y Dios Mío, sentir y como sentía.
Desde el Puente de Triana empezaba a percibirse una suave brisa que terminaba por acariciar el dulce rostro del Cristo de las Tres Caídas, sus manos sutilmente apoyadas sobre los lirios morados, sus labios implorantes y sus rodillas clavadas en la tierra, el suave terciopelo de su túnica besaba la canastilla de Sol, la luz de sus ojos y los guardabrisas encendidos de Candelaria eclipsaban el firmamento infinito y el brillo de las estrellas hasta cegarlos por completo. En el Cielo asomaba una Luna hermana de aquella que llaman del Parasceve, en el Barrio León de los naranjos brotaba azahar. Todo parecía tan igual a la noche señalada.
Ausencia de túnicas moradas y verdes de terciopelo, de Centurión a caballo mostrando el camino en la proa y de Cirineo aliviando el peso en la popa. Ausencia de claveles y de roja cera resbalando sobre el canasto. Ausencia de capataces y costaleros que se marcharon a la Gloria para pasear la Caída de su Cristo a la voz del capataz eterno. Ausencia de vidas derramadas sobre un mar de sueños retomados. El barco del recortado paso navegaba sin perder el compás sobre un mar de amores en busca de un horizonte de bonanza. El Señor tres veces volvió a caer en Triana, tres veces que levantó y volvió al camino. Cada golpe de llamador sonaba con fuerte eco sobre los pechos trianeros. Cristo paseaba sobre los hombros de hermanos costaleros, los suyos propios y los que llevan a su Madre cada Madrugá.
Sonidos de cornetas y tambores nacidos del corazón y del sentimiento profundo de un Barrio, sonidos evocadores de largas chicotás y de sublimes revirás, música celestial para los oídos de Triana. Bulerías y soleares sonaron en la Cava más gitana, clásicas como Cristo del Amor y otras como Santa María del Rocío, Esperanza Gitana, Al Cielo El Rey de Triana, La Pasión. Sobre los pies y muy despacio, a penas sin alargar el izquierdo, avanzaba por las entrañas del Barrio, emoción especial ante la Capilla de la Estrella. El Cristo Caído en el suelo de Triana miraba para Sevilla, pero esa noche no, los pellizcos del Puente tendrán que esperar como lo hará Sevilla. Esa noche era para Triana, no hubo despedidas en la Capillita del Carmen, atrás no quedaron San Jacinto y Altozano, la silueta del Señor no se dibujó sobre las aguas del Río, las lágrimas de cera se derramaron sobre las calles de Triana, las barcas no iluminaron el Puente con destellos de luces, Reyes Católicos no resultó ser el punto y seguido en su camino hacia la otra orilla, La Campana no volvió a ponerse en pie a su llegada, La Catedral no guardó silencio ante el Monumento, El Postigo no esperaba el milagro del Misterio bajo su Arco, ni el Baratillo se asomó a su balcón para recibirlo con los brazos abiertos. Sevilla esperaba como siempre a que llegase su hora.


A mi mujer y a mi hija

10 comentarios:

sevillana dijo...

Sin palabras, solo gracias a todos los que estuvistes y nos lo estais enseñando a los que por un motivo u otro no pudimos estar alli.
Saludos

Juanma dijo...

Ciertamente...sin palabras, no se necesitan más palabras.
Enhorabuena, mi querido amigo.

Anónimo dijo...

Y faltaba Ella y su manto verde y su cara morena y su palio marinero. Cristo Caído por Triana, pero sin el consuelo de su Madre.



Jose Ponce

el aguaó dijo...

¿Hay una crónica mejor que esta?, ¿hay un diario de sentimientos más sinceros que el narrado aquí?, ¿hay una dedicatoria más especial que la que haces?

A todas las preguntas respondo que no.

Felicidades amigo.

Un abrazo fortísimo.

Reyes dijo...

Sin palabras.
Precioso.
Y la dedicatoria final, aún más hermosa.

Anónimo dijo...

Gran día en Triana. El único pero la lentitud del paso y el retraso incial, lo demás como siempre, de categoría.

Un gran abrazo.


Costalero

Anónimo dijo...

Una marcha macarena para un Cristo de Triana.

Que grande es la Semana Santa de Sevilla.


Junto a la Muralla

Híspalis dijo...

Bonito homenaje, precioso texto, perfección al narrar. ¡óle Jordi!

Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Tu mujer y tu hija son afortunadas querido amigo.

Anónimo dijo...

¡QUE ARTE CUÑAO, QUE ARTE¡¡
Que arte dios te ha dao para describirnos el paseo por nuestras calles de triana de nuestro cristo de las tres caidas. Que lujo de de contemplar a esta maravillosa imagen, que yo mejor que nadie se que cada dia nos ilumina los corazones de toda nuestra familia, con la devocion y la alabanza que sentimos hacia nuestro jesus de las tres caidas.
Gracias por esa dedicatoria que me han puesto los pelos de puntas y una lagrima a punto de caer, porque si me siento tan orgullosa de tener a una hermana y una sobrina como la que tengo, mas orgullosa me siento de ser testigo del calor y el amor que tu dia a dia le transmites y se que contigo siempre lo tendran. Gracias por ser un magnifico esposo, padre, cuñao y ante todo persona.

Te quiere mucho y te admira tu cuñada trianera.


trianera