viernes, 1 de agosto de 2008

Negra Noche de Lunes Santo en Sevilla


El Cielo de Sevilla vestía traje oscuro de noche estrellada, la Luna quedaba prendada ante el encanto de una Ciudad de belleza incomparable. Cuantos sueños compartidos caminando solitarios por plazas, rincones y callejuelas, cuanta nostalgia y cuantos besos robados en un banco de una plaza junto a una fuente de fresca agua. Cuantos encuentros y desencuentros, cuanto misterio y certeza en la profundidad de una mirada. La Luna muy cercana a su plenitud en el cercano Parasceve que llegaría a plasmarse en el horizonte de esa noche mágica donde la Muerte es el más fiel canto a la Vida. En esa noche el cielo oscurecerá por completo cegado por la Luz de ese otro Cielo morada del Padre Eterno. La Luna orgullosa no entendía encontrar rival en el firmamento que acercarse a su belleza pudiera, hasta que apareciste tú, noche oculta e íntima de Sevilla. Con tus encantos de primavera la hiciste cautiva de tu hermosura y hasta arrodillarse a tus pies de princesa.

Noche de Lunes Santo en Alfonso XII, el Museo, Cuna, Virgen de los Buenos Libros, Baños, Plaza de la Gavidia, Placentines, Plaza Duque de la Victoria y San Vicente. Cierro los ojos y me reencuentro con la Sevilla que vivieron nuestros ancestros. Por mi imaginación discurren diversos personajes de la Sevilla inmortal, la Sevilla que se detuvo en el tiempo, la Sevilla que no acaba de morir y que cada Lunes Santo por la Noche queda inmortalizada en incomparable lienzo de negro terciopelo. No paro de soñar y presiento a caballeros trajeados rigurosamente que acompañan a sus señoras cogidas de los brazos, me los imagino con elegantes sombreros y a sus mujeres celosamente ataviadas con vestidos de complicada confección y de exquisita compostura. Me hago una composición de lugar de la Sevilla romántica y de leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer y de la Sevilla misteriosa y espiritual de Miguel de Mañara. Presiento que estoy a punto de vivir lo mismo que durante siglos pudieron contemplar otros tantos sevillanos que perviven en la justa memoria de la Ciudad.

Inicio mi encuentro con la trilogía romántica y clásica del Lunes Santo en la calle Alfonso XII. Se vislumbra por el horizonte la sinuosa silueta del Cristo de la Expiración del Museo. Cristo retorcido de dolor, tratando de sacar fuerzas de donde no existen. Una Imagen cruel de la Muerte. La idea de los últimos instantes de Cristo en la Cruz adornada de un dramatismo que va un paso más allá del barroquismo sevillano que encuentra en el Cristo del Cachorro de Triana una representación más dulce y suave. A medida que se aproxima la sagrada Imagen Expirante el pellizco de los corazones aprieta con más fuerza. Cristo trata de aferrarse a la vida. En pocos segundos el Redentor caerá vencido, ingrávido e inerte declinando la cabeza en el rigor de la Muerte. Una sola Imagen que nos describe con acierto los últimos segundos de Cristo vivo antes de alcanzar la eternidad de la Vida. El moreno torso del Cristo de la Expiración del Museo busca la Plaza del Duque en la apagada noche del Lunes Santo.

La preciosa Virgen de las Aguas abandona la Plaza del Museo y llega a Alfonso XII, un año más a los sones de la marcha Rocío. El palio neoplateresco de malla camina muy despacio, apenas avanza, un leve golpe de cintura y dulces mecidas alivian el sufrimiento de la Reina del Museo. La Virgen de las Aguas resalta por su hermosura y por ese toque único e inconfundible de la diadema de plata de ley dorada rematada por una Cruz y el especial cuidado de la blanca toca que envuelve su cara. Aromas de azahar e incienso se entremezclan con la inmediatez de la Muerte de Cristo a punto del último aliento y la vida en la Virgen representada por vital elemento. De los ojos de la Virgen podemos leer un hermoso poema de amor hacia el Hijo que busca la paz en el descanso junto al Padre Eterno. Romance de amor en el Museo, miradas que se buscan y que no terminan de encontrarse.

Detengo mis pasos en la Plaza del Salvador. In memorian dos grandes amantes de Sevilla, dos hombres que dejaron una hermosa huella, dos hombres de nombre Juan, uno que soñó con Dios y que de la tosca madera lo esculpió y otro que se entregó en cuerpo y alma para devolver a Sevilla el orgullo perdido. Atrás quedaron viejas postales de piedras heridas y los lamentos de la Sevilla profunda huérfana del esplendor de uno de sus Templos elegidos. Dios quiso que el bueno de Juan Garrido Mesa descansanse para siempre como recompensa por una obra bien acabada. Jesús de las Penas, dulce en su mirada, herido en su cuerpo y enternecedor en su gesto, Jesús vencido y victorioso, Jesús caído y Jesús que no termina de caer por completo. Sin duda alguna una de las imágenes más enternecedoras de Jesús en la Pasión según Sevilla. Jesús de las Penas cargado por una pesada Cruz que cae con todo su peso sobre el suave terciopelo de su túnica, muy lejos de derribarse en el dolor de su condena, es fuerte en su camino. La fuerza de la gravedad provoca una herida profunda en su torso malherido y su amor infinito es alivio para su propio dolor y para el ajeno. Firme camina el Señor de San Vicente, su cuerpo quebrantado y las rodillas besando su canastilla, caído va Jesús de las Penas, caído pero no vencido.

Tres pinceladas dibujan la composición perfecta en la hermosa noche de Sevilla. El Dolor profundo de la Madre con la mirada perdida hacia un horizonte infinito en gesto de rogativa y su rostro pálido por el que resbalan siete lágrimas, tantas como dolores padeció la Virgen en la Pasión de su Hijo, lágrimas que terminan por estremecernos y por invitarnos a buscar en Ella consuelo para nuestras muchas penas. Camina la Virgen bajo un palio neoplateresco rematado por una elegante crestería. Tras una rotunda y desgarrante marcha fúnebre de Chopen la Virgen se adentra por Cuna, su manto se pierde en la lejanía y en unos últimos compases de una marcha clásica interpretada por los músicos de la Banda del Maestro Tejera. Tres gotas de esencias sevillanas que se esparcen por el áurea de Sevilla: Dolores de San Vicente, majestuoso palio señorial y la exquisitez musical de Tejera.

Aligero el paso por Laraña, Plaza del Duque y Virgen de los Buenos Libros para observar el tránsito de las últimas parejas de nazarenos que siguen la estela de una Cruz impregnada por una hermosa leyenda: “Toma tu Cruz y Sígueme”, simbología del dolor, sufrimiento y abnegación y del seguimiento sin condiciones a Cristo hasta la Muerte. Muy cerca de ellos continua caminando con paso candente el Santísimo Cristo de la Veracruz sobre su recién estrenada canastilla. Del señorío y romanticismo de la Hermandad de San Vicente en a penas unos minutos pasamos a la contemplación teresiana y al misticismo en unas calles estrechas y oscuras. El pequeño Cuerpo del Santísimo Cristo de la Veracruz se confunde entre el Árbol de la Cruz, pequeñito y frágil, pero con un corazón tan grande que no existe canastilla en el Mundo que abarcarlo pudiera. Dos faroles alumbran la inminente presencia del Cristo Franciscano que avanza en la noche oscura del Lunes Santo. Cuatro hachones verdes escoltan la muy antigua Imagen de Cristo Crucificado. El Padre Seráfico de Asís protege celosamente a sus hijos de la tentación de la abundancia. La muy Humilde Hermandad prosigue en silenciosa meditación los últimos pasos de su Estación Penitencial en la noche cerrada de Sevilla.

Descansa el buen Jesús en su Capilla y a su encuentro la Virgen de las Tristezas. Un austero palio negro de cajón acoge a la Santísima Virgen. Finos perfiles se dibujan sobre el rostro de una Virgen madura que rompe hermosamente con los sevillanos cánones que nos muestran a una Virgen dulce y niña. La Dolorosa obra cumbre de Illanes nos muestra la firmeza en la asunción del Dolor por la Muerte en inigualable contraste con esa dulce manera de envejecer. La Virgen de las Tristezas camina sin descanso en pos del reencuentro. La comitiva de nazarenos de negro y un crisol de túnicas que simbolizan la confraternidad de Hermandades de Veracruz abren paso en el interior del Templo al tránsito del Santo Lignum Crucis dando sentido a una noche de tinieblas que torna a la Luz que prende del gran corazón que late bajo el pecho de un pequeño Cristo que duerme para siempre junto a sus hijos franciscanos.

La última estación de mi viaje por la noche de Sevilla me lleva a San Vicente. La soledad de una calle poco a poco es acompañada a medida que avanzan por sus entrañas parejas de ruán y negro. La luz de unos cirios encendidos nos muestra el camino hasta llegar a la Parroquia donde terminan por apagarse por completo. El maestro Pantión revive en nuestras memorias. El alumno aventajado de Turina desempolva un viejo piano y sus cansadas manos acarician el teclado para dar vida a unas notas excelsas que en perfecto compás amenizan el caminar de un Cristo arrodillado. El maestro nunca morirá mientras las notas de su inspirada creación suenen detrás de un palio sevillano. Mi imaginación me lleva a aquella apasionada Leyenda de Bécquer: Maese Pérez el Organista. Que contrasentido no señores, el órgano de Santa Inés anunciaba el nacimiento de Jesús y esta marcha describe el dolor de Cristo en una de las estaciones que lo llevarían a la Crucifixión. Del Aleluya a la Pasión en un abrir y cerrar de ojos. Al son de una música y la cadencia acompasada de alpargatas costaleras Jesús de las Penas termina su dulce martirio por las calles de Sevilla.

Lejos de romperse la noche y con ella detenerse los acelerados corazones, retoma con fuerza su camino vital. La Virgen de los Dolores regresa a San Vicente acompañada por las marchas clásicas de toda la vida interpretadas por la Banda de Tejera: Amarguras, Soleá dame La Mano, Ione, Virgen del Valle y Jesús de las Penas, junto a otras como el poema sinfónico La Madrugá de Abel Moreno, la romántica Margot de Turina y la genial obra Mater Mea. Un más vivo que nunca Pepín Tejera, maestro del buen gusto y de la justa medida, se vuelve a sus músicos para pedirles un último esfuerzo y una impresionante levantá a la voz de un capataz de corazón y bondad que duerme para despertar cada noche de Lunes Santo para mandar a su cuadrilla con un “vámonos de frente miarma” eleva el palio de la Virgen en rotunda levantá al negro Cielo de Sevilla. Lágrimas, emociones y mucho sentimiento se concentran en San Vicente. La Música de Tejera inicia las primeras notas de la Marcha Tus Dolores son mis Penas, bellísima composición fúnebre que narra el dolor inconsolable de una Madre, enternecedor relato de la pena desgarrada en la profundidad de un corazón roto y la mirada perdida de la Madre piadosa y suplicante. Los últimos lamentos de pentagrama coinciden con la entrada del palio en San Vicente, sus puertas se cierran por completo y la realidad de una noche hermosa de Sevilla regresa a la profundidad de un largo sueño.


A mi maestro y amigo Luís Javier Fernández-Palacios con cariño de su siempre agradecido Jordi de Triana.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran relato y que pena que Santa Marta no cierre el Lunes Santo. El día aumentaría su grandeza con la mejor composición de la Semana Santa ocupando las más altas horas de la noche.


Costalero de San Andrés

Anónimo dijo...

Gracias por permitirme leer tu relato.

Ha sido un verdadero placer.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Faltaba San Lorenzo para acabar con el cuadro. Te imaginas al Cristo del Mayor Dolor del Dulce Nombre de vuelta a la Parroquia por la calle Conde de Barajas sobre las doce de la noche.
Y todavía quedaba por entrar San Gonzalo, que lo hizo sobre las 4 y media.

Roberto Bermúdez

Reyes dijo...

Que gran relato, y que manera más buena de asomarme a tu puente.
El lunes Santo es el recuerdo de mi abuela Reyes, nacida en la calle Bailén y profundamente devota de su Virgen de las Aguas, y por otro lado el de una de mis cofradías preferidas, puro señorío, de las Penas de San Vicente.

Un placer conocerte.
Volveré.

Jordi de Triana dijo...

Costalero de San Andrés, pienso como tú que el Misterio de Santa Marta gana muchos enteros, que ya es difícil, de noche.

Glauca el placer siempre es mío. Creo que la marcha Jesús de las Penas que suena en el video sería dignísima de tu maravilloso blog.

Roberto, al Cristo del Mayor Dolor me lo imagino entrando el Martes Santo de Noche al tiempo que suenan las campanas de San Lorenzo.

Gracias Glauca por dedicar unos minutos a mi humilde página. Creo que nuestros gustos cofrades son muy parecidos.

Anónimo dijo...

Que descanses en tus merecidas vacaciones.

Anónimo dijo...

Te escribo desde la redacción de Punto Radio Sevilla. Tenemos un pequeño espacio en nuestro programa matinal en el que entrevistamos diariamente a personas que tienen blogs relacionados con la ciudad. A través del rincón de El Aguaó hemos conocido el tuyo y nos gustaría contar contigo. Si te apetece puedes llamar al teléfono 954 46 05 46 o enviar tu número a la dirección tepuig@hotmail.com. Gracias. Saludos.

Teresa Puig

Anónimo dijo...

A veces querido Jordi... una segunda lectura te puede descubrir un mismo texto con diferentes matices que lo hacen aun mas hermoso.

Un abrazo.

María_azahar dijo...

Una preciosidad. Fantástico relato.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Muy buena narración de un gran día de la Semana Santa de Sevilla. Lástima que el video no recoja los últimos momentos de la marcha Jesús de las Penas.

Saludos desde el Aljarafe