lunes, 28 de abril de 2008

La Estación de Penitencia definitiva junto al Señor

Y el Señor recobrará su lugar presidiendo el Altar Mayor de la Basílica. La normalidad volverá al Templo y los fieles acudirán a su encuentro.

Los ríos de las vidas desembocarán en el Mar de Dios. Las peticiones, ruegos y oraciones del pueblo serán oídos pacientemente por El Señor. Su verdad será el antídoto eficaz contra el veneno de la tentación, su Bondad alivio contra la enfermedad y su Amor contundente respuesta al rencor.

El Señor acogerá en su seno a los hijos que lo amaron sobre todas las cosas y que terminaron su paso por la vida, para despedirse de sus seres queridos y dormir el sueño eterno que los conducirá a la estación definitiva del viaje de su existencia con la Resurrección.

Como marca un Canon del Derecho Canónico: "Donde sea posible, la Iglesia debe tener cementerios propios, o al menos un espacio en los cementerios civiles bendecido debidamente, destinado a la sepultura de los fieles”.

El Señor resucitará entre los muertos y de su Gozo participarán los que duermen el sueño eterno de los justos.


Requiem aeternam dona eis Domine, et lux perpetua luceat eis.
Te decet hymnus Deus in Sion, et tibi reddetur votum in Jerusalem;
exaudi orationem meam, ad te omni caro veniet”.


El Señor librará de ataduras del pecado a las almas que siguieron su camino lejos del cuerpo para disfrutar de su presencia.


Absolve Domine animas omnium fidelium defunctorum ab omni vinculo delictorum.Et gratia tua illis succurrente, mereantur evadere juditium ultionis, et lucis aeternae beatitudine perfrui

Un coro de ángeles los conducirá al Paraíso Eterno.

In paradisum deducant te Angeli; in tuo adventu suscipiant te Martyres, et perducant te in civitatem sanctam Jerusalem.
Chorus Angelorum te suscipiant, et cum Lazaro quondam paupere aeternam habeas réquiem”.

Cuerpos amortajados con túnicas ruan y negro permanecerán para siempre junto al Señor en San Lorenzo. Las cenizas de sus cuerpos vencidos a la muerte vivirán para siempre participando de su Misericordia y sus almas cofrades abandonarán la mortalidad de los cuerpos para ocupar un lugar de privilegio en la Plaza que Dios reservó en el Cielo a los que amaron al Señor de Sevilla


Cada beso en el Sagrado Talón del Señor será un beso al abuelo que duerme junto al Él, a la madre que nos enseñó a quererlo y al hermano que tantas Santas Madrugás nos acompañó a San Lorenzo atravesando el silencio de la noche bajo el anonimato de una túnica y entablando el más hermoso diálogo, ese diálogo donde las palabras salen del corazón y donde una simple mirada se hace dulce poesía.


La Última Estación de Penitencia de nuestras vidas nos hará ocupar un lugar en los tramos nombrados del Columbario de nuestra Hermandad. El sueño de compartir tramo con tantos hombres buenos curtidos en el amor a Cristo será una realidad indiscutible.


Esa túnica heredada del abuelo, vestida por el padre y como más hermoso legado y tesoro vestida por el niño que empieza a sentir el flechazo del Dios del Amor, un lejano día dejará de ser una para ser compartida por el nieto que caminará dichoso tras el padre y el abuelo en el tramo de sus vidas disfrutando de la Estación de Penitencia definitiva.

Hermanos os ruego vayan ocupando su lugar en los tramos de la Hermandad, las puertas del Gozo se abrirán en unos mínutos y la Cruz de Guía de la Vida Eterna iniciará su camino hacia la Estación de Penitencia Definitiva junto al Señor y vosotras abuelas de Sevilla descubrid vuestros rostros. En la Cofradía del Gozo ocuparéis el lugar reservado para las Parejas Nombradas del Señor. Descubrid vuestros rostros, que ya jamás recibiréis sobre vosotras el calor de la hirviente cera, no recibiréis otro calor que el del Dios que tantas veces fuisteis a visitar y al que nunca olvidasteis en la Santa Madrugá.

Las Almas de los Hermanos Difuntos de la PONTIFICIA Y REAL HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZARENOS DE NUESTRO PADRE JESUS DEL GRAN PODER Y MARÍA SANTíSIMA DEL MAYOR DOLOR Y TRASPASO piden la venia a los Arcángeles de Cristo para iniciar su ÚLTIMA ESTACIÓN DE PENITENCIA Junto al SEÑOR, dormir el sueño de los justos y compartir la GLORIA ETERNA por los siglos de los siglos.
Los Arcángeles de Cristo concedemos la venia a Las Almas de los Hermanos Difuntos de la PONTIFICIA Y REAL HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZARENOS DE NUESTRO PADRE JESÚS DEL GRAN PODER Y MARÍA SANTÍSIMA DEL MAYOR DOLOR Y TRASPASO para que inicien el camino hacia Su ÚLTIMA ESTACIÓN DE PENINTENCIA junto al SEÑOR. Es nuestro deseo que esta ÚLTIMA ESTACIÓN DE PENITENCIA reconforte vuestros espíritus y que vuestro camino encuentre definitiva morada en la CASA del SEÑOR. El amor al SEÑOR os hace merecedores de alcanzar el fruto de la VIDA duradera y compartir las excelencias de la GLORIA en la cercanía del DIOS en el que vuestras vidas encontraron el sentido de su existencia. Es justa petición la vuestra y concedida está la venia.

“Amigo Rafael no le hables alto al Señor que puedes despertar a tu abuelo que duerme junto a Él.


No le grites, no hace falta, el te escucha aunque no le hables, el te siente aunque no te acerques y el te quiere como tu lo quieres a Él.


Cuéntale al Señor las vivencias con tus tíos, con tu abuelo y con tu padre en tantas Madrugadas de San Lorenzo.


Despídete de tu abuelo y no lleves pena, que allí donde esté el Gran Poder allí estará presente tu abuelo del corazón”.

domingo, 27 de abril de 2008

La luz del día quedó eclipsada por la Luz del Señor

Llegó el momento señalado para que el Señor de Sevilla y su Madre abandonen su Casa para pasar unos días con sus hijas pobres. Mañana radiante de Sevilla, una extraña sensación recorría el pensamiento de un pueblo cristiano que se echaba a la calle para participar del evento. El día avanzaba, el Sol se habría paso lentamente hasta conquistar el horizonte Celeste que cubría toda la Ciudad. Las imágenes se sucedían y todo hacía recordar la mañana del Corpus o aquella otra reservada para la Patrona de la Ciudad. El vacío de la Plaza de San Lorenzo fue llenándose poco a poco hasta cubrirse por completo.

A medida que se acercaba la hora las voces presentes se convirtieron en tenue murmullo, el sonido rotundo de una campana, el chirriar de una puerta que acaba abriéndose por completo hacen decrecer el murmullo, la Cruz de Guía escoltada por faroles traspasa el umbral de la Basílica y lentamente llega hasta las puertas del Templo de San Lorenzo donde esperaban sendas representaciones de las Hermandades del Dulce Nombre y La Soledad.

Una comitiva de hermanos de luz completa el Cortejo. En sus miradas podemos encontrar respuesta a tanto amor por el Señor. Unos hermanos que han forjado su existencia en la fuerza del Señor. Entre ellos pudimos encontrar a hermanos cargados de años, caminaban lentamente pero con firmeza. Una firmeza que los acompañará hasta que el Señor los invite al banquete del gozo. Cuantas madrugadas concentradas en unos hombres que son parte de la Historia, porque esta bella Historia tiene como protagonistas al Dios que todo lo puede y a tantos hombres que se entregaron en cuerpo y alma a la justicia de su causa.

Se hace el más absoluto silencio ante una nube de incienso tras la cual se adivina la silueta del Señor. En unos segundos el humo de los incensarios decrece y el rostro del Divino Cisquero queda perfectamente visible a los ojos de una Sevilla que no termina de sorprenderse ante la infinita sucesión de matices que en cada golpe de vista descubre en el Señor. La emoción se hace presente, las gentes tratan de contener las lágrimas, resultando imposible.

En unos segundos se produce el milagro imposible la luz del Sol queda completamente eclipsada ante la Luz del Señor. El rey de los planetas claudica ante el Dios Celestial. Es un día distinto, la Historia nos enseñó que el momento del Señor está en la Santa e irrepetible Madrugá y en la mañana de los pajarillos que despiertan para cantar las alabanzas del Señor. Esta vez todo era distinto, era una mañana especial, para recordar toda una vida.

El silencio es roto por dos saetas históricas del maestro Heredia que atravesando el costado de la nostalgia y el recuerdo terminan por clavarse en los pechos conmovidos ante tanta emoción contenida. El Señor se perdía en el horizonte de la Plaza y apareció la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso.
"La dulzura de tu cara en perfecta armonía con la angustia de tu pena Traspasó mi alma de sevillanía. Fue hermoso volver a encontrarme contigo Madre Mía. No tenías que demostrarme que no necesitas palio ni madrugada para eclipsar la hermosura de las flores y la luz de los planetas, pero fue hermoso verte en soledad de parihuela y luciendo manto celeste de delicia macarena, para resaltar todavía más la hermosura de Tu rostro quebrado por el llanto, pero firme en Tu esperanza. El Rosario de Tu aurora refrescó el calor de una Plaza que no para de rendirse a tus encantos de lirio y azucena".

El Señor no termina de pasar por nuestras vidas

La Sevilla pasional no termina de rendirse al sueño perpetuo del anhelo. La estancia de Dios en las calles de nuestra Ciudad no terminó de agotar las últimas cuentas del rosario de su tiempo. Un tiempo breve e intenso que formará parte de la Historia de nuestra Ciudad, la cosecha de una Historia labrada durante siglos por el esfuerzo de hombres y mujeres abnegados a la causa de Dios y a la verdad de su mensaje de amor infinito y cuya imborrable huella perdurará en el tiempo y en el espacio. El Señor con su presencia volvió a ser el mejor alivio para curar las heridas de la desidia, el Todo para llenar el vacío de la soledad, la Certeza para encontrar respuesta a las dudas de la existencia, la Luz para superar la ceguera que nos alejó de la verdad de Dios y el Credo incuestionable que nos reafirma en nuestra Fe.

Los hijos de la Sevilla del sentimiento y del inquebrantable amor al Dios que rejuvenece ante el paso de los años, no sintieron el pellizco de otras veces cuando sus ojos apenas podían divisar la silueta del Señor al perderse en un horizonte de súplicas y oraciones. Algo les decía que muy pronto el milagro del Dios de las Alturas volvería a repetirse.


El Dios nacido de la madera que tomó vida propia, muy pronto se hará presente en las calles de Sevilla. El Señor traspasará el alma de la Basílica para hacerse presente en el corazón de una Plaza que enamora con nombrarla y que cautiva con pisarla. sus pasos le dirigirán a las arterias principales que conducen a los sevillanos al gran corazón que late fuertemente en el Pecho del que Todo lo Puede, poco a poco Conde de Barajas, Jesús del Gran Poder y Las Cortes sentirán la cercanía del Señor. La Plaza de la Gavidia será la penúltima estación antes de llegar a la calle que recibe el nombre del hombre que más amó al Señor en vida y que descansó para gozar eternamente de su misericordia.

La austeridad de un Convento será el punto y final en este breve, pero no menos intenso camino del Señor, que en todo momento sentirá tras de sí el aliento y el amor de su Madre. Las monjitas esperan al Señor como el milagro de sus vidas. A penas pueden hacerse una idea del rostro del Gran Poder, si acaso lo reconocerían por alguna vieja foto. Una primera vista hacia el Señor provocará admiración y cierta sorpresa ante la piadosa contemplación de la perfección de sus formas y ante la carga de profundidad de su mirada. En apenas unos segundos las hermanas clarisas capuchinas percibirán que esa misma mirada profunda del Señor fue protagonista de sus sueños desde novicias. El Señor que un día despertó en ellas la necesidad de dar testimonio en vida de los mandatos del Dios Padre ha venido a visitarlas a su casa. Que mejor que las monjitas para cuidar de Él y que mejor que el Señor para velar por sus sueños de inocencia. El silencio conventual no se verá alterado por la presencia del Señor y de su Madre. Sus paredes serán testigo del milagro de la madera encarnada en el Dios de la Vida. La paz y la armonía invadirán el silencio claustral de Santa Rosalía y el Pueblo de Sevilla será convidado de excepción al banquete del encuentro.

No me olvido de vosotras abuelas de Sevilla, tampoco faltaréis a la cita del Señor. Una vez más volveréis a ser niñas ante Él. El Señor que rejuvenece al paso de los años se acercará a vosotras en la lejanía de su zancada y la eterna promesa del reencuentro se hará presente en el ruego de vuestros corazones, cansados por el paso de los años, rejuvenecidos ante el Señor.


jueves, 3 de abril de 2008

Nostalgia de una luminosa tarde en San Bernardo


Un año más y llamado por el puntual martillo de la nostalgia arrié la parihuela de las convicciones trianeras profundas, herencia irrenunciable recibida de los abuelos de Triana que convivían en armonía en los corrales de vecinos. Aquellos patios donde los bienes privativos escaseaban frente a los comunes. Unos patios que vivían en hermandad, donde todo se sabía e incluso se conocían los más íntimos secretos del corazón. Las charlas y las tertulias amortiguaban el fuerte calor del verano. El calendario de la Sevilla sabia señalaba con letras grandes es Miércoles Santo. Mis pasos de nuevo siguieron la misma estela que los abuelos y abuelas de Triana que cruzando un puente entre barcas traspasaban las entrañas del Río para llegar al otro gran sueño de Sevilla. Sus pasos terminaban cada mañana en un barrio torero, confortable, caluroso, acogedor, íntimo, profundo, entrañable y ciertamente misterioso. San Bernardo llegó con el tiempo a convertirse en la prolongación de Triana en el corazón de muchos hombres que se dejaron el alma en su otro Barrio para alimentar a esos niños que cada tarde salían al patio impregnado de aromas de romero y de jazmín para recibir a sus cansados padres. El puchero de una esposa o el caldo de una madre eran el mejor remedio para revitalizar los cuerpos rendidos al trabajo cotidiano.
El hermoso paralelismo existente entre Triana y San Bernardo terminó con la unión para toda la vida de muchos de sus hijos.

Los hijos anhelantes de San Bernardo cumpliendo la promesa eterna escrita de puño y letra con tinta del color de la sangre que fluye de los corazones que laten sin cesar amando al barrio sevillano que pone los pies a la Giralda volvieron a sus orígenes, a la emoción del reencuentro, al comedor de las abuelas donde les esperaba la túnica de su Hermandad o el costal que acariciaría la trabajadera entrañable portadora de un Crucificado o del dolor inconsolable de una Madre.

En apenas unas horas el Cielo se tornó color tinieblas, las malintencionadas nubes tomaron parte en un banquete al que no fueron invitadas. Era una tarde para soñar con el Sol radiante que hizo merecer a tan señalada sobremesa como la tarde más hermosa y luminosa de Sevilla. El sueño se desvaneció, la firmeza de los pasos que nos acercaron al sueño se volvió pesadumbre. En el horizonte no existía el más mínimo atisbo a la esperanza. Este año el Cristo de la Salud y la Virgen del Refugio se acordaron de sus otros hijos costaleros que horas antes del amanecer abandonan sus hogares, sin a penas tiempo para despedirse de sus esposas y niños para iniciar la durísima chicotá de sus cosechas. El Cristo de la Salud y su dulce Madre nos recordaron que están todo un año para nosotros. Su amor no es exclusivo de una fecha, es un amor duradero, un amor que como fruto ha de madurar para hacerse gustoso y apetecible.

De regreso al Viejo Arrabal de mi pasión pude recordar las grandes tardes del Sol y el baño de recuerdos y sentimientos en torno a un dulce Crucificado entre claveles salpicados de lirios y la hermosísima Virgen del Refugio bajo un palio que conjuga a la perfección las excelencias de dos metales preciosos que en armonía con el Sol de la Primavera de Sevilla dan lugar a la aleación perfecta.

Para llenar en cierta medida el vacío de la tarde y la añoranza de la noche de sueños y recuerdos de San Bernardo y la inminente marcha de sus hijos que reinician el pedregoso camino de la ausencia recuerdo la letra de un delicioso tango que me viene a la mente cada Miércoles Santo, y que dice:

Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos,
van marcando mi retorno...

Son las mismas que alumbraron,
con sus pálidos reflejos, hondas horas de dolor.

Y aunque no quise el regreso,
siempre se vuelve al primer amor.

La quieta calle donde el eco dijo:
Tuya es su vida, tuyo es su querer,

bajo el burlón mirar de las estrellas
que con indiferencia hoy me ven volver...

Volver, con la frente marchita,
las nieves del tiempo platearon mi sien...

Sentir... que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,

que febril la mirada errante
en la sombras te busca y te nombra.

Vivir, con el alma aferrada a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez...

Tengo miedo del encuentro con el pasado
que vuelve a enfrentarse con mi vida...

Tengo miedo de las noches que,
pobladas de recuerdos, encadenan mi soñar...

Pero el viajero que huye tarde
o temprano detiene su andar...

Y aunque el olvido, que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,

guardo escondida una esperanza humilde
que es toda la fortuna de mi corazón.

Vivir... con el alma aferrada a un dulce recuerdo
que lloro otra vez...


Por último de un pequeño mueble del salón de mi casa recupero un viejo disco de El Arahal para escuchar tres entrañables composiciones que durante años acompañaron el morir de un venerado Crucificado: Salud de San Bernardo, Puente de San Bernardo y Pasa la Virgen del Refugio. Me quedo sólo ante la oscuridad de mi cuarto e inicio el camino que me llevará de nuevo a la deseada meta de las añoranzas y de los encuentros. Sólo me queda soñar con un nuevo Miércoles Santo, con un Puente bañado de Sol, con el despertar de un Barrio que vuelve a sus orígenes y con mi Cristo de la Salud y la Reina de San Bernardo.