sábado, 7 de abril de 2007

SUEÑOS QUE SE DESVANECEN Y ESPERANZAS QUE RENACEN


Un año más los cofrades sevillanos tuvimos la miel muy cerca de nuestros labios y no pudimos saborearla como nuestro anhelo hacía prever. La Semana Santa pasó por nuestras vidas fugazmente, casi de puntillas. Son muchos los recuerdos que quedarán inmortalizados en nuestras memorias a lo largo de los años, pero entre tantas luces y esplendor perdurará la triste sombra de los muchos hermanos nuestros que se quedaron en sus templos sin poder hacer realidad el acontecimiento soñado durante doce intensos meses de espera: acompañar a sus Amantísimos Titulares en la Estación de Penitencia a la Santa Iglesia Catedral.
La incertidumbre de esa tan capichosa, como a veces, impredecible ciencia que estudia los fenómenos meteorológicos nos tuvo en vilo durante largas horas. Los modelos, satélites y predicciones fueron protagonistas desmesurados ante unos hombres, auténticos convidados de piedra, incrédulos ante la opinión de doctos estudiosos que no encontraban una respuesta justa que pudiera adelantar la dirección de un viento que conllevara el desplazamiento de una nube y la consiguiente descarga sobre nuestra Ciudad, inundando con sus turbulentas aguas las ilusiones que por segundos se derrumbaban sobre un mar de lágrimas y lamentos. Estos hermanos nuestros que no pudieron acompañar a sus Amantísimos Titulares en el día señalado como grande dentro del calendario de sus hermandades, lejos de desvanecerse completamente fueron un ejemplo para el resto de los cofrades.
A las desesperanzas de los primeros momentos acompañadas de lágrimas le fueron sucediendo inmediatamente un sin fin de abrazos sinceros entre hermanos y la comprensión ante la decisión de los hermanos mayores, que hicieron abstración entre lo que el corazón ruega y lo que la razón ordena. Es triste dejar a unos hermanos en un templo sin poder dar esos pocos pasos que le acercan a hacer realidad un sueño, esos pequeños angelitos vestidos de nazareno o monaguillo que lloraban amargamente, que no encontraban palabra ni gesto que consolarlos pudiera, esos niños con el tiempo comprenderán aquellas palabras entrecortadas de un hermano mayor que rompía en llanto.

Estos hermanos nuestros son el verdadero ejemplo a seguir, la verdadera prueba de la grandeza de nuestra Fiesta. La resignación de unos cofrades que lejos de caer en la desidia levantan el ánimo y piensan en una próxima Estación de Penitencia. Nos hacen reflexionar a los que si pudimos disfrutar de nuestras imágenes en la calle y participar de su sentimiento profundo y de su ansiedad, pero sobre todo participar de su inagotable esperanza.

Queridos amigos dediquemos unas palabras a nuestros hermanos cofrades pertenecientes a las 19 hermandades que no pudieron completar dignamente o sin sobresaltos su Estación de Penitencia a la Catedral de Sevilla y pensemos en los abuelitos que se asomaron al balcón de sus casas para esperar a su Cristo, Dios sabe si por última vez, y no terminaron de verlo pasar o el consuelo de una Madre que se quedó en casa cuidando del dolor de su Hijo.
Muy pronto despertaremos del sueño de la nostalgia de una Semana Santa que se nos fue y sentiremos con ilusión el júbilo indescriptible de un nuevo Domingo de Ramos. Once son los meses y siete los días que separan a los sevillanos de volver a tocar con sus manos la gloria del Cielo.