domingo, 21 de diciembre de 2014


 
                                        MACARENA QUE BAJAS DE LOS CIELOS

Un gozo profundo recorre como inquietante escalofrío el cuerpo de los macarenos. La que nació hace más de 2000 años vuelve envuelta por una aureola dorada para situar su mirada frente a un goteo incesante de fieles. Heridos de amor cicatrizan sus heridas, bastando únicamente unos segundos frente a Ella. La caricia de labios sedientos que buscan beber de la fuente de la gracia, colman de parabienes sus corazones destemplados.

Las niñas grandes que esperan más pronto que tarde reencontrarse con los suyos, que duermen hace tiempo en el regazo de la Esperanza, acuden con la ilusión de niñas vestidas de primera comunión. La Virgen que sale cada día de su casa para atemperar el camino espinoso de los que sufren en hospitales, tanatorios, cementerios y de quienes también padecen la condena de la soledad o viven atadas a su propia cruz de madera.


La historia de la Hermandad está envuelta de misterios y tristes sucesos. Las gubias que labraron tan hermosos perfiles jamás serán descubiertas. Sólo el Señor que ata sus manos para desatar las nuestras pecadoras y Ella, conocen tan recóndito secreto. Sabemos que cumple años cada primavera y que florece como jazmín de Madrugada cuando la luna se hace palio sobre un cielo color tinieblas. Sabemos que Sor Ángela pasa esa noche insomne e inquieta junto a sus niñas de pardo hábito. Sabemos que las callejuelas del arrabal macareno se convierten en arterias pavimentadas que apuntan al Camarín que es lienzo terrenal bajado del mismo Cielo.

Se abren radiantes de Sol y brillo las puertas del Atrio tras atravesar el Arco por excelencia de la añeja urbe romana. Pasará la Macarena dejando su irrefutable huella en cada lugar forjado por un sentimiento inenarrable. La pasión se vive por dentro, se escenifica en ocasiones en sonrisas y lágrimas gemelas a las que relucen en los perfiles mejor cincelados del Universo. La fe de toda una Ciudad puede intuirse en las miradas que convergen hacia un único punto, atril de la más excelsa poesía.

Revuelo de palomas invisibles sobre la espadaña cuando los pentagramas airean las notas desgarradas de Cebrián, la marcha susurrada por la Esperanza al oído del maestro Morales días después de que mi madre me regalase el don más preciado o Pasa la Macarena, como pasa cada instante orillando por entre los recónditos rincones ávidos de sus caricias. Etéreas y pasajeras son los amaneceres que alumbran la basílica Macarena, duradero el paso de la Señora por nuestras vidas. Principio y fin del ocaso fugaz de nuestra terrenal existencia.

sábado, 13 de diciembre de 2014


                                               DULCE PUERTO DE ESPERANZA

Agonizante la noche del alma, se encenderá la llama del lucero del alba. Brotarán la hermosura y la gracia, acariciando descalzada un gélido mármol de sal marinera. La virtud teologal enclaustrada, tras las rejas aflora y se erigirá la columna más realzada. En tus manos la llave que abrirá la celda de mis desdicha, mi corazón parecerá morir en vida y mi alma elevarse a tus ojos brillosos.

Cada lágrima que brota de tu caudal de hermosura es mar celeste y faro donde perdidos navíos encuentran tierra firme. Anhelantes tus hijos besarán tus manos expuestas, haciendo reales sus anhelos. María eres custodia íntegra de nuestra fe y puente seguro para las barcas que vuelven a Triana navegando aireadas entre brisas mañaneras.

Venerada Esperanza, sin edades ni tiempo, tu juventud permanece inalterable a los relojes. Como en marcada Madrugá de primavera quiero sentirte caminar por las empedradas calzadas que convergen al Altozano y ser uno de tus verdes heraldos nazarenos. La vida se me apaga, presiento más cercano el fin que el inicio. Cuando llegue mi hora no quiero lágrimas ni tristeza, porque nada me hará más dichoso que vivir para siempre a tu lado.

sábado, 6 de diciembre de 2014

                                               LA SOLEDAD DEL ARTISTA                              (al maestro Navarro Arteaga)

La soledad acompaña al artista en su taller, es su silenciosa compañera en momentos de profunda reflexión. En el vértigo del primer golpe de gubia, ceniza profética de todo un mundo por descubrir, el autor crea un muro a su alrededor, obviando lo superficial y buscando en el amor infinito de Dios para hallar la inspiración necesaria para transformar la madera en las hechuras del Divino Redentor. El sueño lentamente deja de ser quimera para mostrarse como palpable realidad ante unos ojos ciertamente sorprendidos. Deja de lado el instrumental para ceñir entre sus manos con total suavidad, el atisbo del Cristo sufriente que tras ser consagrado será venerado por generaciones de fieles. Será tesoro en el corazón de quienes buscan la misericordia de Dios en una talla, encarnadura reflejo de la humanidad del Pescador de hombres.

Percibirá una suave brisa en las noches de insomnio al contemplar unos labios implorantes que se dirigen al artista en un lenguaje ininteligible para los oídos, únicamente codificado en el lenguaje universal de la fe. No llegará nunca el imaginero a forjar en sus adentros los confines de su acabada creación y la repercusión que llegará a tener en quienes colman la sed de su espíritu con tan inagotable manantial de bondad. La familia y la fe son los sólidos báculos que sustentan al tallista en los momentos que navega sin rumbo cierto, por las inconexas lagunas de la otra soledad, que lejos de contextualizar un paisaje de paz, lo embarga en los vacíos existenciales del alma.

El Cristo de Pasión y Muerte nace fruto del apego del maestro Navarro Arteaga por su oficio y su afán de superación. De hacer realidad el sueño de un joven e ilusionado artista, valiente en tan delicado menester. Que mejor modelo que el Mentor de la humanidad para propagar el catecismo en la belleza estética de la ternura de un Cristo, que lejos de la quietud de los imprescindibles legados entintados, va conformándose en la tridimensionalidad del ser humano. Algunos dicen que vive, otros que duerme e incluso que reposa inerte e ingrávido. Extiende sus brazos que portentosamente cargaron con la Cruz para entregar su último aliento enclaustrado en sus celdas martirizantes. La dulzura de su declinado rostro nos apena, pero en cambio su Luz radiante nos hacer ver más allende de lo humano y nos eleva como místicos condescendientes al milagro de la vuelta a una vida eterna y hermosa.

No necesitamos acariciar sus llagas ensangrentadas para creer en Él. Como buen Pastor su rebaño le sigue confiado e incondicionalmente. El culto diario, las miradas envejecidas que se clavan en su rostro, los cristos vivos que son alimentados de pan y amor en su nombre, y los hijos que durmieron para despertar a su lado dan sentido a la Imagen de nuestro amantísimo Señor atado de clavos e instrumento de evangelización. Un único Dios que Sevilla muestra en distintos momentos de su Pasión, Muerte y Gloriosa Resurrección bajo distintos trazos de notable belleza.

El imaginero posee inalienablemente el derecho moral a la paternidad de la obra, que incluye la integridad, conservación y respeto de la misma, independientemente de existir un contrato de cesión o venta. Trascendiendo de los derechos que le amparan según ley, merece el trato que como creador de la más sagrada esencia de la Hermandad se ha hecho merecedor.

Con estas líneas trato de hacer justicia con un hombre de bien, que está dejando en nuestra Semana Santa y en otros lugares allende nuestras fronteras una huella que perdurará en el tiempo para el goce de futuras generaciones.


Un necesario ánimo reconciliador me hace abrir una puerta al entendimiento. Me duelen las cosas de mi Ciudad y todo aquello que cause tacha entre quienes comparten conmigo el credo que proceso. La complejidad del ser humano lo lleva a la enemistad con el semejante, su simplicidad a amar sin límites. Los católicos como seguidores de Cristo somos sus herederos universales y las antorchas que apagamos o encendemos con nuestros actos cegando o alumbrando a quienes no tuvieron la fortuna de encontrar a Cristo en su senda amorosa.

Paz y bien a todos mis hermanos.