domingo, 29 de septiembre de 2013

SEVILLA



SEVILLA

Sevilla, toma tu cruz y sígueme, desnuda el alma y desposéete de las espinas que atraviesan tu corazón llagado. El tiempo sin tiempo vencerá a la ingravidez del destino. Lo rubrican el azahar que prende como blanquecina antorcha en las pobladas copas de los naranjos y el murmullo adormecido de la respiración contenida del abuelo que vuelve a calzar las primeras sandalias de su niñez y lo dicen los silencios de la Ciudad que tanto cuentan a nuestros oídos. La madera tomará todo el protagonismo como continente envolvente del gran contenido.
La rampla del Salvador es el primer indicio de lo que se aproxima a gran celeridad, los palcos prosperan desde su estructura metálica y los balcones fraguados adivinan el aliento del Cristo que abre sus brazos. El sevillano rasga su corazón y blanquea la fachada de su hogar al paso de las cofradías. La imparable explosión de sentimientos y creencias nos elevará a una contemplación casi mística. Insuperables lienzos de matices y formas traspasarán los umbrales  de la sensibilidad para hacernos sentir como en ningún tiempo anterior. Predominará la Luz sobre la luz, la realidad sobre las sombras del sueño y la musicalidad del alma sobre los sublimes compases brotados de los pentagramas. Sevilla contornea su silueta entre acuarelas para redescubrirnos su perfil más esplendido. La vida en siete días y el Cielo en cada palabra, mirada o latido.