martes, 22 de marzo de 2011

LA PRIMERA COFRADÍA ESTÁ EN LA CALLE


LA PRIMERA COFRADÍA ESTÁ EN LA CALLE

(A la FUNDACIÓN FUNDACEC -CUIDAR EN CASA- y a la memoria de mi amigo Iñigo Sopeña)



Recién asomados al balcón de las ansiadas vísperas miramos al pasado con nostalgia. Ramilletes de azahar adivinados entre copas de naranjos preconizan la inminente llegada de las más hermosas Flores caminando entre varales de amor, nuestra Ciudad volverá a ser el preciado lienzo sobre el que los pintores celestiales dibujarán los más hermosos paisajes de pasión y muerte.

La penúltima Luna llena se asomó entre estrellas costaleras por el añil firmamento que nos gobernó el pasado sábado. La próxima brotará entre blondas de espumas y cortinas de seda y bajará como sutil saeta para anidar en las miradas de las dos esperanzas de la Madrugá, aterciopeladas caricias que llegarán desde los dos viejos arrabales sevillanos embebidas de fresca brisa.

Buscaremos en nuestros sueños el descender de niños nazarenos pertrechados de hábitos inmaculados y espartos por la rampa del Divino Salvador y la Cruz de Guía de la Hermandad de la Paz, blanquecina caricia del Porvenir, abriendo de par en par el portalón de una nueva Semana Santa.

Reabriremos las puertas del Templo de San Lorenzo para recobrar los pasos de la anhelada Soledad, veremos a Dios caminar por las calles de Sevilla y madrugar a los ángeles dormidos de San Román para asomarse a la ventanilla del recuerdo al compás del Señor de la Salud.

En el Cielo de Triana imaginaremos ese Sol radiante que cada Domingo de Ramos es eclipsado por la resplandeciente Luz de la Estrella y de la guapa niña que duerme en su regazo, lo alcanzaremos el Miércoles Santo en el Puente de San Bernardo en la bellísima conjunción de metales que nos acercan al Señor de la Salud y a su Madre del Refugio.

Trataremos de adivinar cada palabra en el más hermoso diálogo de Sevilla entre notas de Amarguras, ojearemos el mismo Cielo que busca la mirada anclada del Cachorro en su eternizada agonía o buscaremos entre un bosque de blanquecinas plumas, las manos amarradas del Señor de la Sentencia.

Nuestros sueños se desvanecen entre hermosas estampas del pasado y se acrecientan en la ilusión de una inminente nueva Semana Santa. Una densa nube de oscuras cenizas nos impide ver la Cruz de Guía de la primera cofradía que recorre las calles de nuestra Ciudad. Interminables tramos de agonizantes nazarenos que buscan con su mirada la ternura de nuestro Dios en el Cielo, penitentes que cargan con la última Cruz de sus vidas, costaleros de vencidas cinturas que a penas fuerzas tienen para enderezar sus agotados cuerpos y notas tristes esparcidas sobre desgarrados pentagramas.

Dios nuestro Señor muere en cada mirada, sus llagas se abren en cada quejido y nuestra Bendita Madre es plegaria en cada lágrima que resbala por las enfermizas mejillas de sus hijos.

Tambores destemplados llaman al dintel de nuestros corazones. La cofradía de la Luz y la Esperanza a punto está de inundar nuestras calles de anhelantes sutiles caricias de parasceves de misericordia. Cada hermano de tan magna procesión es un Cristo vivo errante por un camino de amarguras que busca la ayuda cirinea del prójimo.

Áspero itinerario entre cardos, hojarascas y espinas que conducen al lecho del último sueño. Saben bien que han iniciado el camino de su penúltima estación de penitencia, la próxima eterna cofradía los hará alcanzar la Santa Morada junto al Padre. Esta penúltima estación penitencial debe quedar como dulce reminiscencia para ellos y para quienes les acompañan en el sufrimiento. Con nuestra solidaridad y amor sembraremos rosas y comprensión en su camino.

Seamos como esos benditos ángeles vestidos de blanco que dejan corazón y alma en cada gesto, palabra o mirada en las habitaciones de nuestros hospitales y en cada lugar necesitado de caridad y amor, irrefutables caminos que nos llevan al Señor.

La primera cofradía ha puesto su Cruz de Guía sobre los adoquines de Sevilla, abramos puertas, ventanas y balcones y dejemos pasar a cada Cristo vivo hasta la profundidad de nuestros hogares.