domingo, 25 de abril de 2010

LA PASIÓN QUE NUNCA ACABA

LA PASIÓN QUE NUNCA ACABA

No querida Mía, este año no dedicaré ni un minuto de mi tiempo a llorar por tu ausencia. Tu amor de primavera, como cada año, se marchó de mi lado a pasos agigantados. Como siempre conseguiste abstraerme de la tristeza cotidiana para perderme entre tus encantos. Lloré bajo el negro ruán, que por fin pude vestir para acompañarte. Tu manto se perdía por calle San Luis y mis ojos no alcanzaban a verte. Una gran parte de mí se marchaba contigo en ese preciso instante y tus recuerdos llenaban mi corazón de hermosas vivencias.
Cada jornada resultó ser una puntada de fino hilo sobre el bordado terciopelo de mis sueños, tus notas de seda quedaron suspendidas en el aire como canto de vencejos en el amanecer más hermoso del Universo, perfumes de incienso y azahar quedaron como huella imborrable de tu presencia.
Han sido tan hermosos e intensos los momentos vividos que necesitaré, no un año, más bien toda una vida para desgranarlos, ordenarlos e hilvanarlos.
Durante estos siete días hemos escrito el índice de un libro titulado “SEMANA SANTA EN SEVILLA DEL AÑO DEL SEÑOR DE 2010”. Hoy mismo comenzaremos a rubricar cada capítulo, siguiendo al pie de la letra los dictados exactos de nuestros corazones y esa verdad incuestionable que tomó vida en el Gólgota sevillano durante apasionadas jornadas.
Los pinceles celestiales volvieron a dibujar sobre el lienzo hispalense los más bellos paisajes pasionales, nuestros almanaques retrocedieron sus páginas más de dos mil años en el tiempo y nuestros rostros volvieron a sentir las caricias del Dios del Amor y los besos de Nuestra Madre de los Cielos.
Vuelvo a mi Triana de la mano de mi pequeña “Cirinea de la Madrugá”, con nostalgia y emoción contenida. Cada gota de cera sobre el asfalto, cada flor desprendida de la canastilla de un misterio o del palio de una Dolorosa, cada mirada cansada de mis vecinos, cada Templo oscuro y silencioso, me hacen recordar y mirar hacia un cercano pasado envuelto en la melancolía del adiós.
A penas nos hemos levantado de la silla tras almorzar junto a mi madre (bendito sea el día que me entregó a los brazos de mi Estrella de Triana, iniciando este hermoso idilio amoroso que de por vida me unirá a mi querida Semana Santa), mi niña me ha tomado del brazo y con voz rotunda me ha dicho “papi vámonos para El Salvador que va a salir el Cautivo”, pueden imaginarse mi reacción, “claro mi vida, que llegamos tarde”.
Una Cruz alzada en la profundidad de calle Cuna ha venido ha recordarnos que nuestra Semana Santa es un continuo. Los tiempos están marcados y los acontecimientos se suceden, pero la pasión nunca muere. Con esa Cruz iniciamos el camino hacia una nueva Semana Pasional. La primera gota de cera de la venidera Semana Santa de Sevilla de 2011 se ha precipitado sobre la roja alfombra de nuestra Ciudad.
Han sido muchas las espinas clavadas en mi pecho durante estos largos doce meses. Gracias a Ti he podido entender que sin esas espinas no tendrían lugar esas rosas que me ofreces cada año fiel a Tu cita. Nuestras vidas son como tallos a los que la vida irá cubriendo de espinas, pero siempre hermanos míos, llegará una primavera que hará florecer a una rosa y será esa rosa quien nos haga alcanzar lo bello, lo sublime y lo eterno. Se marchitará la flor, se consumirá su aroma, se apagará la luz que la hará nacer y crecer, pero su recuerdo permanecerá en nuestros corazones como quedaron marcados en nuestros rostros los primeros besos de nuestras madres o en nuestras manos las primeras caricias a nuestros niños del alma.
La noche del Sábado Santo ha teñido nuestra Ciudad de luto, Cristo ha Muerto y junto a Él, dos ángeles se han marchado al Cielo. La Torre Dorada de Sevilla y las frías aguas del Guadalquivir han sido testigos del verdadero dolor que nos aprieta el pecho a los cofrades de Sevilla, nuestra Semana Santa volverá fiel a su llamada, por entonces seguiremos llorando por nuestras hermanas. Nos quedará el consuelo de sentir que resucitarán en la Gloria de Nuestro Divino Redentor y que para ellas existirá una Semana Santa, cuyas cuentas no se agotarán en un breve espacio de tiempo.
Consumida la cera y abiertas las pastas de un nuevo Libro que iremos rellenando con letras envueltas en ruán y terciopelo, detengo mis pasos y busco en las miradas el verdadero sentido.
Miradas de los niños y niñas de la Borriquita que descienden por la rampa del Divino Salvador en la tarde del Domingo de Ramos, miradas de los niños recién nacidos y de los niños enfermos que reciben la visita de la Esperanza bajo corazas de amor, miradas de mis hermanas en el Gran Poder de Dios ataviadas de negro ruán y esparto, miradas de nuestras abuelas que esperan al Señor en cada rincón de nuestra Ciudad, miradas hacia el Cielo en el recuerdo de nuestros hermanos en la memoria, miradas de los sevillanos en la distancia, miradas de cada cofrade de Sevilla y de quienes llegaron del exterior y se marcharon con un trocito de nuestro Cielo bajo sus brazos.
Te quiero Semana Santa de Sevilla. Enciendo mi cirio color tinieblas y me aposto junto al portalón de tu Templo, esperando que pases por mi lado para acompañarte ocupando el lugar que me aguarda en uno de tus tramos.
No puedo engañarte, amada mía, claro que estoy llorando. Existen amores en la vida que hacen llorar e incluso llegan a herir. Me despido de Ti con un hasta pronto. Cada día me asomaré al balcón de mi Triana anhelando Tus ojos negros, soñando con una verde primavera y adivinando entre los naranjos esas blanquecinas flores que como versos de amor me llevarán hasta el Atril de Tu belleza.
Con todo mi cariño a quienes comparten bendita pasión con este humilde cofrade de Sevilla y hacia quienes ya ocuparon su lugar en la eterna Santa Cofradía de la Gloria.