viernes, 19 de marzo de 2010

CARTA A UN AMIGO


CARTA A UN AMIGO

A Víctor García-Rayo
Querido Víctor:
Cuando vuelvas a sentir el aliento del Señor de Sevilla desde el balcón de la Campana y tu voz compungida se quiebre hasta silenciar, en ese instante hablará Él, recuerda que entre las parejas de negro ruán irá un hermano tuyo que rezará a Dios por ti y por tus seres cercanos.
Quiero dedicaros a ti y al resto de tu equipo mis primeras seis horas junto al Gran Poder, ocupando un lugar en sus interminables tramos de devotos y devotas, pues al fin eso es lo que somos y no nazarenos, porque Nazareno únicamente hubo uno, como bien tú nos recuerdas cada Madrugá: “el Niño Grande de la Ciudad”.
Cuando tus compañeros se asomen al balcón, el mismo que se abre en el Cielo cada Madrugá y al que se agolpan de emoción nuestros hermanos en la memoria, para mirar a los ojos profundos de Dios, el de la sierpe enroscada en la cabeza, Aquél que diseñara las estrellas y que bajó de ellas para habitar en la más maravillosa de las plazas, centro neurálgico de la devoción sevillana, surcados por ríos de lágrimas e interminables lluvias de saetas confundidas entre la portentosa zancada del que Todo lo Puede y tú trates de hacer abstracción para proclamar la más certera verdad, yo estaré llorando con Uds. y percibiendo cada una de tus palabras e incluso silencios.
Esa noche Víctor, créeme la primera del año, la que marcará el devenir de sus horas, pensaré que entre las parejas de cirios estaréis quienes con vuestro admirable esfuerzo acercasteis ese mismo Dios a cada uno de los hombres que sedientos de su amor sufren la soledad condenados a vivir entre las rejas de una cárcel, atados a la celda de una cama o consumidos por la edad.
No olvidaré tantas noches de martes que me llevaste a Dios a mi casa, precisamente cuando más lo necesitaba. Sobre ese mismo televisor que me acercaba a la Pasión cada semana tengo apostadas y hermanadas las papeletas de sitio de mi querida hija Sara que vestirá morado terciopelo en la mañana del Viernes Santo cuando el Señor de las Tres Caídas alcance la vieja Cárcel del Pópulo y la mía propia para fundir mi cuerpo con el negro ruán que quedará empapado del amor de ese Dios que nunca me falta y al que tantas Madrugás abandoné. Este año, por fin, lo acompañaré haciendo valer una vieja promesa de niño. Una vez cumplida ésta, bien sabe Él que puede llamarme cuando quiera. Le seguiré vestido con ese mismo ruán que por fin pronto alcanzaré para hacer realidad el más anhelado sueño.
Creo en el Gran Poder porque Él me mostró el camino y me regaló la amistad de esos grandes cofrades con mayúsculas, como tú, que cada día nos recuerdan que en el trasfondo de la más hermosa estética existe una belleza mayor que es la amistad de la gente de bien.
Querido amigo, por muchas injustas bofetadas que recibas en esta vida, estaremos los que nos enorgullecemos de haberte conocido, para recibir sobre nosotros el mismo daño que puedan hacerte. Aunque la mentira forme parte de nuestra cotidianeidad, tú eres un hombre con principios, un hombre de verdad, virtudes que heredamos de Aquél que hace dos mil años cargó sobre sus hombros el peso de todos nuestros pecados.
Tu “Niño” “Semana Santa en Sevilla” no morirá, tan sólo dormirá, para despertar en nuestros recuerdos.
Que el Divino Cisquero te bendiga a ti y a los tuyos.