miércoles, 17 de febrero de 2010

REFLEXIONES CUARESMALES

REFLEXIONES CUARESMALES

Pronto unas cenizas nos recordarán que nuestro paso por esta vida es efímero y pasajero. El próximo Miércoles suplicaremos a Dios para que nos conceda la gracia y nos aleje del pecado. Cantaremos a la vida eterna renunciando a la muerte, tránsito tan necesario como fugaz, para alcanzar la Luz de nuestro Mentor. Las palmas que exultantes portamos con nuestras manos el pasado Domingo de Ramos serán cenizas sobre nuestras frentes, esas mismas cenizas que fuimos y que volveremos a ser.
La Cuaresma que cercanos estamos de alcanzar debe ser un cante hondo a la reflexión y a intensificar esa continua búsqueda del Rostro de nuestro Dios misericordioso que nos ama y nos espera en el Cielo. Nuestros bienes materiales son tan efímeros como nuestras vidas y la riqueza de nuestro espíritu será nuestro compañero inseparable en el último viaje de nuestras vidas.
Todo el bien que hagamos con nuestros hermanos, se lo haremos a nuestro Dios y nos hará más merecedores de alcanzar la Gloria de los Cielos.
Estos cuarenta días muy pronto llamarán a nuestros corazones. Nos invitarán a la reflexión y nos harán pensar de donde venimos y hacia donde caminamos. Nuestras hermandades y cofradías son el termómetro espiritual de nuestra Ciudad. Cuando perdemos el paso y nuestras torpezas nos desvían del rumbo cierto que nos conduce hacia DIOS los cimientos de la Sevilla religiosa comienzan a tambalearse.
Una acepción irrenunciable para los católicos navega en el ambiente buscando posada segura en la lumbre de nuestros corazones: la reconciliación. El distanciamiento entre hermanos nos aleja del Paraíso soñado. La caridad y ayuno cuaresmales nos acercarán a Cristo, pero Él nos pide algo más.
Para los católicos en general y para los cofrades de Sevilla en particular sobran los tópicos acuñados como las falsas monedas que entregaron a nuestro Señor. Cuando en el seno de nuestras hermandades aparecen la sinrazón y las rosas se transustancian en espinas tratamos de evadir toda culpa y delatamos a nuestros hermanos con dedo acusador.
No hermanos en Cristo Redentor, este no es el camino. Aquello tan manido de que “donde somos muchos difícilmente nos llevaremos bien” es un argumento que debe quedar fuera de nuestra conducta como cristianos. La convivencia no es difícil, todo lo contrario. Los seres humanos somos quienes la dificultamos con nuestro egoísmo, haciendo daño al prójimo, incluso aunque nos lo hagamos a nosotros mismos. La pluralidad es enriquecedora tomada desde los prismas de la tolerancia y el respeto.
Han sido muchas las lágrimas derramadas, las ilusiones rotas y los sueños derrumbados como castillos de naipes sobre el tapiz de nuestros sentimientos. Constantemente creamos muros infranqueables en lo que debe ser un fraternal encuentro entre hermanos siguiendo la prolongada sombra de nuestro Creador.
Nuestra Semana Santa debe ser inexcusable motivo de felicidad. Esa memoria cierta que nos hace recordar cada instante de nuestra existencia no puede quedar únicamente como un canto a la belleza. Nuestra Semana Santa tiene corazón. Un corazón que herimos a diario con nuestra arrogancia y con la ingratitud hacia quienes dejaron lo mejor de si mismos para hacernos partícipes de la más noble y bella herencia.
En estos días de vísperas los más bellos recuerdos invadirán nuestras mentes, al tiempo que nuestros cristianos corazones latirán a un ritmo más acelerado. Las noches de sueños profundos darán paso a los desvelos, a ese soñar despierto, porque nuestra Semana Santa es un hermoso sueño que cada Primavera soñamos con los ojos muy abiertos.
Un tupido velo nos cubrirá de pesares, angustias y sinsabores. Los naranjos mostrarán las primeras florecillas de azahar, con sus dulces fragancias que serán presagio cierto del gran acontecimiento que a punto está suceder en las calles de nuestra Ciudad.
En nuestros paseos primaverales redescubriremos a nuestra Sevilla del alma. Leeremos la prosa sutilmente escrita en las páginas de su memoria y descubriremos la poesía al mirar a sus plazas, callejuelas y rincones. Sevilla, Ciudad de tanta belleza, profundidad y encanto que el poeta que mejor cantó a Andalucía sólo pudo llamar por su nombre, porque Sevilla es el adjetivo más bello que podemos emplear para llamar a un sueño que no es tal porque está lleno de vida y hasta respira.
En apenas unos días sobre el lienzo de Sevilla los pinceles celestiales dibujarán los más hermosos paisajes sobre un fondo de Amargura. Nazarenos de túnica morada, Crucificados de sangre y agonía, Misterios sobre barcos de sevillanía, Soledades de Madre al pie de la Santa Cruz y Palios que entremezclan colores de dolor y armonía.
Un año más volveremos a vivir lo mismo que un día vivieron nuestros abuelos y como el más privilegiado legado de amor vivieron nuestros padres y hoy sus nietos e hijos retomamos como testigos de fe y sentimiento.
Queridos hermanos, sigamos las enseñanzas de Jesús y recordemos con cariño a quienes se marcharon. Sembremos nobles semillas y dejémoslas germinar en nuestros corazones para ser merecedores del Fruto Duradero. Se acerca una nueva Semana Santa y para nosotros se abren las Puertas de los Cielos.