sábado, 11 de diciembre de 2010

UN NUEVO ÁNGEL EN EL PALIO DE LA ESPERANZA MACARENA



UN NUEVO ÁNGEL EN EL PALIO DE LA ESPERANZA MACARENA

Cuando el aterciopelado otoño a punto estaba de colarse entre las opacas chimeneas del estío, una improvisada primavera asomaba su frondoso jardín de nácar entre cortinas de seda. Nos encontrábamos en los albores de una nueva e improvisada Cuaresma. Sin solución de continuidad descubrimos la llegada de un Jueves Santo. Extraño e inexplicable milagro que nos hacía mirar con asombro a los almanaques. Al igual que las abuelas utilizan el tiempo presente cuando rescatan pretéritas historias del baúl de la memoria, las páginas de los calendarios se adelantaron hasta llegar al minuto cero de nuestro tiempo. Con la misma celeridad que las aves peregrinas remontan el vuelo en búsqueda de la estación perenne de sus vidas llegó una nueva Madrugá.

En una poblada Plaza de San Lorenzo resonaban los cercanos redobles destemplados de la Centuria Romana Macarena y las lanzas del amor atravesaban de costado a costado nuestra Ciudad en análoga morfología a nuestro añejo Guadalquivir. Como afluentes de escarcha se esparcía un rumor por cada callejuela, plaza o rincón de la Ciudad. El Señor de Sevilla, principio y fin, nos indicaba el camino hacia la Madre.

Entreabiertos los ojos de San Román esperaban una nueva Madrugá de bronce entre soleares y zambras gitanas. San Antonio Abad buscaba entre los naranjos ramilletes de azahar para su Virgen de la Concepción y Triana miraba a la Giralda esperando la inequívoca señal de sus campanas. La Bendita Rosa de la Magdalena presagiaba la inminente arriada de alpargatas y túnicas de ruán.

Todo parecía ser, pero no todo era. El presagio de una nueva Madrugá era cierto, pero esa inesperada Madrugá tenía dos nombres propios: Caridad y Esperanza. Las niñas de Alcázares pasaban la noche en vela rezando junto a Madre María de la Purísima y Santa Ángela de la Cruz y la Basílica de la Esperanza recibía a miles de devotos que quedaban postrados a los pies de la Reina de Sevilla.

Las hermanas de la Cruz recibían con humildad el reconocimiento unánime del pueblo de Sevilla. Para ellas el peso de la Cruz que cargan sobre sus hombros en el diario camino de la amargura de sus pobres es un sello de compromiso y la alianza firme con Dios a pies del Altar.

Pocas horas antes, una hija del Pueblo de Morón de la Frontera cerraba sus ojos para compartir la eterna Madrugá junto a la Esperanza. Las aguas bautismales la acercaron a Cristo poco tiempo después de su nacimiento y la hicieron llamar con el nombre más hermoso de este Mundo: Esperanza Macarena.

Con gran abnegación y siguiendo un admirable paralelismo con las Hermanas de la Cruz, esta joven cristiana cargó sobre sus hombros la dura carga de una enfermedad. Amparada en la ayuda espiritual de María Santísima Auxilio de los Cristianos luchó sin desfallecer mirando al horizonte con esperanza.

Precisamente en estos momentos que todos esperábamos a la Madre de Dios junto al Atrio del Terrenal Cielo Macareno, la Esperanza quiso evitar más sufrimiento en su hija. Su familia queda asumida en el dolor más profundo. Una pena que únicamente puede encontrar alivio en el mucho cariño de los seres queridos y en la certeza de que su querida Esperanza Macarena está muy cerca de la Reina de San Gil.


Justo en la antesala de la Gloria recibo la noticia del fallecimiento de una hermana cofrade del Pueblo de Morón de la Frontera. En esos momentos me encontraba mirando a los ojos de la Virgen de San Gil en el interior de la Basílica. Esa misma mirada que desde hace muy poco tiempo es tan cercana a nuestra hermana, hija del Pueblo de mis cercanos antepasados, me hizo entender que la grandeza de la Esperanza Macarena está en que a la mayor belleza realizada por siglos se le unen el incondicional fervor de todo un pueblo y sobre todo que en la misma están marcados cada uno de los recuerdos que perviven en la memoria de nuestros seres amados que se apearon en la penúltima estación del viaje que nos llevará a la Santa Morada junto a Dios y a la Santísima Virgen.

El gran secreto de la Esperanza Macarena yace bajo los mármoles de los cementerios, entre las paredes de los tanatorios y en las habitaciones de los hospitales. Sus manos protectoras nos liberan de la cárcel del olvido y nos acercan a la luz, cuando caminamos entre tinieblas. Los que sufren y los que se marcharon dan sentido a la más hermosa historia de amor jamás concebida. Afortunados somos de tenerla a Ella. No muere la persona sino por el olvido y Tú, Madre Celestial, eres memoria perpetua que nos llevas a ellos en cada instante de nuestras vidas.

Entendí que la Esperanza Macarena no luciese, para esta ocasión, bajo su rojo palio. Los bordadores no tuvieron tiempo de labrar sobre su techo la cara de su nuevo ángel y además, querida hermana, de este modo mejor podrás ver su Rostro en tu primera Madrugá desde ese Cielo que durante una noche deja de ser azul para convertirse en verde macareno.



Descansa en Paz, Esperanza Macarena, que Dios te premie por haber sido tu vida, ejemplo para el resto de los cristianos y ayude a los tuyos a superar el trago más amargo que les tocó beber. No te faltarán nuestras oraciones.



Con todo mi afecto a mis hermanas: Victoria, cofrade de Morón de la Frontera y Esperanza Macarena, cofrade en el Cielo de Morón de la Frontera.