jueves, 23 de abril de 2009

Pasa La Esperanza de Triana


Muy vivos los ecos de la última Madrugá, la Esperanza de Triana retomó el camino que la llevó hasta el comienzo. A penas habíamos iniciado un nuevo sueño y hemos despertado presurosos para fundir nuestros corazones bajo el doloroso puñal que aprieta su pecho.
Su belleza desbordante volvió a conquistarnos y seguirá haciendo hasta que nuestras almas abandonen nuestros cuerpos para encontrar segura morada bajo su verde manto de Esperanza. En la sencillez de una pequeña y azul parihuela y cubierta por un manto blanco nos mostró que no necesita de palio, de flores, de cera ni de música para deslumbrarnos.
En esa cara morena y preciosa, en esos ojos que te roban el corazón a primer golpe de vista y en esas manos que no deja de ofrecernos y que tanto anhelamos besar descubrimos los cánones más excelsos de belleza y armonía.
Ante Ella el tiempo se detiene y nuestras memorias son frágiles vestigios del pasado. En su mirada está todo, no busquemos en otro lugar porque todo lo que buscamos se concentra en el más hermoso sueño ceramista y alfarero transustanciado en inigualables formas de mujer.
Muchos trianeros no entendemos de calendarios, almanaques ni de tiempos, el inexorable paso de nuestros días está grabado en nuestros corazones y cuenta cada vez que vimos a la Señora de Triana pasear su gracia por las calles de Sevilla.
No paraba de llover sobre Triana, era una tarde de añoranzas, de recuerdos, de volver la vista hacia un pasado inmediato y hacia un sueño felizmente realizado. Bastó que nuestro hermano mayor pronunciase su Nombre para que en el horizonte del Cielo que cubre este trocito de Gloria llamado Triana se adivinase esa brisa marinera que renace en los augurios de cada Madrugá de Viernes Santo.
El paso del tiempo, lejos de hacernos ver todo esto como algo rutinario, previsto, programado, reiterado, nos devuelve al pasado y a la ilusión de ese niño que todos guardamos dentro y que renace cada vez que la vemos a Ella. Triana volvió a reencontrarse con su Esperanza a deshora, aunque para Ella nuestro tiempo es ilimitado. El ritual que se repite cada año nos hizo perder el paso ante excepcional acontecimiento. Nos bastó su presencia para retomar nuestro camino con firmeza.
Pasó la Esperanza de Triana, tan sola y tan acompañada. En la soledad de un palio o parihuela y muy cercanos a nuestra Reina duermen en la profundidad de un dulce sueño cuantos trianeros no terminaron de pasar por delante de quienes seguimos llorando por su ausencia.
Nuestro mayor consuelo está en descubrir que ELLA no pasa sola y que cada lágrima que resbala sutilmente por sus mejillas es ese Mar al que irán a vivir los ríos de nuestras vidas cuando el Señor de las Tres Caídas nos llame a su Reino.
Desde la casa del Cura de Santa Ana vimos pasar a la Señora, nuestros corazones se aceleraron, nuestros ojos se iluminaron y nuestros sueños fueron tan reales que no quisimos despertarlos.
Descubrimos que Ella es nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. La emoción del reencuentro cada día se hace más difícil para nosotros, apretamos nuestros labios, cerramos nuestros ojos y tratamos de abstraernos por segundos para detener ese mar de lágrimas que finalmente terminó por embargarnos.
La Señora llegó al Templo Grande de Triana acompañada por esos mismos hijos, que con júbilo la acompañaron toda una noche por las calles de Sevilla, en esta ocasión no dudamos en hacerlo rezando y en silencio.
Pasó la Esperanza de Triana y con Ella volvimos a vivir un nuevo sueño