domingo, 22 de marzo de 2009

ESCÓLTAME (I PARTE)

Resuenan en los tímpanos de Sevilla viejas melodías de Eritaña. De las entrañas de la Sevilla más auténtica, de la Sevilla que rejuvenece con el paso de los años renacen sonidos de la Guardia Civil. Aquellas marchas en el recuerdo que los antiguos cofrades no terminan de borrar de sus memorias alcanzaron el punto máximo de esplendor y gloria dentro del exquisito panorama musical cofrade de Sevilla, crearon un estilo propio, fueron el punto de partida de una escuela que tuvo su continuidad en las actuales agrupaciones musicales. Las más sublimes delicias de pentagrama dibujadas sobre el majestuoso lienzo musical de una Sevilla que sueña despierta cada primavera para reencontrarse con su añorado pasado. Notas lentas de terciopelo que quedaron inmortalizadas por quienes desfilaban su amor por Sevilla cada Semana Santa y que seguirán haciéndolo hasta la eternidad. Macarena, Estrella, Alma Mía, La Saeta, Santa Espina, Compasión, El Alba, Perdona a Tu Pueblo, La Salve, Cristo de la Buena Muerte, Marcha Lenta por Campanilleros, Esperanza y Alma de Dios forman parte de la antología musical cofrade de Sevilla.

Durante años los oídos de Sevilla percibieron la caricia de unas composiciones profundas y llenas de sentimiento que llegaban con fuerza a los más recónditos rincones de unos corazones que latían a ritmo acelerado. Lentas notas que cambiaban el paso de Sevilla acompañando el dulce morir de un Crucificado que extendía sus brazos en el árbol de la Cruz cerrando sus ojos apagados mecido por dulces nanas de Eritaña, la elegancia de un Nazareno caminando sobre la roja alfombra que recubre su canastilla alcanzaba la armonía perfecta acompasado en sublime contraste de cornetas que sonaban al soplo de las profundas gargantas de la Guardia Civil, los Misterios de Sevilla, lejos de perder el paso, se afianzaban y caminaban con elegancia sobre los pies a redobles de tambor, las gaitas ponían el toque de gracia en cada marcha que sonaba a música celestial. Guardia Civil y Semana Santa caminaban juntas formando el matrimonio perfecto. Pasaban los años y esta relación de amor sincero llegó a alcanzar un punto sin retorno, la comunión fue tal que la Semana Santa de Sevilla era inimaginable sin el cuerpo de fieles guardias de la Patria, benditos herederos del ejército de Dios, fieles custodios de los costados, delantera y trasera de cada uno de los pasos que dan vida al sueño más hermosamente realizado.

Sevilla labró sus pasos con cuatros esquinas, sobre cada cual asoma una manigueta y fue Dios quien creó una quinta manigueta, una manigueta que quedó a buen recaudo custodiada por los más fieles soldados de Dios, benditos escoltas de su Madre.
No fueron más dulcemente derramadas unas lágrimas que las de aquel Guardia Civil que recibió de un superior la orden que tanto esperaba “tiene Usted servicio la próxima Madrugá de Viernes Santo acompañando a la Esperanza Macarena”. El deber y la devoción apretaron sus manos sobre el pecho de un Guardia que tantas Madrugás fue leal a su Patria, lejos de Sevilla y de Ella, lejos de la Esperanza en la distancia que no en el sentimiento. Esas frías noches recorriendo caminos, campos y veredas se eternizaban, parecían no acabarse nunca, pero su corazón latiendo en macareno le acercaba a la Reina de San Gil. Esa orden llegó a sus manos como el más deseado tesoro y como mandamiento justo de la Señora por Sevilla más amada. Se acabaron las noches de desvelo, de soñar lo inalcanzable. Por fin descubrió que para la Virgen de sus sueños no existe nada imposible, junto a Ella todo sueño por inverosímil que parecer pudiera, es realizable. Mereció la pena tanta distancia, tanta angustia y tanto desvelo. Cada Madrugá sin falta, sin descanso, con firmeza y vestido del mismo color que el Manto de la Flor entre las flores caminaba junto a Ella. La nobleza de su juramento a la Patria, su abnegación al arma y su traje de Guardia le impedían derramar esas lágrimas contagiosas de tantos macarenos y sevillanos que en cada instante de su paseo por Sevilla miraban a la Señora. La profesión iba por dentro y el corazón parecía salir del pecho. Atrás quedaron los sinsabores, el Atrio esperaba a la Esperanza para acercarla al Arco y dejar atrás la Muralla. Quedaba una larga noche por delante, un camino que se haría eterno de no ser recorrido junto a Ella.

Lanza Macarena volvía a su calle de la Feria. Los sentimientos afloraban al tener muy fresco el recuerdo de su Virgen de Gracia y Amparo escoltada celosamente por él mismo y por su hijo, que con firmeza ha tomado el relevo compartido con su padre, compañero y maestro. Juntos en el cumplimiento y en el deber de guardia y custodia y en la devoción a la dulce y delicada Señora de los Javieres retomaron su camino un nuevo Martes Santo. Fúnebres compases, túnicas negras, verdes uniformes, marciales pasos buscando el horizonte de la Campana y dos corazones latiendo en una misma sintonía. Gracia y Amparo, divina protectora del Guardia de alma macareno y de sus dos hijos compañeros.


Una noche al año tiene lugar un gran milagro en Sevilla. El tiempo parece volverse loco, olvida siglos y rompe en mil pedazos el Libro de nuestra Historia. Los escoltas de la Guardia Civil conviven en perfecta armonía con las Legiones de Roma. Verdes uniformes protegen celosamente al Señor de la Sentencia que camina de costero a costero seguido de su fiel Centuria de Romanos. Lanzas y escudos de las legiones macarenas nacidas de las entrañas de la Muralla, redobles destemplados de tambores macarenos y sonidos que por una noche nacen del alma misma. Sevilla no puede dormir y soñar al mismo tiempo, porque esa noche para soñar tiene que tener los ojos muy abiertos. Entre cien corazones que laten en verde y macareno descubrimos la cara de ese niño que se hizo Guardia, que cumplió su sueño custodiando a la Señora de Sevilla y que para mayor gloria se hizo soldado romano de las más nobles legiones de Híspalis.
El sentimiento macareno profundo te hace entender tanto amor esparcido por cada callejuela del Barrio, por cada rincón de Sevilla y más allá sus fronteras por los más recónditos lugares del Mundo. No fue conocido armao de la Macarena que vestirse pudiera, en esas vísperas evocadoras del Jueves Santo, que no llorase desconsoladamente como un niño, no fue conocido Guardia que escoltase a su Virgen Macarena que se apartase de su vera una sola Madrugá y no existieron notas más excelsas que los silencios y oraciones al paso de la sonrisa mejor dibujada y de la pena más hermosamente llorada. ¿Porqué hicieron a la Giralda? para mirarte a Ti a la cara y para llorar sobre Ti lágrimas de azucena. La Torre más alta de Sevilla se arrodilla a tus plantas Señora. Dios te salve María, Reina y Madre Macarena de los Cielos y de la Tierra Coronada. Al ver tu cara cada mañana de Viernes Santo por la calle de la Feria, no teniendo nada, me sobra todo, porque teniéndote delante de mis ojos olvido mis penas, de donde vengo y hasta mi nombre.

ESCÓLTAME (II PARTE)

Un escolta de Sevilla sueña con acompañar en un tiempo no muy lejano a su Señor de la Misión hacia la Catedral. La Agrupación Parroquial consiguió hacerse hermandad y muy pronto la veremos atravesar el alma de Sevilla para unirse a la añorada nómina de privilegiadas hermandades de penitencia en una de las señaladas jornadas de nuestra Semana Grande.

Silencio Blanco y Desprecio de Herodes suenan en honor del Señor de San Juan de la Palma, su cuadrilla de costaleros avanza con la música, pero sin ella. Los hermanos del costal no ven alterado su paso por los distintos cambios en las marchas. Sin separarse del canasto del Herodes y fiel a su promesa avanza un Guardia de Sevilla, un enamorado profundo de la Tierra que lo vio volver y que jamás lo dejará marchar. En un bolsillo muy cercano a su enorme corazón guarda con celo y profundo amor retratos de las distintas Imágenes de su devoción sevillana, la de su Patrona Virgen del Pilar y en un lugar de privilegio las de su niña y su mujer. Durante toda la noche del Domingo de Ramos, Escolta de Sevilla y su compañera del alma reviven el más hermoso diálogo, ese diálogo que no necesita de palabras, de miradas, ni de gestos. Reviven en sus entrañas el diálogo de los corazones que se aman con todas sus fuerzas. Él camina callado como su Señor del Silencio, pero no abandonado, la lejana presencia de su mujer es cercana presencia en el latir de su corazón.

El más hermoso diálogo de Sevilla, Amargura y San Juan acompañado de unas notas fúnebres, desgarradores y penetrantes se traslada por momentos a un gran cofrade vestido de verde uniforme y su inseparable compañera. De un humilde sevillano aprendemos la más hermosa lección encarnada en la trilogía más hermosa de sentimientos esparcidos por las calles de Sevilla: amor a la Patria, a Dios y a su gran tesoro: su mujer. Por un momento deja de mirar al frente para mirar al rostro Divino de su Dios para pedirle que no le falte la salud a su mujer y que nada pueda separarlos en sus vidas. “Recuerda amiga, a tu marido arrimado a la parihuela de Jesús del Silencio rezando por ti, encuentra en el Señor y en el amor de tu hija la fuerza para levantar en las caídas de la vida y no pierdas la esperanza que en las lágrimas de la Amargura encontrarás consuelo” “es largo el camino que os queda por recorrer juntos y no existirá obstáculo que os separe”.

El Lunes Santo en la primera chicotá en las entrañas del Templo, Sevilla vuelve a su pasado, el rachear de las alpargatas costaleras y la voz del capataz son acallados por una marcha evocadora “Alma de Dios”, la profesión va por dentro amigo Escolta, pero quien puede parar ese manantial de lágrimas que te embargan por completo. El Señor de la Redención pisa la alfombra de Sevilla con las notas del Himno Nacional, mano al tricornio en señal de respeto y honor y a punto estás compañero de iniciar una nueva Estación de Penitencia junto al Señor del olivo. La Plaza repleta de fieles, no cabe ni un alfiler, entre aplausos y lágrimas pierde de vista al Misterio de la Redención por la estrechez de Santiago bajo las notas de una brillante marcha “Cautivo en su Soledad”. Por un momento Escolta de Sevilla hace abstracción y su imaginación le lleva a esa misma marcha interpretada por la Música de Eritaña, tristemente fue creada décadas después de la desaparición de la madre y maestra de las agrupaciones, pero por Dios, que de haber nacido antes hubiese sonado a gloria interpretada por esos ángeles de verde.

Miércoles Santo en San Bernardo. Los hijos del Barrio retornan a su cuna, a las calles que los vieron nacer. Sus familiares los esperan como el mejor regalo de cada primavera. San Bernardo vuelve a sus orígenes, el viejo arrabal retoma el pulso perdido, recobra el protagonismo de un pasado no muy lejano. El tiempo parece detenerse y todo vuelve a ser como siempre. El Cristo de la Salud extiende sus brazos en el árbol de la Cruz cruzando el Puente bañado de Sol y de aromas de barrio. De entre tantas miradas hacia el Cristo de la Salud y con los ojos empapados de lágrimas un hermano del benemérito cuerpo que soñó ser su escolta, no pierde de vista el enternecedor semblante de su Cristo Crucificado. Ese honor recae año tras año en quienes abrazados a su patrona Santa Bárbara cumplen la promesa de velar las horas del Cristo de la Salud por las calles de Sevilla. En la Virgen del Refugio encuentra el remedio perfecto para sacar esa espina por años clavada en el corazón. En la hermosura de su cara, en su palio que va derrochando elegancia, en la perfecta aleación de los dos más preciados metales, en el exquisito gusto de quien puso la flores en su palio y en ese manto que arropa a tanta gente necesitada de consuelo descubre que su lugar está junto a Él, pero sin olvidarse nunca de Ella. El Cristo de la Salud se asoma a Sevilla bajo un fondo de Giralda y su Madre se despide por momentos bajo sones macarenos.

Sevilla vuelve la vista atrás y descubre una fila interminable de cirios suspendidos que siguen la estela de la Santa Cruz en Jerusalén. En Alfonso XII, por parejas, los naranjos son testigos del cortejo de inmutables hermanos de la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla. Siglos de Historia que pasan por delante de los ojos de la Ciudad que por una noche deja de dormir su profundo sueño para besar los pies del Señor del Silencio. Confundidos entre el negro y el esparto escoltan a Dios los privilegiados herederos del Duque de Ahumada. Nuestros ángeles custodios de la carretera toman el testigo de quienes no dudaron en alzar la espada para defender el dogma Concepcionista de María. Evocación de una Sevilla que no termina de morir al encarnarse bajo la figura de quienes mejor representan el honor, el orden y la ley. De quienes tomaron por bandera mantener las buenas tradiciones de nuestra Ciudad.
La tarde del Viernes Santo el Cristo del Cachorro, inerte e ingrávido trata de aferrarse a la vida, tiemblan las barandas del puente, escalofríos recorren como tímpanos de hielo las calles de un Barrio que se asoma al balcón para contemplar la más perfecta representación de la agonía de Dios en el madero. La portentosa silueta del Cachorro de Triana queda dibujada en el Río, cual su rostro quedó plasmado en el paño de la Verónica en el Camino de la Amargura. Tarde de Añoranzas de Eritaña y de sus melodías celosamente guardadas en los pentagramas de los siglos. La Señorita de Triana renacida de las cenizas de la Virgen que no terminó de morir consumida por la hoguera que arrasó su Templo a punto está de alcanzar la altura de la vieja Parroquia de la Calle Castilla. Una vieja Parroquia que en breves minutos abrirá sus puertas a Triana. Jesús Nazareno, encorvado por el peso de la Cruz de Carey que acaricia con sutil cuidado, alarga su zancada hasta llegar al portalón que será el lugar de partida en su camino hacia la Catedral. Para el buen Escolta de Sevilla es el último esfuerzo, por última vez en esta Semana Santa hará realidad el más noble honor que pueda recaer sobre un Guardia Civil y cofrade. El cansancio empieza a dejar huella en su rostro hasta que llegado al Altozano descubre que empieza a terminarse un nuevo sueño. Como aquellas antiguas cuadrillas del Muelle saca fuerzas de donde no existen y se siente capaz de volver a cruzar el Puente cuantas veces hagan falta para acompañar a su Jesús Nazareno.

Se abren las puertas de la Parroquia y poco a poco regresa la comitiva. El Señor llegó a su Morada y espera el regreso de su Madre. Escolta no aguanta un minuto más separado de su mujer, abrazado a ella y a la niña de su alma mira a los ojos de la Virgen. La Virgen que funde corazón y alma como la cera quedó fundida sobre la candelería por la que lagrimea. Aquella Virgen que hizo soñar a un compositor lejano a nuestra Tierra, que olvidó su nombre, pero su cara quedó esculpida con fuego en su corazón.

El Viernes de Dolores este hombre encontró el omega junto al Señor de la Misión y una Semana después y en su barrio de Triana la omega en la belleza desbordante y deliciosa de su Virgen de la O. Con el deber cumplido y colmado de sensaciones y sabores vuelve a su casa acompañado de sus dos otras devociones. Para ellas no existe un día señalado, el Escolta de Sevilla las protege durante toda una vida.


El Señor Moreno del Porvenir regresa a su Casa dejando tras de sí la imborrable huella de un Domingo de Ramos soleado y brillante. Un año más el Señor de la Victoria caminó siempre de frente por Sevilla, con elegancia a hombros de su cuadrilla de costaleros legionarios bautizados por el maestro de maestros, poeta del martillo y buen cofrade de Sevilla Manolo Santiago. Un joven guardia civil empezaba a sentir en su pecho el pellizco del costal. Todo un privilegio para él acompañar a Jesús de la Victoria como escolta. Su cercanía a los hombres de abajo le llevaba cada Domingo de Ramos a un nuevo sueño. Atento a cada orden del capataz, a cada marcha y al son de los costaleros de su Barrio caminaba con la mirada hacia el horizonte e imaginando cada detalle que ocurría a su alrededor.

Difícilmente podía mantener la entereza cuando escuchaba de los labios del maestro las últimas palabras de aliento a sus costaleros. Manolo Santiago emocionado se dirigía a ellos con esas palabras que ni el paso del tiempo podrá borrar de la memoria del Porvenir. “Que poco falta hijos míos para que esto se acabe” “un año más tendremos que esperar”. Este año, si Dios quiere, será el último que tendrá el privilegio de escoltar al Moreno del Porvenir, su corazón le dice que el año que viene se unirá a los legionarios del Porvenir. Cambiará el uniforme por la ropa de costalero. Será distinto e igual al mismo tiempo, como el costalero seguirá siéndolo hasta que Dios lo llame a su cuadrilla en el Cielo, el escolta seguirá siéndolo hasta el día que responda a la llamada del General de la Gloria para iniciar la más hermosa chicotá junto a Dios y a cuantos buenos cofrades acudieron a la llamada de su martillo. Amigo Escolta del Moreno rézale a tu Dios por esa paz que tanto necesitamos, por esa paz que tú y tus compañeros tratáis de devolvernos con vuestro esfuerzo.

Hace 28 años que la Sevilla cofrade dedicó la mayor ovación que jamás pudo escucharse por sus calles en Semana Santa. Los sevillanos en general, tuvieron la ocasión y los que estuvimos allí, la dicha, de mostrar nuestro amor a la Guardia Civil. Aquel Miércoles Santo la Virgen de la Cabeza paseó por las calles de nuestra Ciudad más arropada que nunca por sus hijos uniformados de verde. La Hermandad de las Siete Palabras, un nuevo año, iniciaba su estación penitencial a la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, todo transcurría como en anteriores ocasiones, hasta que apareció la Virgen y muy cercanos a Ella su escuadrón protector y protegido. Sobrecogidos por el momento y en inexplicable sintonía, la generalidad de los presentes aupamos nuestros cuerpos al tiempo que partíamos nuestras manos en una atronadora salve de aplausos dedicada a nuestra Guardia Civil. El matrimonio Guardia Civil – Semana Santa no necesitaba ver para creer, el cariño era demasiado fuerte, no necesitaba de una señal para testimoniar tanto amor esparcido y correspondido. Sin duda alguna ese inolvidable acto de confraternización fue como la “Alianza” que el novio entrega con todo su amor a la novia en el “Altar” con Dios como testigo.


“Señor de Sevilla, ayúdalos en su tarea diaria de amor a la Patria; fortalece sus nobles corazones; coloca tus manos, esas que mueven el Mundo, sobre sus hombros para que nunca decaigan en el esfuerzo; aparta de ellos a los enemigos de Dios y de España, que sólo conocen del uso traicionero de las armas y muéstrales el camino hacia La luz de tu Rostro”.

“Dios de Sevilla, acoge en tu Gloria a los Guardias Civiles que durmieron en paz con los hombres y contigo Padre Bendito, dales descanso eterno y que Tus Arcángeles los acompañen, dándoles ESCOLTA segura, hacia Tu Santa Morada”.

“Hermanos caídos, la muerte no es el final del camino, vuestra esperanza os llevará a la Luz de Dios y con ella al Triunfo Glorioso de la Resurrección”.

“Queridos hermanos, que la Virgen del Pilar, vuestra Patrona, extienda sobre vosotros su manto protector y os colme de bendiciones”,






Dedicado a los guardias civiles que escoltaron durante años a Dios y a su bendita Madre por las calles de Sevilla y a quienes entregaron su vida en defensa del más noble cometido de amor. A mis amigos Escolta Cofrade, Isabel, Lanza Macarena y Escolta del Moreno.