sábado, 10 de enero de 2015

A D. ALFREDO ÁLVAREZ MENSAQUE, NUESTRO HERMANO MAYOR.



A D. ALFREDO ÁLVAREZ MENSAQUE, 
NUESTRO HERMANO MAYOR.

Hoy, Padre mío de las Tres Caídas, has llamado a Alfredo a tu lado. El sueño de cada nueva Madrugá de Viernes Santo será una auténtica realidad en su sentir del día a día. Queda una huella imborrable esculpida en el ancla que llevamos en el corazón. Parte de mis años perteneciendo al grupo joven de la Hermandad se marchan al Cielo contigo. Quedan tu humanidad y abnegación en la entrega por todos tus hermanos. Lejano a todo protagonismo, entregaste lo mejor de ti por convertir nuestra Hermandad en una gran familia. Miles de latidos unidos en sístole y diástole en la grandeza emocional y espiritual que conlleva pertenecer a la Hermandad de la Esperanza de Triana.

Sentimos el abrazo de nuestro Cristo, que levanta de su Tercera Caída para hacer de su bondad el pan nuestro de cada día. Naufragar en unos ojos negros que iluminan desde San Jacinto o Pureza a las naves que contornean por las espumas blancas del viejo Río, compañero inseparable de añoranzas. Duele ver como tu existencia marcha por otras veredas, pero bien ha querido Cristo que el insufrible peso de la cruz se apartara de tu cuerpo, para fundir tu alma revestida de verde Esperanza y alzarla allá más arriba del lugar que ocupan las lejanas estrellas. Comenzar a contemplar otros verdes paisajes en la misteriosa eterna Triana adornada de geranios, damas de noche y lustrosos azulejos. Esa gran vasija de porcelana que contiene en su interior la justa medida del amor más grande al Dios bendito jurado por los hijos de Triana que duermen el sueño de los justos.

Llevará nuestra Esperanza tu nombre dibujado en sus lágrimas y nuestro Cristo en su rostro dulce y templado. Capirotes morados y verdes, música de ángeles y un lazo negro de riguroso luto en los varales de nuestra Madre. No podemos disimular nuestra tristeza en este frío y grisáceo anochecer. Nuestros titulares permanecen inmutables al paso de los siglos y nosotros pasamos como sombras de nazarenos caminando por las oscuras callejas de la Ciudad. Alfredo no pasará, pues no existen límites ni muros infranqueables para la Esperanza. La que nunca abandona a sus hijos y consuela a los que lloran por la marcha de un ser querido no permitirá que te apartes para siempre. Hoy estarás en el Paraíso por nuestro Cristo de las Tres Caídas prometido, gozando de su misericordiosa presencia. Descansa querido Alfredo, rezaremos por ti y por tu alma, arrodillados ante el semblante de nuestro Cristo de tez morena.

Te llevaremos siempre en el corazón y en las remembranzas de los brillosos amaneceres que anuncian la vuelta a Triana de nuestro Cristo. Y el admirable paisaje de una luz que destella y resplandece admirada por la contemplación excelsa de la belleza más imperial de todas las Dolorosas de Sevilla, que toma la Avenida mecida por marineros que reman bajo su verde palio, nao también revestida de verde como el manto de su Capitana soberana, Reina del Cielo y Esperanza de Triana.