sábado, 13 de diciembre de 2014


                                               DULCE PUERTO DE ESPERANZA

Agonizante la noche del alma, se encenderá la llama del lucero del alba. Brotarán la hermosura y la gracia, acariciando descalzada un gélido mármol de sal marinera. La virtud teologal enclaustrada, tras las rejas aflora y se erigirá la columna más realzada. En tus manos la llave que abrirá la celda de mis desdicha, mi corazón parecerá morir en vida y mi alma elevarse a tus ojos brillosos.

Cada lágrima que brota de tu caudal de hermosura es mar celeste y faro donde perdidos navíos encuentran tierra firme. Anhelantes tus hijos besarán tus manos expuestas, haciendo reales sus anhelos. María eres custodia íntegra de nuestra fe y puente seguro para las barcas que vuelven a Triana navegando aireadas entre brisas mañaneras.

Venerada Esperanza, sin edades ni tiempo, tu juventud permanece inalterable a los relojes. Como en marcada Madrugá de primavera quiero sentirte caminar por las empedradas calzadas que convergen al Altozano y ser uno de tus verdes heraldos nazarenos. La vida se me apaga, presiento más cercano el fin que el inicio. Cuando llegue mi hora no quiero lágrimas ni tristeza, porque nada me hará más dichoso que vivir para siempre a tu lado.

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