jueves, 17 de marzo de 2011

PRELUDIO MACARENO


PRELUDIO MACARENO

Es Tu ausencia, vacío que anida en mi alma. Vivir en Tu cercana presencia me lleva a encontrar la ansiada calma.

El anclado pasado es camino transitado y el bienhallado presente palpable relente que mira hacia el cercano futuro de frente.

El preludio del encuentro es primorosa espera, aspirada delicia, haz de primavera e impoluta caricia de un serafín destello.

Hermosura perfilas en sublime sonrisa, elegancia destilas en cristalina brisa y desgarro es Tu pena, doliente espiga.

Entre lienzos de ensueño se dibujan tus morenos perfiles. Es Tu palio pincel que se recrea en la estrechez de Placentines.

Busco Tu mirada entre los callejones de la nostalgia y entre los balcones de la memoria. Por fin logro alcanzarla en las plazuelas del recuerdo.

Beber de tu fuente es bálsamo eficaz que mitiga las corpóreas dolencias y que desvanece las lágrimas por las ausencias.

En una esquina esperan en dulce palpitar centenares de corazones macarenos. Embebidos de vivencias en delirio reclinar asoman a Tu cadencioso revirar.

Lloran hasta las azucenas de la Catedral al presenciar la más excelsa revirá que conocieron los siglos, en Relator cortina de encaje y, en Parras caricia de Cielo sobre pies de costaleros.

Se consume la cera y se marchitan las flores, se inclinan los metales y la mañana asomada al Atril de Tu belleza te implora profundos poemas de amor.

Duele el quejío que brota de la saeta asomada a un balconcito cercano a la Gloria, conmueven las lágrimas de la niña que mira a la abuela y el contagioso escalofrío del impresionado gentío.

Quiero sentirte llegar entre varales de plata, oler el incienso que precede tu pisada y oír las primeras notas de la sublime sinfonía de compases destilados en pentagramas de ensueño.

Pero no quiero verte pasar Macarena y perderme en el horizonte de tu lejano manto, para con ello sentir que de mi vida te separas y que nada me queda.

Lúcido desvelo en el anochecer, opaca soledad de la espadaña que te espera despierta y lágrimas de nácar del Arco, Puerta del Cielo.

El Atrio es alfombra bañada de ilusiones que habitan en el regazo del preámbulo de la inminente Madrugá.

Tambores destemplados que suenan por la Resolana recuerdan a Abelardo y al Pelao. En el Reino celestial una niña morena llama a su Virgen guapa.

Nos queda esperar que en noche de luna llena una nueva Madrugá baje del Cielo para besarle las manos a la Esperanza Macarena.


Texto: Jordi de Triana
Fotografía y dedicatoria: Luis M Jiménez y a su madre.