viernes, 16 de diciembre de 2011

ENTRE ÁNGELES DEL CIELO


ENTRE ÁNGELES DEL CIELO


Muy vivos los ecos de la celebración de la Inmaculada Concepción de María, festividad de profundo arraigo en nuestra Ciudad, nos disponemos a elogiar la Expectación del parto de la Santísima Virgen María. En el vientre de la Señora de Sevilla late un pequeño corazón rebosante de amor que prenderá como llama en el interior de sus fieles hijos macarenos. Resplandecerán sus ojos como luceros y en la profundidad de su divina existencia estará marcada la más injusta Sentencia. Abnegadamente, nuestro Señor, aceptará los mandatos del Padre, entregará su vida para redimirnos de las tachas que nublan nuestros senderos y seremos nosotros quienes con nuestro fervor apartaremos espinas y hojarascas de su perenne transitar por las callejuelas de nuestras esencias.

Ávidos de la cercana presencia de nuestra Madre de los Cielos y de sus terrenales caricias, disponemos nuestros corazones para vivir grandes emociones. Un sin fin de acontecimientos se irán sucediendo y los verdaderos sentimientos macarenos comenzarán a desgranarse por las calles del viejo Arrabal y como casi imperceptible rumor de fresca brisa se irá esparciendo por toda la Urbe.

Buscaremos en unos ojos luminosos y en la profundidad de una mirada, certeras respuestas a nuestras incertidumbres existenciales. Su manto matiz celeste Cielo, huella irrefutable de la Tota Pulchra Virgen María, es la patina externa que transluce la curtida blancura que germina en el talle de la más sublime Flor. Pronto la hallaremos ataviada con un manto del color de ese otro Cielo que cada Madrugá de Sevilla se perfila en los aterciopelados lienzos que envuelven al Parasceve.

Sonarán maitines en el pardo firmamento y Madre Angelita asomará a una ventanita para anunciar la buena nueva a sus niñas meditantes en el Coro del Convento "asomad queridas hijas mías que a punto está de bajar la Madre Superiora del camarín del Gozo".

Descenderá custodiada por ángeles y la musicalidad de los cánticos, plegarias, y oraciones que clamarán ante el milagro de la cercanía. Las lágrimas inundarán los gélidos mármoles de la Basílica y los eternos macarenos despertarán para asomarse a la cancela custodiada por el gran macareno Abelardo, portador de las llaves del portalón que los devuelve cada momento a su Esperanza.

Miles de fieles acudirán embelezados, conformando auténticas mareas humanas, ávidos de beber de la inagotable fuente de la gracia y del hiriente manantial de pena que mana por sus rosáceas mejillas y que como crisol cristalino cala en lo más hondo anidando en el alma. La indescriptible belleza de la perfección divina bajo hechuras de mujer prende bajo la espadaña que anuncia orgullosa “aquí vive la Esperanza”. Besar sus sagradas manos ofrecidas en señal de amor a Sevilla es como alcanzar las bienaventuranzas del Cielo en vida.

Buscamos calificativos que merezcan ser esparcidos entre versos o acunados en la incuestionable prosa que pregona su nombre a cada instante, pero volvemos a descubrir que existe un único Atril al que asoma su mirada y que sus labios son el Templo de la voz. No existe más hermoso pregón que el escuchan nuestros oídos al traspasar el umbral Celeste del Atrio Macareno. Bendito Arco, Puerta del Cielo, que abre sus brazos a nuestros sueños y nos hace traspasar como flecha de inmortal herida los costados de la más firme devoción mariana.

Fotografía: Luis Manuel Jiménez
Texto: Jordi de Triana

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