martes, 22 de febrero de 2011

A DIEGO LENCINA



A DIEGO LENCINA


Tristemente se paró el gran corazón que hace tiempo dejó de pertenecer al bueno de Diego Lencina. Lo donó como mejor legado de generosidad y amor a su Sevilla del alma. Se marcha arropando entre sus manos a sus dos niñas: Cabalgata y Semana Santa. Tras una última revirá, la parihuela de su vida acaba de iniciar la última chicotá que lo llevará, a bien merecer, a ocupar uno de los lugares de privilegio junto al Dios que iluminó su vida con acierto. Tras una incesante lucha contra los males que lo asechaban estos últimos meses, sin desfallecer y manteniendo la sonrisa contagiosa que le caracterizaba, el bueno de Diego se marcha a repartir ilusiones a la Gloria sevillana.


Entre nubes de incienso y barquillos de azahar se marchó a ese anhelado Cielo para compartir tertulias junto a otros tantos buenos hijos de Sevilla que se marcharon y que habitan perennemente en las habitaciones de nuestra memoria. Un Cielo poblado de naranjos, geranios y claveles que nos hace ver que la muerte es un estado transitorio y un punto y seguido en el devenir de nuestros días. Sin lugar a dudas en esa Sevilla Celeste existe una Plaza hermana de aquella bendita esencia de pura sevillanía donde anidan los vencejos del tiempo, esos que preconizan en los amaneceres más hermosos del Universo el retorno de Dios a su Morada Basilical, esa Bendita Plaza que es testigo de la Soledad mejor acompañada.


Los vencejos enjaulados en las copas de la memoria lloran con tristeza la marcha del buen hombre que vivía y soñaba al mismo tiempo con esa Sevilla eterna e inmortalizada en el letargo de los siglos. Diego sentía como llaga propia cada piedra herida de la noble arquitectura romántica de nuestra Ciudad. Hombre leal y noble que ahondó en la felicidad de los más jóvenes y que pregonó con su vida por una Semana Santa más humanizada y lejana de toda lucha entre hermanos que no lleva a ninguna parte.


Bancos vacíos y tristes sentimientos afloran a los pies del azulejo de la Gracia de Sevilla bajo palio. La imborrable huella del corazón del Ateneo se proyecta sobre las paredes del Templo en su último trasiego ataviado con la túnica de su Hermandad. Los vacíos y las ausencias quedan envueltos en lágrimas y oraciones. Acaba de marcharse y Sevilla queda asumida en la más profunda desesperación. La Cofradía de la Ilusión pone por última vez su Cruz de Guía sobre el adoquinado tapiz de San Lorenzo. El eterno capataz llama al martillo y su fiel costalero responde con voz firme “llévame contigo Padre bueno”.

Cada Sábado Santo La Soledad de San Lorenzo traspasa el umbral del Templo del Santo Mártir llevándonos a la triste realidad del fin de un sueño, se cierran las puertas y el sonido rotundo de un cerrojo nos rompe el alma. Nos acercamos presurosos al portalón para rogar a Dios para que un nuevo Domingo de Ramos vuelva a nuestras vidas y porque podamos compartirlo con nuestros seres queridos. Resuenan en nuestros oídos las saetas eternas que consuelan el dolor de la Madre y nuestras mentes se nublan ante el cruel calvario de la interminable espera.

Diego Lencina se marcha como la Soledad, cerrando con divino broche de oro, una vida dedicada a Sevilla y su familia. Se marcha a pocos pasos del punto cero de la Sevilla devocional y profunda. Sus ojos se cerraron por completo y su cuerpo partió a reposar en el regazo de la Bendita Rosa del Sábado Santo.


Te esperan en el Cielo esos angelitos que se marcharon de nuestra Ciudad sin tiempo siquiera para disfrutar de una Cabalgata de Reyes Magos. Hoy son felices porque por fin podrán recibir el mejor regalo de sus vidas en manos del Rey Gaspar.


 
Hasta siempre querido Diego.




A la memoria de Diego Lencina, que Dios guarde y con cariño a su familia que nuestro Señor guíe.




1 comentario:

Hispalis-Cofrade dijo...

Muy bueno si Señor, Soy Alejandro, Blog: Hispalis Cofrade, Un Saludo y muy bueno el Blog, me he hecho seguidor de tu blog para que me lleguen mas noticias y espero que sean muchas.