lunes, 4 de octubre de 2010

A LA MEMORIA DE D. RAFAEL ARIZA SÁNCHEZ




A LA MEMORIA DE D. RAFAEL ARIZA SÁNCHEZ

Sevilla permanecía asumida en el profundo sueño de una fugaz e inesperada Semana Santa que rebrotaba entre aromas de incienso y azahar en puertas del otoño. La Virgen Niña de San Gil hacía dibujar sonrisas en los rostros apenados de los enfermos, que liberados por momentos de la cárcel de sus dolencias, se asomaban al balcón de la Esperanza para encontrar alivio en la mirada de la Reina de Sevilla. La Virgen de Regla retomaba el camino hacia su Templo tras ser coronada, entre miles de fieles que quedaban prendados ante su belleza primaveral revestida de brisa marinera. Hermosísimas pinceladas que como aterciopelados lienzos quedarán enmarcadas en nuestra memoria.

Una calma tensa nos hacía retornar a la normalidad y al curso de los acontecimientos. Repentinamente despertamos con destemplanza y dolor para recibir una tristísima noticia. El silencio y un amargo rumor se apoderaban de nuestras calles. Por momentos las sombras eclipsaron la luz de la tarde. Se marchaba un capataz con mayúsculas, un hombre de hermandad que dignificó el mundo del martillo y del costal. Su inesperada ausencia nos hace perder el paso y sentir un gran vacío en nuestro interior. Las personas pasamos de largo por esta vida y realmente son nuestros Amantísimos Titulares quienes permanecen inalterables al devenir de los siglos. No obstante no podemos obviar que algunas personas con su compromiso, abnegación y generosidad dejan una huella imborrable en nuestra memoria. La familia Ariza forma parte esencial de la Historia de nuestra Semana Santa. Sería impensable hablar de Ella sin nombrar a D. Rafael, a su hermano D. José y a quienes les mostraron el camino. El árbol genealógico del apellido Ariza se extiende a lo largo de distintas generaciones que han sabido transmitir que el sello de lo auténtico sigue siendo seña de identidad de cada relevo generacional.

D. Rafael Ariza es un exponente de la mesura y del saber estar. Se caracterizó por ser un hombre humilde y con especial habilidad para transportarse al corazón del costalero por el camino más corto. Fue el mejor maestro de los jóvenes costaleros y mantuvo en los más veteranos la ilusión de la primera levantá. Lejano a todo protagonismo, exquisito en las formas y plasmando en cada orden las palabras justas, rehuyendo de todo alarde, supo transmitir el noble arte de mandar un paso y de hacerlo andar como nuestro Santísimo Cristo y su Bendita Madre merecen. Forjado por miles de vivencias con sus hermanos del martillo y sus niños del costal, D. Rafael hizo perdurar la gran verdad que subyace en las entrañas de este maravilloso cometido. Su labor fue trascendental en un hito histórico: la aparición de las cuadrillas de hermanos costaleros. Consiguió que el cambio resultase menos traumático de lo que era de presagiar en un principio.

D. Rafael arrió la parihuela de esta senda del camino para cruzar el Puente que lo llevará hacia la otra orilla. Su recuerdo queda muy vivo en nuestros corazones. Se marcha para seguir la alargada zancada del Señor de Sevilla. Esa misma zancada que durante años, y tras su voz rotunda, hizo estremecer a la Madrugá sevillana. Las callejuelas de la Eterna Cofradía lo esperaban como cada Viernes Santo Castilla, Callao y San Jorge esperan a los Titulares de la Hermandad de la O caminando con elegancia a la voz de los Ariza. D. Rafael se une a la tertulia de capataces y costaleros en la memoria, santo y seña para las nuevas generaciones que siguen la vereda que ellos les marcaron.


Su familia queda asumida en la desolación y en la tristeza. Les tocó superar la más inaccesible ojiva al paso de sus vidas. Como ocurrió este último Martes Santo en el instante que la Virgen de los Desamparados superaba la imposible estrechez de San Esteban para pisar los adoquines de Sevilla, sus hijos y sobrino, tirarán del corazón y de las sabias enseñanzas de sus mayores para continuar su legado. Recordarán los consejos del maestro y en especial ese primer momento de soledad frente al martillo de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de la O.

El próximo Domingo de Ramos sentiremos un fuerte pellizco en San Julián. El Cristo de la Buena Muerte abrirá sus brazos a Sevilla y su Bendita Madre Hiniesta brotará en sublime aparición en el jardín de la floreciente primavera. Notaremos la ausencia de D. Rafael y esas templadas manos acariciando los martillos de la primera Gloria.

La Puerta ojival de San Esteban estrechará todavía más su arco, accesible únicamente al imposible milagro de la sabia voz del Maestro y al esfuerzo de los corazones fundidos entre trabajaderas de amor.

En el ocaso del Viernes Santo y cuando todo parecerá consumado, Triana volverá a abrir sus brazos entre barandas de bronce para recibir a uno y otro lado de su enorme corazón al Cristo de la Eterna Agonía que mira a ese mismo Cielo en el que habitan los buenos capataces de la bien ganada Gloria Sevillana. Al tiempo Nuestro Padre Jesús Nazareno sentirá sobre sus hombros la carga del peso de la ausencia de la voz que anunciaba cada paso en su camino. Buscaremos con nostalgia a D. Rafael delante de la parihuela de la hermosa Esperanza de la Calle Castilla. Finalmente descubriremos su serio semblante entre varales de plata y en los ojos luminosos de su Virgen de la O.

El Templo de San Lorenzo cerrará sus puertas a la llegada de la Soledad de una Madre, bendito broche de oro que cierra nuestra Semana Santa. Lloverán saetas en la Plaza de entre las Plazas y desde el Cielo una voz inquebrantable hará levantar por última vez el paso de la hermosa pálida Rosa de San Lorenzo.

Nos queda el consuelo de saber que no existe una última chicotá y que el camino de D. Rafael sigue su curso que lo llevará junto al Padre Celestial. En ese Cielo de jazmines, claveles y azahar cada Viernes Santo volverá a cruzar junto a su padre y a su abuelo, Ariza el Viejo, un Puente de Barcas a continuación de un viejo Castillo, para reconquistar la Gloria Sevillana junto a su Virgen de la O.

La agridulce metáfora de nuestra Semana Santa vuelve a pregonarnos versos rociados de rosas y espinas. Tras las triunfales procesiones de la Esperanza Macarena y la Virgen de Regla por las calles de Sevilla, muy vivos lo ecos de la Coronación de la Virgen de la O y en vísperas de la procesión de Madre de Dios del Rosario, patrona de capataces y costaleros, uno de los más grandes cofrades de Triana se marcha al Cielo.


Descanse en paz D. Rafael Ariza, cofrade ejemplar de Triana, maestro de capataces y costaleros e inigualable sevillano.