martes, 16 de febrero de 2010

AMADA SEMANA SANTA


AMADA SEMANA SANTA
Cuarenta días y cuarenta noches me separan de ti amada Semana Santa.
Te sentía tan lejana que la pena me embargaba. Aparecías en mis sueños y desvelos, despertaba presuroso, trataba de alcanzarte y ya no estabas.
El corazón se me partía aquella tarde que te marchaste por calle San Luis llorando tristes lágrimas de Amarguras. La noche anterior cerrabas tus puertas en La Plaza donde anidan los vencejos del tiempo. Tus besos quedaron a buen recaudo en la habitación de mi memoria.
Llegabas un Domingo de Ramos, blanca y primorosa, entre palmas y olivos. Eras sueño interminable que llamaba a mi puerta cada Primavera, esta vez si amada mía, abría los ojos y estabas muy presente.
Me cautivaste por tus continuos cambios de ánimo. Me hacías llorar y reír al mismo tiempo, eras música sublime en primor de pentagrama y silencio profundo que estremecía mis entrañas.
Tu silueta se dibujaba en las aguas de un viejo Río, traspasaba las entrañas de un Arrabal torero, caminaba junto a unas murallas invencibles o paseaba sigilosa bajo La Giralda para no despertar a sus campanas dormidas.
Cada año te presentabas igual y distinta. Tus contrastes me llegaban al alma. Me asomaba a mi ventana de Cuaresma y pequeñas florecillas de azahar rumoreaban que tu amor de temporada pronto volvería a llamar a mi puerta.
Te esperaba como siempre, sin perder la ilusión del primer día y dispuesto a darlo todo para que te quedases a mi vera y que aquella esperada Primavera nunca se marchara de nuestras vidas.
El sueño de todo un año se desvanecía entre mis manos en escasos siete días. Quisiera ser esa Semana para tenerte siempre entre mis brazos o Luna del Parasceve para no perderme tu eterna sonrisa.
Perfumada de rosa e incienso, clavel y azahar, vestida de verde esperanza y de negro luto, extrovertida y misteriosa, superficial y profunda, desbordante y recatada, musical y silenciosa, así eres amada mía y así te quiero siempre.
En la larga espera está la penitencia y en tu puntual llegada está el mayor regalo de mi existencia. Eres tan sublime y hermosa que por verte toda una vida esperaría.