miércoles, 22 de septiembre de 2010

NO EXISTEN VERSOS ......................



NO EXISTEN VERSOS -A Reyes-

Como réplica de amor a lo mucho que he recibido de la Esperanza Macarena a lo largo de mis días, y en cambio, ser tan poco lo que he podido ofrecerle, he querido corresponderla regalándole un ramillete de versos.

Unos versos que he tratado de descubrir para Ella y que vanamente he querido plasmar en el papel en esta noche de insomnio.

Busqué esos versos entre las cortinas de seda del anochecer cartujano, busqué en el desvelo de la sosegada madrugada sevillana y busqué en el gentil trinar en el amanecer de San Lorenzo.

Traté de encontrarlos en el radiante Sol que se cobija en el cercano horizonte del Aljarafe. Traté de encontrarlos en la Luna esbelta que asoma presuntuosa en la oscuridad de la noche.

Pregunté a la Torre Dorada que baña sus pies descalzos en la orilla del Guadalquivir, pregunté a sus profundas aguas embebidas de secretos inconfesables y pregunté a las temblorosas barandas de sus puentes. Por allí no habían pasado.

Ahondé en las estrechas calles del Barrio de Santa Cruz, en la cristalina caricia de enamorados de sus fuentes y en el remanso de paz de sus plazuelas.

Esos versos no estaban resguardados en el Parque de María Luisa bajo las copas de la frondosa arboleda, ni entre los remos de las antiguas barcas de la Plaza España, ni caminaban errantes por los jardines del Cristina.

No fueron escritos por Gustavo Adolfo Bécquer ni por los hermanos Machado.

¿No eres tú Torre Centinela, a la que llaman Giralda, la más sabia? ¿Sí conoces esos versos por qué no respondes a mi llamada?

Guardaré silencio al escuchar tus campanas y seguiré buscando entre las azucenas que cuelgan de tus viejas paredes de piedra.

Todos sabían que esos versos estaban escritos, pero nadie atinaba a decirme donde encontrarlos.



Fugaces son los encuentros y perennes son los recuerdos. El Barrio de la Macarena es un jardín y la Virgen Macarena la Flor que lo embellece. Frágil es el verso y estéril la prosa que traten de alcanzar a su hermosura.

Ante Tu cara divina se agotan los adjetivos y pierden sentido los atriles. No necesitas pregoneros, trovadores, ni poetas. Eres Tú Señora de nuestra existencia perpetuo pregón que acaricia nuestros oídos.

Benditos sean los ángeles que te tomaron de la mano y te bajaron a Sevilla, bendito sea el pincel que dibujó tu sonrisa y bendito sea el lienzo que cobija tu pena.

Bendito sea el Atrio que nos lleva a tus plantas, bendito el Arco que te acerca a Sevilla cada Madrugá, bendita la Muralla que te protege con celo, bendita la Espadaña que corona tu Templo y benditas las campanas que la acompañan.

La mayor belleza conocida por los siglos se hizo mujer en San Gil. A su llegada se derramaron los tarros de las esencias, los moldes se rompieron en mil pedazos y la más excelsa hermosura tomó un nuevo patrón para su medida.

Quiso Sevilla que se acortara la espera. Muy pronto las empedradas calles de nuestra Ciudad sentirán la sutil caricia de la que siempre fue y por siglos seguirá siendo su Reina.

Sevilla espera a la Reina de los Cielos y a su niña "Princesa de los Pobres", para seguir soñando con verdes madrugadas y para hacer justicia a la vida y obra de la más fiel sucesora de Madre Angelita. Las mayores glorias de Sevilla unirán sus manos como cada mañana de Viernes Santo un coro de novicias une sus cantos para despedir a su Madre de los Cielos.

Los devotos de la más mariana Ciudad saben dar el lugar que merecen tanto a la Hija como a la Madre. Caridad y Esperanza son distintos compases que unidos en un mismo pentagrama conforman la más dulce melodía.

Dicen que el Sol más radiante adormece en el horizonte del Aljarafe y que una esbelta Luna asoma entre parejas de estrellas y dicen que en ese mismo Cielo se produce el más hermoso eclipse cuando de los labios de una niña morena asomada a su balcón de celeste-primavera brota un beso para su Virgen Macarena.

En tu mirada, Madre Mía, encontramos los rostros de nuestros hermanos afortunados de haber alcanzado la Gloria junto a Ti. Todos pasamos de largo por esta vida y Tú permaneces. Espero que me perdones, pero empiezo a sentir como puñal sobre mi pecho cada palmo de tierra que me alejará de Ti cuando vea en la distancia alejarse Tu verde manto.

De niño no alcanzaba a comprender la más hermosa paradoja nacida en los entresijos de la vieja Híspalis. En la madurez de la vida, al fin, logré entender las lágrimas de los sevillanos que lloran sin consuelo cuando miran a los ojos de la Macarena en la Santa Madrugá y la sonrisa complaciente de los buenos macarenos que se despiden de esta vida. A veces es tan grande la alegría que nos embarga, que produce en nuestras entrañas profundas heridas de felicidad. El viejo macareno no muere, simplemente inicia un dulce sueño. Despertará en la oscura Madrugá a una nueva alba. En las puertas de un celeste Atrio aparcará todo dolor para iniciar un nuevo camino sin amarguras junto a la Esperanza.



Al llegar a calle Parras y en un viejo azulejo empiezo a adivinar los primeros versos. En un balcón cerrado y en unos geranios marchitos descubro la sonrisa quebrada de una niña grande del Barrio. Cada uno de sus últimos años ansió la venida de la mañana señalada para mirar a los ojos de la Esperanza. Apostada a los barrotes de su cárcel enrejada volvía a ser la blanca niña que soñaba vestir de verde para acompañar a su padre y a sus hermanos hasta la Basílica.

Versos en una saeta cabalgante en el letargo de los lustros, versos en los fríos mármoles de los cementerios donde reposan en paz quienes cargaron con el peso del amor a la Virgen y versos en sus almas que alcanzaron su otro Barrio junto a una misma Esperanza.

Versos en las habitaciones de los hospitales donde el dolor encuentra alivio en el fervor inquebrantable a la Azucena lacrimosa de San Gil y versos en los tanatorios donde la tristeza se clava en corazones apenados que despiden a sus seres queridos. Existen las espinas para dar sentido a las rosas que brotan de un mismo tallo. La muerte de un familiar es una profunda espina que nos acompañará toda la vida y la Esperanza Macarena es la rosa que desterrará de nuestro pensamiento el mal presagio de la muerte y nos hará ver más allá de las estrellas.

Poesía confundida entre lágrimas que resbalan entre los encajes de los pañuelos de nuestras abuelas que miran a la Esperanza por última vez. Empiezan a sentir el leve murmullo de una última Estación de Penitencia que las llevará a alcanzar la Gloria prometida.

Versos en el recuerdo de los niños que soñaron ser Armaos de la Macarena o en vestir la túnica de su Hermandad y que fueron muy pronto llamados por el Señor de la Sentencia. Versos en el desconsuelo de unos padres y hermanos que buscan su inocente sonrisa entre verdes y morados antifaces. Versos en esos otros niños que cesan en su llanto y que por minutos olvidan su enfermedad al recibir la visita de los Armaos de la Macarena. Versos en los ojos enrojecidos de los Legionarios del Señor cuando abandonan el Hospital Infantil.

¿Sales a destiempo? ¿No es este Tú camino? Eres tú, Señora de nuestras vidas, quien nos indica el sendero y quien hace derramar sobre nuestro tiempo cada grano de arena que colma nuestras horas. Cada vez que te vemos pasear por Sevilla, una hoja más pasamos del almanaque de nuestras vidas. No necesitas, Madre se Sevilla, varales de plata ni el rojo palio que te separa cada Madrugá de ese Cielo que torna color Esperanza. Serán las estrellas tus varales y las lágrimas de los que se marcharon puntales de hilo fino que cubrirán tu palio de amor duradero.

He vuelto a asomarme al balcón de mis anhelos y una florecilla de blanquecino azahar me ha murmurado al oído que es tiempo de vísperas y que pronto nuestro amor de primavera brotará a los pies de la Esperanza.

Amanecerá un nuevo Jueves Santo en la Ciudad de los sueños. El Señor de Sevilla nos indicará el camino hacia la Santísima Virgen, las más brillantes sinfonías acompasarán el más elegante caminar y el Barrio de la Macarena volverá a ser el museo sobre el que los pinceles celestiales plasmarán su obra cumbre.

Al fin he descubierto los versos que tanto ansié encontrar. Esos versos estaban escritos por el mismo Dios que da sentido a nuestra existencia. Los renglones torcidos de nuestros actos se enderezan cuando miramos a unos ojos y descubrimos que tras la más amarga pena brota la más dulce sonrisa.

Nunca más ciertas serán mis palabras que al decir voz en grito y a Cielo abierto “Poesía eres Tú, mi Esperanza Macarena”.

1 comentario:

Juanma dijo...

Querido Jordi:

Siempre tan bueno, tan elegante, tan con el corazón sobre la mesa sólo para entregarlo.

Me alegra leerte de nuevo. Espero que toda tu familia esté muy bien.

Un fuerte abrazo, mi querido Jordi.