sábado, 21 de noviembre de 2009

UN AÑO SIN MANOLO BARRÓN


A LA MEMORIA DE MANOLO BARRÓN


Embargado por la nostalgia, reabro las páginas de mi blog para recordar a un gran amigo, trianero y cofrade.
Quisiera dedicarle unas líneas llenas de emoción y sentimiento, pero lamentablemente me encuentro como el día: triste, nublado y apagado.
Espero que mi amigo Manolo y su familia puedan perdonarme por no encontrar en la palabra el justo homenaje a la memoria de un ser inigualable.
Hace un año que dejó de latir un corazón grande. Un buen hombre entregaba su alma a Dios. Un hombre que sentía pasión por la Semana Santa y en especial por su Hermandad de la Esperanza de Triana, cerraba los ojos para poner punto y final a la primera etapa en el devenir de sus días.
En mi corazón quedaron marcados cada palabra, cada enseñanza, cada gesto y cada sonrisa del bueno de Manolo. Me quedaré para siempre con su entusiasmo y con su voluntad de ocupar siempre un segundo plano, dejando siempre de lado el “yo” para ahondar en el corazón del semejante.
En su afán por alcanzar la justicia de las cosas, sufrió la incomprensión de algunos y el apoyo y respaldo de muchos. Desde hace un año todos, sin distinción, lloramos por su ausencia.
Por última vez coincidimos en la Capilla de los Marineros. Tardé en descubrir su presencia, al estar como siempre que miro a los ojos de la Reina de Triana, absorto y alejado de cualquier otra realidad que no fuere su rostro moreno y el calor de la pequeña mano de mi niña, que como siempre me acompañaba como inseparable cirinea.
Manolo tomaba fotografías de su Virgen Marinera, dejando de lado todo sufrimiento. En sus ojos se adivinaba un brillo especial. Un dolor que quedaba en un segundo plano ante esa certera paramedicina llamada ESPERANZA, un remedio infalible para mitigar toda dolencia inaccesible a la ciencia médica. Traté de buscar unas palabras de ánimo hacia Manolo, resultando tan imposible como innecesario. Una vez más fue él quien se adelantó para mostrar esa generosidad que le acompañó hasta el último suspiro. Nunca pensé que ese “hasta luego”, resultara ser un “hasta siempre”, aunque entiendo que toda despedida tiene su continuidad en el reencuentro. La muerte no es otra cosa que un punto y seguido hacia la vida.
Manolo nos dio la mejor lección de amor y entereza. No se derrumbó en ningún momento y como nuestro Cristo, levantó tantas veces como veces cayó víctima de sus dolencias. Nos enseñó el camino a seguir y que DIOS es la LUZ que nos ilumina y nos muestra el sendero hacia la VIDA duradera. Hasta el día que el SEÑOR nos llame a su presencia cada instante es igualmente trascendente y merece la pena ser vivido, tan importante es el principio como el fin.
“Tal vez, DIOS Mío, te fallamos tantas veces, que TÚ mismo necesitabas afecto y consuelo. Por eso llamaste al mejor de los nuestros a tu lado”. Te acordaste de quien mejor supo leer tu mensaje de amor infinito y de quien mejor supo plasmarlo en su vida. La marcha de Manolo, lejos de derrumbarnos y alejarnos de Ti, nos fortalece en nuestras creencias. Nuestra incondicional fe en tu palabra y en tu Resurrección toma mayor fuerza tras la ausencia de Manolo. Nos resulta difícil comprender que detrás de tan grande corazón no exista un alma que se eleve hacia la SANTA MORADA y se abrace al DIVINO MENTOR de nuestra existencia.
Cada día y desde entonces, sentimos sobre nosotros el aliento de Manolo. Su recuerdo nos ayuda a seguir sin desfallecer en esta lucha por superar las distintas pruebas que el SEÑOR nos pone por delante.
El mejor homenaje que podemos hacerte, querido amigo, es seguir tus enseñanzas. Abandonar ese silencio que se apropia de nuestra voz y que nos hace callar ante la injusticia, ese afán de buscar el beneficio propio sin pensar en el daño que podamos causar a los demás. Este gran edificio que llamamos Hermandad sólo puede crecer y fortalecerse con actos de generosidad como los que habitualmente nos mostraba el bueno de Manolo. La huella de su ausencia es tan alargada como los buenos recuerdos que quedaron para siempre guardados en nuestros corazones.
Hace un año que lloraron las campanas de Santa Ana y que la Esperanza de Triana te tomó entre sus brazos. Como no existe muerte sino por el olvido, valga este humilde homenaje para que tu hermosísimo legado de amor siga muy vivo entre nosotros.