sábado, 14 de noviembre de 2009

LAS CIGARRERAS, DESALOJADA: LA CIUDAD SIN MEMORIA.

LAS CIGARRERAS, DESALOJADA: LA CIUDAD SIN MEMORIA.
Cuenta la Historia, de una Ciudad sin memoria. Un hermosísimo paisaje urbano atravesado de costado a costado por un viejo río de nombre Guadalquivir. De entre todas sus torres asoma el portentoso minarete al que llaman Giralda, coronado por El Giraldillo.
Su nombre es Sevilla y dicen que es la quinta esencia del arte y la pasión.Una Ciudad impregnada de sabor y de aromas de ensueño. Sobresale sobremanera esa peculiar manera de entender las cosas.
De ese pasar del alfa a la omega, del principio al fin en un abrir y cerrar de ojos. Es la Ciudad de los contrastes, de los hirientes silencios maestrantes y de la algarabía de un público entregado al arte puro del toreo y a las notas de seda de la Música de Tejera, del dolor y sobrecogimiento cuando reza a los pies de un Crucificado a la mayor explosión de los sentidos cuando mira a los ojos de La Esperanza.
Ante el Gran Poder de Dios, Sevilla se hace oración. Su música deja paso a los silencios de la noche. Los pajarillos despertarán de mañana en una Plaza para que Sevilla retome el pulso ante su Dios que vuelve a su Templo envuelto en una nube de incienso y el repique de campanas.
Sevilla perdió su memoria, olvidó su bautizo romano, olvidó sus murallas invencibles y ese hermoso nombre: Híspalis, olvidó su pasado árabe-mudéjar y sus raíces judías. Condenó al abandono a uno de sus templos más queridos: Santa Catalina.
La Ciudad sufrió en carnes propias la cruel amnesia del olvido consentido. No existe peor olvido que la desmemoria dirigida por pensamientos vanos e innecesarios.
Sevilla olvidó aquellos inolvidables sones de Eritaña que adormecían el dolor de Cristo en su particular Calvario en el Gólgota sevillano, olvidó los sonidos de cornetas y tambores de la Policía Armada, punto de partida de un estilo ligado a nuestra Historia.
Sevilla olvidó a aquellos niños que soñaron ser músicos. Jóvenes entusiastas llamados a formar parte de una parte fundamental de la historia de la música procesional sevillana. El origen de estas bandas estuvo marcado por matices cofrades innegables y por ese punto de escape ante las distintas lacras que azotaban nuestras calles y que encontraban en los más jóvenes el caldo de cultivo propicio para extender sus amenazantes garras.
La injusta desmemoria parece olvidar a un sevillano humilde, abnegado y luchador. Un enamorado de la Semana Santa y cuya preocupación por el devenir de nuestra juventud le llevó a hacer realidad uno de los más hermosos sueños por y para Sevilla. D. Antonio González Ríos fue el gran valedor de la música de Las Cigarreras, hoy día y treinta años después, sigue luchando sin desfallecer y manteniendo la ilusión del primer día.
La Banda de cornetas y tambores de Las Cigarreras nace como refugio de nuestros jóvenes y con el tiempo como punto y seguido a la música de Policía Armada, llegando a alcanzar, con el paso de los años, la excelencia musical.
Los inicios fueron difíciles. Los ensayos tenían lugar en un entorno que en muchas ocasiones dejaba mucho que desear. La lluvia y el frío eran inseparables compañeros de unos jóvenes entusiastas, que parecían hacer abstracción de todo y centraban su pensamiento en las marchas del maestro Escámez. Unas marchas que lejos de perder actualidad, cada día recobran mayor vigor.
Pasaban los años y la banda de Las Cigarreras tomó un sello propio que marcará el devenir de un futuro próspero e ilusionante. Grandes músicos nacidos de las entrañas de esta joven formación empezaron a componer marchas de gran relieve.
La calidad de Las Cigarreras traspasó las fronteras de nuestra Ciudad. Fueron muchos los pueblos de nuestra Provincia, posteriormente ciudades de toda Andalucía y España los que demandaron la presencia de esta exquisita formación. Con el paso de los años acudieron a plasmar su música allende los mares que rodean nuestro País.
Sevilla olvidó una de las etapas más hermosas de su historia. Una carta llegaba como espada de Damocles para hurgar en las heridas de la cruel desmemoria. Un jarro de agua fría quedó derramado sobre la ilusión de los cofrades de Sevilla. Una vez más asistimos como convidados de piedra al banquete de la sinrazón deshumana.
Viejos sueños de jóvenes músicos parecían esparcirse como tinta borrosa para manchar las pulcras notas escritas sobre el pentagrama de la memoria de nuestra Ciudad. Una memoria herida en su alma. Una memoria atacada en lo más profundo de su ser.
Sólo nos quedaba rezar y aferrarnos a esos dos pilares que nos mantienen unidos en la fe y la fraternidad: el amor de DIOS y esa bendita virtud teologal llamada ESPERANZA, que tomando vida en el rostro de una mujer bajó a Sevilla para fortalecer nuestros espíritus cristianos.
Sevilla clamó al Cielo en pos de volver al camino de la justa memoria. Nuestras súplicas encontraron pronta respuesta. La hiriente carta parecía quedar como un irreconocible borrón en una de las muchas páginas que forman parte del Libro “Las Cigarreras: una Historia de treinta años de Amor a Sevilla”. Por fin la cordura volvió a imperar como lógica compañera en el devenir de nuestra Historia. Bajo ese uniforme no existen distingos sociales, culturales, políticos e incluso podría decir religiosos. Esos uniformes hacen gala de un profundo amor a Sevilla. Las Cigarreras y su música son santo y seña de la Sevilla eterna que perdura.

Las cosas parecían tornar a su camino, cuando, y sin apenas tiempo para saborear la vuelta a la normalidad, volvimos a sentir sobre nuestros labios la hiel amarga de la ingratitud y desmemoria. La decisión de nuestros regentes municipales no tenía vuelta atrás. Asistimos a unos momentos de confusión para finalmente toparnos con la triste respuesta a tantos años de amor a Sevilla.

La memoria recoge con exactitud páginas escritas de nuestro pasado. Cada línea plasma la certeza incontestable de la Historia de un Pueblo, sus virtudes y sus defectos, sus tristezas y sus alegrías, lo insólito y lo corriente, lo religioso y lo profano, lo profundo y lo superficial. Tratar de olvidar es como negarse a uno mismo, como renunciar a la herencia de nuestros antepasados.

La memoria es fiel reflejo del pasado. Nos hace recordar que fuimos niños ilusionados en la radiante tarde del Domingo de Ramos. La marcha Cristo del Amor nos abría las puertas de una nueva Semana Santa en la Plaza del Salvador. En los Terceros el Misterio de la Cena reviraba para buscar el cercano horizonte de La Campana bajo sones de Cigarreras, la curiosidad me llevó a descubrir en un pentagrama el título de una marcha bellísima y cuyo nombre “Eucaristía” era el exacto retrato de lo que por momentos podía oír, ver y sentir. Del clasicismo de la Hermandad de la Cena a la noche de mi Triana. El Cristo de las Penas besaba con sus pies descalzos el frío suelo de su Capilla, sonaba esa misma marcha que tantas veces pude escuchar a los músicos de Las Cigarreras. Réquiem por un capataz en la gloria. Un hijo de Triana que entregó su alma a los brazos de la Blanca Paloma y que cada Domingo de Ramos vuelve a Triana para abrazarse a su Virgen de la Estrella.
El Lunes Santo por la noche, Jesús Ante Caifás vuelve a su Barrio. Entre sonidos de azahares, el costal de una corneta adormece el son acompasado del redoble de un tambor penitente. Músicos y cuadrilla de costaleros unidos en una misma trabajadera hacen del sonido de unas cornetas y tambores la nana que adormece el dolor de Jesús, muy cerca de ser ajusticiado.
Martes Santo en San Lorenzo, Jesús Ante Anás camina mirando hacia su Templo. Una marcha llena de amor hacia un padre conmueve al Pueblo de Sevilla. Notas de agradecimiento del maestro Pacheco hacia su mentor. “Padre Manuel” suena perfumando la apagada noche de un Barrio que espera como anhelo a su Virgen, gracia sevillana caminando entre varales.
El Miércoles Santo Jesús es Prendido por Orfila. El portentoso Misterio de los Panaderos camina acompasado por delicias de pentagrama nacidas de la Banda de las Cigarreras. Por dos veces enmudece la Campana para percibir las suaves caricias cigarreras.
Jesús Flagelado en Los Remedios a punto está de atravesar el Puente buscando la otra orilla. “Azotes” y “Ego Sum” hablan en voz de cornetas lo que nuestro Redentor dicta en su silencio. Conmovedores sonidos en la tarde del Jueves Santo a pocas horas de abrirse el portalón de la Santa Madrugada.
La nostalgia envuelve el Arenal sevillano en el anochecer del Viernes Santo. Una vieja postal nos devuelve al camino de las añoranzas. La calle Rodo es la penúltima estación en el devenir de los pasos de la Hermandad de la Carretería. Sin lugar a dudas nos encontramos ante uno de los momentos cumbre de nuestra Semana Santa. Todo es perfecto: el respeto del público, la estrechez de la calle, el estremecedor Calvario, la dulzura de Cristo Crucificado entre ladrones, la apagada noche de Sevilla, el trasluz que proyecta el Misterio sobre la blanquecina pared y como toque de gracia una marcha excelente, sublime y sobrecogedora “A los pies de Tu Santa Cruz”. Muchos sevillanos miramos al Cielo para recordar al hombre que mejor supo armonizar los sentimientos, la fe y las ideologías: D. Adolfo Cuéllar, fiel espejo al que todos debemos mirarnos. Nos enseñó que bajo el antifaz, las trabajaderas o uniformados como músicos todos somos iguales y toda distinción queda fuera de lugar.
El Sábado Santo los músicos de Las Cigarreras asumidos por el cansancio y sin perder en ningún momento la ilusión que los acompañó desde el Domingo de Ramos, entregan toda su música para Sevilla. Su legado es el mejor colofón en la última estación en la Pasión y Muerte de Jesús según Sevilla. El palio de la Esperanza Trinitaria cerró un nuevo Sábado Santo y los jóvenes músicos de la Cigarreras comienzan el camino de los sueños que los llevará hacia un nuevo Domingo de Ramos.
Podrán desalojar a nuestros hermanos, músicos de Las Cigarreras, de éste o cualquier otro local de ensayo, pero nunca podrán desalojarlos de nuestros corazones y de las páginas de una de las más hermosas historias de amor escritas en nuestra Ciudad querida.


A mi admirado D. Antonio González Ríos por su humanidad, dedicación y entrega. Por su amor a Sevilla y a nuestra Semana Santa.

2 comentarios:

Híspalis dijo...

Querido Jordi, esperoque la familia muy bien, y que hayas pasado ese mal bache en el que estabas. Si no esasí, sabes dónde tienes a un amigo. Un fuerte abrazo.

Juanma dijo...

Admiro profundamente tus convicciones y sentimientos religiosos tan enraizados. Admiro tu valentía al contar las cosas. Admiro la forma honrada y hermosa en que lo haces. Admiro el respeto sincero y profundo que muestras por quien piensa y siente de modo distinto a como tú lo haces.

¿Qué tal la chiquitina? ¿Todo bien?
Un fuerte abrazo, querido Jordi.