domingo, 15 de marzo de 2009

No te olvidamos


No puedes imaginar Javier cuanto te echamos en falta. La vida en general y en particular esta Cuaresma se nos está haciendo muy cuesta arriba. Todos sabíamos que nuestro camino resultaría muy difícil tras tu ausencia, pero créeme amigo, que nunca llegamos a pensar que tanto. Tu marcha supuso una auténtica bofetada a nuestras ilusiones. A duras penas hemos podido levantarnos del duro golpe que sufrimos tras tu repentino fallecimiento.
El peso de la cruz de tu adiós sería realmente insoportable sin la cirinea ayuda de tu recuerdo. Dios ha sacrificado una gran amistad, en cambio nos ha regalado la protección de un ángel en el Cielo. La tristeza de aquella jornada, que tratamos de olvidar de nuestras memorias, ha quedado marcada con letras de fuego en nuestros corazones, como aquellas desgarradoras notas que sonaron el, para nosotros inolvidable, Lunes Santo del año del Señor de 2008. Ese mismo año que arriaste la parihuela de tu vida para iniciar la más hermosa chicotá que te llevó a abrazar para siempre la manigueta de la Virgen del Dolor inconsolable.
Como Ella, que cada noche de Lunes Santo mira al Cielo buscando el consuelo ante tanto dolor y pena, nosotros no paramos de mirar hacia arriba, para al final del firmamento descubrir tu más tierna sonrisa. Tu recuerdo, cada día más presente en el rincón más justo de nuestras memorias, nos fortalece, nos contagia de tu entusiasmo y de tu lucha sin desfallecer para llevar al mejor término posible cada uno de tus muchos proyectos.

Recuerdo, como muy presente, nuestra última conversación. Me hablabas de la larga y penosa enfermedad que habías dejado atrás. Pude comprobar que te encontrabas con las fuerzas intactas, y con la ilusión del niño que viste por primera vez la túnica de nazareno acompañando al Señor de la Sagrada Entrada en Jerusalén un Domingo de Ramos, para retomar tu lugar al frente del Despacho de la Plaza Nueva.
Precisamente este último año pudimos compartir las últimas notas de la marcha Réquiem ante el Misterio de la Borriquita, que volvía a asomar por las puertas del Divino Salvador, Templo de templos y corazón neurálgico de la Sevilla cofrade, que recobraba su máximo esplendor gracias a la generosidad de muchos sevillanos como tú. Te despediste apresurado para acompañar a un gran amigo enfermo al Arco del Postigo del Aceite, un amigo que compartió contigo miles de vivencias. José Luis, hijo acogido por los hermanos de la Santa Caridad, pudo contemplar la tierna expresión de Jesús Despojado de sus Vestiduras bajo un baño de Sol que iluminaba un envejecido rostro surcado en ambas mejillas por profundos canales inundados de lágrimas. Esas lágrimas dibujadas en su cara sonaban a despedida, que bien sabía que miraba por última vez en vida a los ojos del Señor. Pocos días después fue llamado al banquete de Dios. Como bien me comentaste querido Javier, con la muerte de tu amigo, se acababa una etapa de tu vida e iniciabas otra, que tristemente acabó separándote de tu hija, hermanos y amigos.

Por estas fechas empezaban a sonar marchas cofrades por los pasillos del Despacho. Un jueves, tal como éste, tenía lugar nuestro anual encuentro con las cofradías de Sevilla. Celosamente preparábamos nuestro particular acto de exaltación a la Semana Santa. Incienso, pescado frito, música minuciosamente seleccionada y sobre todo las brillantes diapositivas de nuestro amigo Rafa.

Era una noche, para dejar mínimamente de lado la ardua tarea del Despacho y dar rienda suelta a nuestras vivencias cofrades, a la imperecedera ilusión que nos unía en el más profundo sentimiento y sobre todo para fortalecer la gran amistad que reinaba entre todos los compañeros.

Amigo Javier, muy pronto volveremos a ver la Plaza de España y por extensión el Barrio del Porvenir, inundados de túnicas blancas de nazarenos de la Paz y con esta hermosa estampa de Sevilla llegará el primer pellizco.
En la jornada del Lunes Santo, ese día que vivías a ritmo acelerado y que sin dejar de lado tu profesión, te entregabas en cuerpo y alma a tu Hermandad de las Penas, nuestros corazones sentirán un escalofrío que como tímpano de hielo nos congelará el alma.
Con leve tacto acariciabas la manigueta delantera izquierda del palio de la Virgen de los Dolores y podías ver a través de los ojos del corazón todo lo que ocurría en tu inmediato alrededor. Esa noche los sueños tomaban vida a lo largo de un itinerario diseñado por los últimos románticos de Sevilla; cada calle, plaza o rincón recorrido suponía un canto a la sevillanía, al recogimiento y a la espiritualidad. Cada nota interpretada por los músicos de Tejera era gustosamente paladeada por los más refinados entendidos del brillantísimo repertorio musical cofrade sevillano.
Llegará la Virgen de los Dolores de vuelta a San Vicente adormecida por las notas rotas de Tejera, cerraremos los ojos a su paso y nuestras memorias sentirán la llamada de Manolo Santiago al martillo, la voz de Pepín Tejera solicitando a sus músicos la marcha “Tus Dolores son mis Penas” y los pasos cansados de nuestro querido amigo Javier recostado sobre la manigueta de su Virgen.

Querido Javier: ¿Cómo podías pensar que te habíamos olvidado, cuando a penas hemos podido hacernos a la idea de tu marcha?

Seguro que el Lunes Santo por la noche volverás a pedirle al maestro Pantión “Don Antonio toque Jesús de las Penas”. El maestro volverá a emocionarse y con sus manos de seda y arrugadas acariciará de nuevo las teclas de un viejo piano, mientras sus ojos llorosos mirarán hacia las partituras del alma y sonará querido Javier, “Jesús de las Penas” como sonó tantas tardes en San Vicente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bonito y emocionante Jordi. Nadie como tú sabe evocar recuerdos tan hermosos con tan sabia literatura.

Esta Semana Santa no será lo mismo; no, no será lo mismo...

Un abrazo.